AMMAR y el trabajo, o el trabajo de amar

Por Lucas Crisafulli
“En el año 2012, cuando participaba del Observatorio de Derechos Humanos de la UNC, tuve la suerte de hacerle una entrevista a Eugenia Aravena que se publicó en la Revista Interferencia. La vuelvo a publicar porque la considero imprescindible en momentos en que se intenta confundir trabajo sexual con trata.
La Asociación de Mujeres Meretrices Córdoba (AMMAR-CTA) nació en el año 2000 como respuesta al constante asedio y violencia por parte de la Policía a las trabajadoras sexuales, descubriendo que la organización es la fuerza y el motor para conseguir derechos para ese sector particular y para la sociedad toda, tiene como objetivo la defensa de sus derechos humanos.

Con ese objetivo, la organización comenzó a trabajar en Córdoba desde hace 13 años. “En esa época –recuerda la Secretaria General Eugenia Aravena- no teníamos ni dónde sentarnos, y nos juntamos porque vivíamos presas en los calabozos”.

Desde el año 2010, la sede de AMMAR Córdoba se encuentra en la calle Maipú 630, en la que tienen un aula-escuela que suma un espacio de alfabetización, un Jardín maternal cada vez más grande, además de enseñar peluquería, corte y confección y curso de maquillaje, entre otras de las actividades que desarrollan.

Hay, en la militancia de las Chicas de AMMAR, una lucha semántica por el reconocimiento de la dignidad de la trabajadora sexual, una búsqueda por la legitimación de una profesión que, desde sectores conservadores la condenan de inmoral, y desde algunos sectores del progresismo paternalista, como una degradación de lo humano. Podríamos decir que la política de AMMAR es en 3D: desclandestinizar el trabajo sexual para otorgar mayores derechos a un sector históricamente postergado; dignificar el rol de la trabajadora sexual como persona autónoma que muchas veces elige su trabajo y destotalizar la mirada de que las trabajadoras sexuales pertenecen al mismo sector social.

Sonriente, demostrando que no hay militancia posible sin alegría; pero enérgica, echando por tierra el mito de la mujer como el sexo débil, dialogamos con Eugenia Aravena.

– El trabajo sexual, a pesar de ser una profesión antigua, siempre ha tenido ciertos cuestionamientos de índole moral. ¿Por qué crees eso? ¿Cuál es la posición de AMMAR en relación a la autonomía de la persona?

– Pienso que existen parámetros culturales impuestos desde la colonización, en donde el sexo siempre ocupa un lugar de lo prohibido o de lo que está oculto, cargado éste de muchos tabúes y prejuicios, siempre impuesto dentro de ciertos parámetros y sin violar las normas para estar dentro de lo “digno”. La heterosexualidad, el sexo con amor, la monogamia, el matrimonio, no son impuestas casualmente en nuestras sociedades, sino como denominador de las religiones y del orden. En ese sentido no olvidemos que no hasta hace muchos años atrás, la mujer debía ser virgen hasta llegar al matrimonio, debía el padre entregarla a un “hombre” de bien, y ni siquiera ella podía elegir con quién casarse, sino que era una elección del hombre de la casa para la mujer que se iba. Entonces, creo que dentro de semejantes arbitrariedades hacia la libertad y el placer de las mujeres, tener relaciones sexuales a cambio de dinero fue impuesto como una actividad indigna, inmoral, que se sale de todos los parámetros, porque guste o no, es una actividad que genera independencia económica en las mujeres y empoderamiento de su propio cuerpo.

– Cuando se hable de trabajo sexual, siempre se lo asocia con la pobreza, como si sólo las personas pobres lo ejercieran. ¿Eso es así?

– Claro que no, lamentablemente existen distintos grupos políticos que van desde las feministas abolicionistas, ONG’S hasta agrupaciones religiosas, que con ánimos de confundir a la sociedad para sostener un sexo “moral” desaprobando el ejercicio del trabajo sexual, hablan de nosotras en nuestro nombre, nos caracterizan de cierta forma, siempre una forma lastimosa, infantil, somos todas pobres, tontas, ignorantes, incapaces. Llegan a decir que estamos “alienadas”, que ninguna mujer elige esto, que no sabemos lo que hacemos, incluso hasta creerse en un nivel de superioridad absoluta tratándonos como objetos sin darle valor a nuestras palabras, a nuestra lucha. Son voces que solo les interesa que debemos “ser rescatar de esta vida de pecados”, pero propuestas de las mimas no conocemos, jamás les vimos en la puerta de una comisaría cuando pasábamos meses presas tiradas durmiendo en el piso, o al lado nuestro cuando actualmente nos peleamos con la policía para ser detenidas. En Ammar Córdoba tenemos casi mil afiliadas y de distintas condiciones socioeconómicas, educativas y culturales, digamos de distintas clases sociales, incluso hasta profesionales y estudiantes universitarias. El trabajo sexual no es una práctica solo de mujeres, no es una práctica solo de mujeres pobres, por mas que digan que son muchas mas las mujeres pobres, yo lo pongo en duda, ya que las compañeras de las calles quienes venimos de la pobreza extrema, somos las menos en el padrón de afiliadas de la asociación.

– ¿Cómo fue y es la relación de las trabajadoras sexuales con la Policía?

Cuando nos organizamos, vivíamos presas por el art. 45 del Código de Faltas. Ese fue el motivo que nos llevó a organizarnos a un sector que históricamente fue invisibilizado. Muchas veces íbamos a la comisaría a preguntar por una compañera presa y también quedábamos detenidas. Muchas compañeras, además de ser detenidas injustamente, también eran golpeadas violadas y hasta asesinadas. Ahora la situación ha mejorado un poco solo en capital, pese a que el Código de Faltas que lo maneja la policía, sigue vigente en toda la provincia donde la represión continua. De todos modos, queremos profundizar aún más, por eso también peleamos contra el Código de Faltas que deja en manos de la policía toda un accionar arbitrario. Sabemos que en interior aún está muy complicada la cosa.

– Una de las banderas que está llevando adelante AMMAR es instalar la diferencia que existe entre el ejercicio del trabajo sexual y la trata de personas. ¿Podrías comentar un poco eso?

El punto de mayor conflicto, es que se está mezclando el trabajo sexual con la trata de personas, quieren meter intencionalmente todo en la misma bolsa. Se impulsan leyes para decir que se lucha contra la trata, pero creemos que clandestiniza aún más algo que ya es clandestino pero no ilegal como el trabajo sexual. Para perseguir a los proxenetas, ya está el Código Penal que lo castiga desde 1921. Para prohibir los locales de tolerancia, ya existe la ley de profilaxis de 1936. El problema es que esas leyes no se cumplen. La nueva ley provincial de Trata lleva a mayor explotación al sector de las trabajadoras sexuales. Es grave que no se busquen las verdaderas víctimas. Acá hay que ser claros, la prostitución no es delito, pero la clandestinización – a través del Código de Faltas por ejemplo – ha llevado al proxenetismo a fortalecerse porque nos dejan a nosotras sin ningún marco legal. El colectivo que representa Ammar es muy heterogéneo. Hay compañeras muy pobres que no pueden elegir otra profesión, pero también hay compañeras universitarias que lo eligen, además dentro de la clase trabajadora creo que siempre estamos optando.

– ¿Por qué crees que desde el Estado Provincial se ha instalado el discurso que la trata es igual al ejercicio del trabajo sexual? ¿Qué intereses hay detrás de la prohibición de todas las whiskerías?

La provincia miente cuando dice que en cada allanamiento que hacen rescatan a diez, veinte, cincuenta mujeres víctimas de la trata, las verdaderas desaparecidas donde están, como por ejemplo Yamila Cuello, Jimena Arias desaparecidas en Córdoba y sin ninguna noticia de ellas. Es mentira, acá lo que están sacando son compañeras trabajadoras sexuales que son mayores de edad y muchas que son afiliadas de AMMAR. Pedimos que se respeten las cooperativas de trabajo, que el Estado brinde un marco legal para evitar justamente la trata y la explotación, y que no puedan meter presa a una trabajadora sexual para tener una “regente” presa que es lo que el Gobierno necesita, necesita números. Necesitamos que se tome en serio la voz de las trabajadoras sexuales. Siempre se nos ha tomado para la chacota, pero ahora tenemos voz propia, estamos organizadas. No necesitamos que nos digan que somos víctimas, ni liberadas. No necesitamos que se diga que se están rescatando mujeres cuando en realidad se están dejando en la calle a compañeras trabajadoras sexuales que no son víctimas de la trata, sino precisamente de una campaña política publicitaria que en nombre de la trata, clandestiniza aún más nuestro trabajo, y con ello precariza nuestras condiciones laborales, dándole como siempre a lo largo de la historia mas poder a los proxenetas, que siempre tuvieron amparo policial y político.

Parecería como que quieren mostrar que algo hacen, pero en realidad no se hace nada, porque en el delito de trata hay complicidad de los poderes político, judicial y policial. El caso de Marita Verón ha dejado al descubierto esa complicidad.

El interés que se esconde es que no quieren escuchar el reclamo de AMMAR, que es legislar la actividad del trabajo sexual. Hay mucha hipocresía. Como no les gusta, lo esconden. Hay un sector del feminismo, el abolicionista, que se arroga la representación nuestra, habla en nuestro nombre y nos victimiza. Eso no lo queremos más. Ahora estamos organizadas y tenemos voz propia, y mal que les pese somos mujeres sujetas de derecho.

Entrevista publicada en la Revista Interferencia. Vol. 1. Nro. 3. Año 2012. Observatorio de Derechos Humanos. UNCórdoba.

Fuente: www.codigodeconvivencia.com.ar