Cómo es trabajar en la escena de un crimen

Trabajadores y trabajadoras de los cuerpos operativos de la Policía Judicial realizan uno de los trabajos más penosos e insalubres. Recolectan pruebas en las escenas de un crimen y tienen contacto directo con los familiares de las víctimas.

En la oficina y en el territorio,recorren espacios donde vivencian abusos de niños y niñas, crímenes, violencia familiar y situaciones de extrema pobreza.

Hace más de diez años que exigen al Tribunal Superior de Justicia la declaración de insalubridad. Del otro lado, silencio. Pero, ¿cómo es trabajar en la escena de un crimen?

—————————————————————————————————

Dos historias

Miro el reloj, son las dos de la mañana. Otra vez no puedo dormir. Cierro los ojos y suena el teléfono, me sobresalta. Casi mecánicamente, me levanto y me cambio.

Atiendo el teléfono y mi jefe me dice: “es un homicidio, seguido de suicidio, en cinco minutos te buscan”. “Alan, vuelvo en un rato”, digo. Con mi cámara fotográfica, espero parada en la puerta del Poder Judicial.

La casa es verde, pero un verde medio lavado por los años. Los médicos ya están parados en la vereda y me hacen señas para que entre.

Paso la puerta, pongo un pie en living. No hago ni dos metros y ya pise sangre. Casi no puedo distinguir el color del piso, todo está bañado de rojo.

La chica, boca abajo, tiene cinco disparos en su espalda. Alcanzo a distinguir que su remera tiene una etiqueta de Tiendas Vesta, igual que la que me puse esta madrugada antes de venir para acá. Su ex, según me enteré más tarde, tiene un disparo en la sien.

Me tiemblan las piernas, pero enseguida saco mi cámara, antes de que el temblor se traslade a las manos. Planos generales del living, planos generales de la pieza, planos generales de la cocina.

“Tenemos diez minutos más, apurate”, dice mi jefe. Me esfuerzo por combinar exactitud y velocidad, me agacho, saco una foto a la ropa, otra a la mano del ex y una última a la espalda de la chica.

Llego, Alan me pregunta cómo me fue, lo miro y hago una mueca. “En diez minutos tienen que estar las fotos, me acaban de llamar”, dice.

Me siento en la compu, miro la hora deseando que sean las siete de la mañana, y empiezo a tipear f-e-m-i-c-i-d-i-o sobre el sumario, borro, y escribo h-o-m-i-c-i-d-i-o.

—————————————————————————————————————-

Llevo más de cinco minutos buscando los guantes que me faltan para completar el kit. Espero que todavía queden, pienso. “Dale, que tenemos 150 kilómetros que hacer y allá ya están los médicos”, me gritan desde la puerta.

Me subo a la camioneta, que a esta altura ya es como mi casa, y le aviso a mi novia que arranco viaje. “Ah si, vos sos cómo Gilbert de CSI”, me había dicho cuando nos conocimos. En ese momento, pensé que nada más lejos de la realidad, aunque igual sonreí.

Al lado del nene, que está en el piso, espera el arma. Calibre, marca, modelo, matrícula, repito en mi mente para no olvidarme de nada y escribo. Levanto el arma, me fijo si está cargada, si, la descargo, miro la recámara y después el cargador.

Los manuales de criminalística decían que no tengo que preguntarme por qué. Pero, igual, por qué un arma y un nene en la misma habitación?

¿Porqué? – me pregunta el nene que me mira fijo. No tengo respuestas, no soy yo el que tiene que responder – digo. Solo junto los casquillos, analizo la pólvora y me voy – agrego. Si, claro – ironiza el nene. Abro los ojos y me doy cuenta que ya vamos por Circunvalación entrando a Córdoba.

Llego a la oficina, sabiendo que acostarme va a ser mirar el techo por un par de horas sin poder dormir. ¿Cómo te fue? – me dice Sara. Levanto los hombros, sin decir nada. Me siento en la compu, completo el sumario y suena el teléfono de nuevo.

Foto: Trabajadores de la Policía Judicial

Fuente: www.somospuente.com.ar