CONAE: Entre el proyecto Tronador II y los obstáculos para la soberanía aeroespacial

A principios de octubre el Presidente Alberto Fernández encabezó un acto en el Centro Espacial Teófilo Tabanera, dependencia de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) en la Falda del Carmen, donde se anunció el inicio del desarrollo del lanzador argentino de satélites Tronador II.

Se trata de un vector nacional dirigido a enviar al espacio satélites de hasta 500 kilogramos, retomando un proyecto que se había llevado adelante hasta 2016 por el Estado nacional, iniciativa que el régimen macrista abortó por medio de la desfinanciación y la falta de atención a las políticas del sector.

El renovado proyecto que presentó ahora Fernández se choca con la realidad de que muchos trabajadores y trabajadoras del organismo aeroespacial han ido renunciando por goteo, ante ofertas de empresas privadas en nuestro país y el exterior. Para abordar la complejidad de un organismo que trae buenas noticias al tiempo que genera preocupación por la dificultad de reemplazar el personal que deja el Estado, el programa radial “Entre Todos y Todas”, que la Secretaría de Prensa de ATE Córdoba emite cada martes de 18 a 20 horas por GEN FM, entrevistó al delegado de ATE CONAE Emiliano Baum.

Emiliano Baum entrevistado por Franco Ayesa.

Baum es un nuevo representante gremial que se incorporó al Cuerpo de Delegados de ATE del Estado Nacional en julio pasado y es un informático especialista en desarrollo de software en el organismo espacial.

“CONAE está encargada de llevar adelante el plan espacial de Argentina, que en su totalidad apunta a la observación de la tierra desde el espacio. No se realizan actividades estrictamente militares, tampoco está entre sus objetivos alunizar ni pisar Marte”. sonríe el delegado. Y agrega que “a partir de esa observación se generan elementos, productos y herramientas para entender el comportamiento del clima, nuestro mar, la tierra o aplicaciones relacionadas con la salud, atender emergencias como incendios, inundaciones, etc”, subraya el delegado.

El organismo tiene dependencias ubicadas en Capital Federal y Córdoba en el Centro Teófilo Talavera. También hay dos delegaciones en Bariloche, y Mendoza. “Debemos ser alrededor de 220 trabajadores de planta”, explica Baum.

Otra pata del proyecto aeroespacial es la firma Veng, una sociedad anónima de mayoría de capitales estatales que funciona como la puerta comercial de CONAE.

-El Presidente Fernández anunció la puesta en marcha del proyecto Tronador II. ¿Cómo se enmarca la iniciativa en la tradición histórica de desarrollo tecnológico argentino y cómo se combina esto con la pérdida de personal que vienen denunciando desde la asamblea de CONAE?

-Es complejo pero no contradictorio. Argentina fue pionera en la industria aeroespacial, no solo con el Pulqui de los ’50 sino también en los ’70 con el desarrollo de cohetería. Pusimos en el espacio un animal, el Mono Juan, y nos constituimos como uno de los siete países en el mundo que en ese momento pudo desarrollar la tecnología necesaria para poder realizar la proeza.

Esa tradición continuó con el Condor II, desarrollado en las instalaciones donde ahora está CONAE, en Falda del Carmen. Todos conocemos la historia que fue desactivado durante el menemismo como parte de las relaciones carnales. Ese proceso destrozó el sector científico tecnológico y las consecuencias de eso es que hoy estamos tratando de reeditar lo que hicimos en los ’70, y no sin problemas.

Hasta 2015 hubo mucha inversión en el sector y se logró llevar adelante un proyecto muy importante para el desarrollo de un vector. En 2016 participé de la última campaña realizada del Tronador, que se lanzó porque se estaba pudriendo en un galpón y por lo menos ese lanzamiento permitió obtener algunos datos útiles para utilizar a futuro.

Desde ese momento a la inversión que se anunció hoy, hay un lado positivo. El proyecto es menos ambicioso, vuelve a algunas etapas atrás, a proyectos de carga tecnológica de desarrollo de prototipos para luego finalmente alcanzar un lanzador que lleve carga útil, que en este caso serían satélites de hasta 500 kilos. Es un gran paso para saludar, está bueno que pongan plata. Y está bueno que vengan el Presidente, el ministro Daniel Filmus y las autoridades de CONAE porque ponen en relevancia que para el Estado esto tiene importancia y lo ubica como parte de su política.

Después está la contradicción con la pérdida de trabajadores del organismo, los salarios que no alcanzan, y los trabajadores de este sector recibimos permanentemente ofertas para irnos al extranjero sin que uno busque. Y frente a esa realidad muchos compañeros terminan yéndose. Eso se sintió muy fuerte en el sector informático, que fue el bum después de la pandemia y nos dejó destrozados.

-En el contexto geopolítico actual, con Massa yendo a anudar acuerdos con el FMI y EEUU ¿Es posible tener una política soberana en materia espacial?

-Es difícil, como lo será en cualquier plano. Ir a negociar de rodillas es un problema, con la salvedad que muchas veces se arrodillan más de lo que les piden. En nuestro trabajo sucede tener cooperación con gente de agencias espaciales, fundamentalmente europeos, que son abiertos a la colaboración para que acá se puedan desarrollar cosas de diferentes maneras.

Todo el equipo de CONAE en Córdoba, junto al Presidente y autoridades del organismo.

Como ejemplo de la falta de soberanía, el proyecto Tronador no puede utilizar combustibles sólidos porque se utilizan para impulsar cohetes misilísticos. Es una restricción concreta que de no existir facilitaría el desarrollo con ese tipo de combustible. Pero en general cualquier desarrollo se hace complicado cuando estás endeudado y, además, cuando no producís muchas de las cosas que necesitas para llevar adelante tu desarrollo. Entonces precisás los dólares para comprarlos y entrás en el circuito que te ahorca. Más aún cuando tus únicos proveedores son de un solo lugar del mundo, con la dependencia tecnológica que se genera.

En nuestro caso estamos en el lado occidental de la vida, nuestros proveedores son las grandes empresas del complejo militar-industrial de la OTAN lo que complica cualquier tipo de soberanía tecnológica. Eso no quita que puedas tener un desarrollo, pero hay que aceptar las reglas hasta alcanzar determinado nivel.

Fuente: www.atecordoba.org