El pueblo ya lo había juzgado

Por Néstor Pérez*

Kammerath fue condenado por jurados populares. El condenado –penalmente- había estafado también políticamente al pueblo que lo votó para Intendente de la ciudad de Córdoba. Pueblo que encumbró a José Manuel De la Sota; el que ungió a Kammerath.

Kammerath destrozó la ciudad y el contrato cívico con el pueblo. De la Sota pidió perdón al pueblo por la estafa política que significó Kammerath. El pueblo perdonó a De La Sota y le concedió mil años de gestión. Kammerath siguió pergeñando en las sombras como seguir dañando al pueblo, en tanto armador desde Córdoba del proyecto conservador nacional.

Su denunciante finalmente triunfó, Luis Juez; el que prepara el salto al poder para, desde el Congreso, ayudar a cumplir el programa liberal: Desmontar los derechos laborales del pueblo trabajador. Congreso donde mora la voluntad del Pueblo.

Simple curiosidad del vodevil en que se ha convertido el destino del pueblo: Todos los días, mientras se lo juzgaba, Kammerath, su mujer y su abogado (de su lado, nunca hubo nadie más) se ponían de pie cuando ingresaban los jurados populares. El cronista nunca vio que nadie lo hiciera en ningún otro de los muchos juicios que le tocó cubrir.

Nadie lo ordena, como sucede cuando ingresa el tribunal. Nadie lo hace por voluntad propia.

Sabemos (¿desde siempre?) que la Justicia es como las serpientes, solo muerde a los descalzos, decía el curita salvadoreño Arnulfo Romero, asesinado por los traidores al pueblo.

Por esta hora, en que el pueblo ya perdió hasta la última alpargata desflecada, la Corte confirma una condena que el pueblo puesto a juzgar resolvió.

Es una lágrima en el océano, nadie espera un desborde de reparación por el daño causado.

Por ahora, verlo derrotado por un sistema que pretendió siempre fuera más injusto, provoca en el cronista un ahogado grito de gol.

*Periodista. Secretario de Organización del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTA)