En 1938: Educación municipal y derechos de la niñez

Por Jesús Chirino*

La ciudad de Villa María posee una larga y diversa historia en relación a su política  educativa municipal. Existieron épocas en las cuales el discurso y la práctica de las autoridades locales fueron orientados a remarcar que toda la responsabilidad corresponde a las autoridades provinciales y nacionales, pero también existieron tiempos en los cuales la decidida acción municipal ganó las aulas villamarienses para atender a los hijos de las familias más pobres.

También ha sido parte de esta historia la irresponsabilidad del Estado local que muchas veces apostó a la precarización del trabajo docente y a la propaganda oficial sin preocuparse por la calidad educativa. En esta oportunidad recordamos datos de la Escuela Municipal Nº 1, durante el período administrativo del intendente Emilio Seydell.

Municipio entregó ropa al alumnado

Más allá del diseño del sistema educativo argentino y lo asumido por la provincia y la Nación, debido al contacto inmediato con los conciudadanos, el municipio siempre posee responsabilidad en relación al respeto de los derechos de los niños de la ciudad. En  el Boletín Municipal del mes de mayo de 1938 consta que en la escuela municipal de nivel primario del barrio La Rural concurrían 115 alumnos y alumnas pertenecientes “…a un vecindario de gente menesterosa, en su mayor parte. De ahí que -aclaraba el escrito oficial- la acción del establecimiento tenga un carácter especial, con directa e íntima intervención del ambiente social en cuyo seno desarrolla sus actividades”.

En el documento, producido durante la Intendencia de Emilio Seydell, se dice que la  población escolar de ese establecimiento eran “Niños pertenecientes a hogares pobres…” quienes formaban “…la mesa del cuerpo escolar”.

En esa época la administración municipal le otorgó una especial importancia a su política educativa, por ello no se mantuvo al margen de la problemática en los sectores menos favorecidos, sintiendo la obligación de “concurrir a solucionar pequeños problemas hogareños, tales como la apariencia del niño, para su asistencia a clase”. Esto se tradujo en la entrega, a los chicos, de “tricotas, guardapolvos y alpargatas” con lo cual, según el mismo gobierno, “se había subvenido a uno de los renglones de la economía casera, que, de otro modo, no habría sido resuelto. En la publicación municipal se sostiene que gracias a esa acción del Gobierno local, los niños pudieron aparecer decorosamente en el desfile del 9 de Julio”.

Asistencia  escolar

Tomando los datos estadísticos de la época, puede sostenerse que aquellos niños mantenían un alto índice de asistencia a clase y escasa deserción. Es decir que continuaban sus estudios y concurrían habitualmente a clase. Por ejemplo, en los 23 días hábiles del mes de mayo, sobre un total de 115 niños inscriptos, la asistencia promedio arrojó una cifra de 107 bancos ocupados.

La importancia que se le otorgaba a lo educativo se reflejaba en esas cifras. Si bien la cantidad de alumnos que asistían a la escuela no mostraba gran variación durante el año, los números señalan que todos los meses se producían “salidas” y “entradas” de uno o dos pequeños. Cuestión que puede relacionarse con las actividades laborales de los padres y la necesidad de trasladarse a diferentes puntos de la zona rural.

El municipio aportaba libros, pan y leche

Un dato que no puede dejarse de lado, es que la administración municipal, al inicio del ciclo lectivo, realizaba una compra y entrega de los materiales necesarios para que el alumnado desarrollara sus estudios. Puede verificarse que en marzo del año que nos ocupa, el Poder Ejecutivo compró cuatro libros “Rayito de sol”, doce del titulado “Pimpollitos” y seis textos que llevaban el nombre “Batir las alas”. En diciembre de 1939, la administración local le compra a Carlos N. Andrés, 10 ejemplares del libro de su autoría “Geografía de la Provincia de Córdoba”.

Según el presupuesto de 1939, el municipio preveía el gasto de 9.650 pesos. Para tener una idea, podemos comparar este monto con los 3.360 pesos o los 12.620 previstos para el Tribunal de Cuentas y el Honorable Concejo Deliberante respectivamente. Es decir que el presupuesto municipal para esta acción educacional, representaba el 76% de lo previsto para el Concejo Deliberante de la ciudad. Por aquellos tiempos y en relación a la escuela municipal, la administración local abonaba el sueldo de la directora, dos maestras y el de una portera a la que se le proporcionaba la casa. También pagaba el alquiler del local en que funcionaba la escuela en el barrio La Rural.

Las autoridades locales también se ocupaban de la compra de útiles, la leche y el pan que consumían los niños en aquella escuela municipal que, según recuerda Bernardino Calvo en su Historia de la Educación, funcionó hasta el año 1952 cuando, a pocas cuadras, abrió sus puertas la Escuela 26 de Julio.

El municipio, responsable de la copa de leche en las escuelas

En cuanto al pan que se consumía en la escuela, encontramos que en 1939, mediante Decreto 443, el intendente Seydell compró una acción de 10 pesos a la Cooperativa de Pan Ltda. La autoridad local decidió que el municipio se convirtiera en socio de la cooperativa para dar cumplimiento a una disposición estatutaria de la misma y poder comprar allí, al mejor precio de la ciudad, el pan para la escuela al igual que aquel que se entregaba a los pobres. Los registros municipales exponen la compra de 120 kilogramos de pan por mes, y 220 litros de leche para ser ingeridos en los jarrones enlozados que también había comprado la administración de Seydell.

En relación a la copa de leche en las escuelas locales, y la decidida intervención municipal en esa práctica solidaria, podemos observar que era bastante extendida. Por ejemplo, en el mes de agosto de 1938, el municipio resuelve de manera favorable lo solicitado mediante el expediente 9.997. Allí la voz oficial dijo: “Vista la nota elevada por la Asociación Cooperadora de la Escuela Villa Emilia, solicitando un subsidio de veinte pesos m/nacional ($20 c/l) mensuales, para asegurar el servicio que se presta en el establecimiento, consistente en un vaso de leche diario a todos los alumnos, pedido que fundamenta la pobreza general del barrio en que actúa” fue otorgado.

Municipio a favor de los derechos de los trabajadores

En las cuentas municipales también se registran la compra de los materiales necesarios para “labores”. Por ejemplo en el inicio del ciclo lectivo de 1938, se asentó la compra de arpillera, lana, hilo de bordar, “hilo lonero” y “mansuk”. La política educativa local era activa y podemos suponer que los docentes municipales deben haber sentido ese apoyo. Entre los nombres de algunas de las personas que cumplieron con esa noble actividad podemos recordar a Lucrecia Caballero de Centeno, Felipe Haynes e Itala Campagna.

La administración liderada por Seydell, no solo tuvo una decidida intervención en lo que se refiere al dictado de clases en instituciones educativas municipales, también gestionó radicación de escuelas provinciales y apoyó la concreción de los jardines de infantes. Por otra parte no le fueron desconocidas las reivindicaciones de los propios maestros. En este sentido dictó el decreto Nº 304 “C” mediante el cual, subvencionó, a partir del julio de 1938, el alquiler de un local para el funcionamiento de la seccional local de la Confederación de Maestros. Subvención que fue renovada en diciembre de 1939. El municipio, favorecía de esa manera la agremiación de los docentes para que hicieran respetar sus derechos.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar