Juana Rouco Buela: Una militante infatigable

Juana Rouco Buela nace en Madrid, pero vive desde muy pequeña en la Argentina. Joven aún participa en el conflicto de la Refinería Argentina de Rosario. Allí aparece junto a las mujeres de esa empresa, reclamando y representándolas ante el Congreso de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA). Al poco tiempo ya es una de las más consecuentes agitadoras del ideario anarquista. Reina Sotillo relata que Juana se reunía en el local de Conductores de Carros, en Montes de Oca y Suárez, con “otras mujeres templadas en la lucha” entre las cuales cita a Virginia Bolten, Teresa Caporaleti, Leonor Leotar, María Reyes, Violeta García, María Colloza y Marta Newelstein.

El permanente compromiso de Juana Rouco –expresado por entonces en su intervención en la Huelga de Inquilinos de 1907- provoca su detención, siéndole aplicada la Ley de Residencia, por lo cual es desterrada. Pasa entonces a España y Francia y luego a Montevideo, donde, en 1909, participa en los reclamos a favor de Francisco Ferrer, sentenciado a muerte en España, por su lucha a favor de la escuela moderna y del ideario anarquista.

En 1911, merced al apoyo del Dr. Schiafino, hombre del Partido Radical, con el cual Juana tiene buenas relaciones políticas, logra regresar a la Argentina, estableciéndose en La Plata. Su importante intervención en la Huelga de la FORA de mayo de 1911, provoca nuevamente su detención y su expulsión a Montevideo, regresando al país, también con el apoyo de dirigentes radicales, en 1918.

Infatigable en su militancia, colabora en revistas tales como “La Nueva Senda”, “Tribuna” y “Solidaridad”, como asimismo participa en círculos feministas. Contrae matrimonio en esos años y es madre de dos hijas, pero ello no atenúa su fervor militante a lo largo de las décadas del veinte y del treinta.

Polemista, gran oradora, militante permanente en la divulgación del ideal libertario, sufre todas las vicisitudes que afectan a ese movimiento en los difíciles años de la Década Infame. Al mismo tiempo, el proceso de industrialización que empieza a desarrollarse a partir de 1935 –y las consecuentes migraciones internas- debilitan al movimiento anarquista: El artesano de la vieja época es tragado por la industria moderna. Esta causa, unida a la fuerte represión operada a partir del “Uriburismo”, motiva la declinación del anarquismo como movimiento social, aunque perduran algunos de sus intelectuales como francotiradores devotos de la idea.

En los años siguientes, Juana –que viene de vivir día a día la suerte de la RepúblicaEespañola y la lucha antifascista- no comprende el singular fenómeno que significa el peronismo para los trabajadores. “Algunos anarquistas se plegaron al nuevo movimiento gobernante” –señala Reina Sotillo, con razón-. Desde el campo intelectual, Castelnuovo, Olivari, Martínez Paiva y desde el campo obrero, luchadores como Isaías Santín. Pero ella se liga a la oposición radical y desarrolla una oposición neta a la experiencia peronista. Siendo detenida, sostiene, en 1953 que “el nombre de la Federación Obrera de la República Argentina nunca sería borrado de la mente de los trabajadores porque lo dio todo sin pedir nada y porque sus exponentes no esperaban conseguir una mejor posición económica, como sucede hoy con los que están al frente del movimiento sindical llamado CGT, que se convierten en millonarios a costa de los obreros”.

El aislamiento acerca de la experiencia concreta de los trabajadores en esa época y algunas compañías políticas inconvenientes –Balbín, por ejemplo- la alejan así de los trabajadores en esta etapa, aunque ello no impide reconocer lo mucho y bueno que había realizado en tantos años de lucha inclaudicable.

En 1964, publica “Historia de un ideal vivido por una mujer”, libro donde relata su vida de lucha libertaria. Pocos años después, en 1968 o en 1970, fallece en Buenos Aires.

(N Galasso, Los Malditos, vol. I, pág 120, Ed Madres de Plaza de Mayo)

Fuente: www.pensamientodiscepoleano.com.ar