Por Julio Fuentes*
Jaime Guzmán, el feroz jurista del Pinochetismo, creó la Constitución de 1980 como un cerrojo para evitar cambios futuros. En 1979, poco antes de la aprobación de la Constitución Pinochetista el mismo declaraba:
“La Constitución debe procurar que si llegan a gobernar los adversarios, se vean constreñidos a seguir una acción no tan distinta a la que uno mismo anhelaría, para que el margen de alternativas que la cancha les imponga a quienes juegan en ella sea lo suficientemente reducido como para hacer extremadamente difícil lo contrario”…
Diríamos a “confesión de parte, relevo de pruebas”, la Constitución Pinochetista es la cárcel de la democracia chilena.
El pueblo de Chile, sus hombres y mujeres, sus organizaciones sindicales, estudiantiles, sociales y políticas progresistas vienen librando una batalla para sacar de la cárcel a la democracia del país trasandino.
El 25 de octubre será un nuevo paso en esa tarea que se viene librando desde hace varias décadas, y deberán seguir sorteando los obstáculos que imponen la fuerza brutal de la represión y las trampas de las normas de facto establecidas en la dictadura.
Pero el pueblo de Chile está en las calles, arrancó este Plebiscito y transitará este proceso para llegar a liberar su democracia.
Esta última semana de octubre vivimos el hecho saludable para todos los pueblos de América Latina y el Caribe como lo fue el triunfo contundente e inocultable del MAS en Bolivia y que tiene que ver, sin lugar a dudas, con la continuidad de un proceso democratizador y transformador establecido en la Constitución Boliviana sancionada en el año 2009 que crea el primer Estado Plurinacional de nuestro Continente.
En nuestro Continente, desde la sanción de la Constitución Pinochetista hasta hoy se han producido más de 15 reformas constitucionales, más que en ningún otro lugar del planeta, y salvo la excepción de Venezuela, Ecuador y Bolivia, todas las demás han tenido un marcado contenido neoliberal que despoja a los pueblos del ejercicio de su soberanía.
Las experiencias de los gobiernos progresistas de principio de siglo en nuestro Continente (entiéndase Latinoamérica y Caribe) muestra los limites de avanzar en derechos sin avanzar en la organización del poder.
Esta situación revaloriza lo que nuestros hermanos y hermanas de Chile juegan este 25 de octubre: La posibilidad de golpear con fuerza al orden de facto del Pinochetismo, modelo de los procesos carceleros de la voluntad y soberanía de nuestros pueblos.
*Presidente de la Confederación Latinoamericana y del Caribe de Trabajadores Estatales (CLATE). Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA Autónoma. Secretario de Relaciones Internacionales de Unidad Popular (UP)