La fuerza del destino

Por Juan Carlos Giuliani*

La historia del 17 de octubre de 1945 la escribió el pueblo argentino en la confluencia de diversos escenarios: En la Plaza de Mayo, en los lugares de trabajo convertidos en verdaderos cabildos abiertos, en las calles de Rosario, Tucumán, el Gran Buenos Aires, la Capital Federal y otras ciudades del interior del país. Un río de obreros marchó con la firme decisión de rescatar al coronel Perón.

Fue una gesta heroica, de esas que cortan de un hachazo un presente ominoso que pasa a ser pasado para comenzar a narrar de nuevo la historia. Un acontecimiento bautismal para dar vuelta la página e instalar definitivamente la noción de que los trabajadores están dispuestos a ser los artífices de su propio destino.

Como sucediera tantas otras veces, el 17 de octubre del 45 el pueblo demostró con creces que estaba para más. Los dirigentes van a la retranca de la marea de masas que convulsiona a la Argentina de posguerra.

Según consta en actas, el Comité Central Confederal de la CGT reunido el 16 de octubre “declara la huelga general de los trabajadores en todo el país para el día 18 de octubre desde la 0.00 hora hasta las 24 horas del mismo día”.

Los hechos demostraron que el movimiento obrero asentado en el cordón industrial de Buenos Aires, Rosario, Tucumán y otras ciudades, se volcó a las calles e impuso de hecho la huelga general sin esperar la fecha fijada por la cúpula de la CGT.

No se trató, como pretenden algunos, de un hecho aislado y espontáneo. El día 13 de octubre se movilizó Rosario en los frigoríficos y en las calles de la ciudad, luego la FOTIA en Tucumán, y sigue la marcha imparable en el Gran Buenos Aires: Berisso, Valentín Alsina, Avellaneda, Ensenada, van sumando presencia obrera a paso forzado para ingresar el día 16 a la Capital Federal sobrepasando a la policía que pretendía cerrar los puentes y accesos para impedir el cruce de los trabajadores.

Es un levantamiento nacional, una rebelión popular con una masiva movilización de los trabajadores. El 17 de octubre es el resultado del conflicto social de clases que preside las luchas históricas, presentes y futuras.

La formidable movilización popular no sólo consiguió la libertad de Perón y el mantenimiento de las conquistas obreras, sino que infligió un vuelco decisivo en la situación política al ganar la iniciativa en todos los frentes y rubricar el certificado de ingreso de la clase trabajadora como protagonista sustancial de la vida política institucional de la Argentina.

El protagonismo de los trabajadores

Lo que el Irigoyenismo había concretado legitimando la participación en la cosa pública de los sectores medios urbanos y rurales, el peronismo lo reprodujo con el movimiento obrero que hasta entonces figuraba en los arrabales de los ámbitos de decisión política, social, económica y cultural de la Nación.

La gigantesca marcha fue consecuencia de la amalgama victoriosa de sonido y furia, perpetuada a lo largo de los años como el anclaje de la memoria colectiva consciente y con capacidad de intervención en una determinada coyuntura política.

Se inicia un nuevo tiempo. Se abren las compuertas de la vida pública a la participación de los excluidos, para hacer visibles a los creadores de la riqueza nacional: Es una bisagra en la historia de la clase trabajadora.

El 17 de octubre los descamisados metieron “sus patas en la fuente” de la redención, de la dignidad y la justicia social. Ese día se reveló a los ojos del poder la Argentina secreta: “Multitudes grises avanzaban como un torrente de plomo derretido, lentas, graves, concentradas en su destino…( ) era el subsuelo de la patria sublevado”, describe, con lucidez, Scalabrini Ortiz.

El Imperialismo y las clases dominantes no tuvieron olvido ni perdón con los protagonistas de semejante afrenta al régimen oligárquico. Por eso, cuando llegó el momento de la restauración conservadora una década después, la respuesta fue implacable, impiadosa, criminal.

El 17 de octubre, con los trabajadores y el pueblo en las calles; La “Revolución Fusiladora” de 1955 al servicio de los monopolios; la Resistencia Peronista protagonizada por los trabajadores y el pueblo; el “Cordobazo”, una rebelión obrera-estudiantil que desestabilizó la dictadura de Onganía y el golpe de Estado del ’76 que produjo el genocidio más brutal de la historia, marcan otros tantos capítulos del enfrentamiento inconcluso entre pueblo y oligarquía.

El 19 y 20 de diciembre de 2001 va a reaparecer la Argentina subterránea: Trabajadores, sectores medios y una avalancha de jóvenes se mezclaron en las calles y las plazas de todo el país para rescatar el sentido de pertenencia a la causa nacional y hacer tronar el escarmiento.

Para separar la paja del trigo lo primero que tenemos que tener en claro es saber cuál es la fuerza propia, distinguirla de la aliada y, con mucha más razón, de la del enemigo. No hay estrategia posible, ni tácticas coyunturales que alimenten esa estrategia, si no se diferencian las fuerzas que componen el campo popular –fuerza propia y aliada- del enemigo.

Un enemigo que sistemáticamente opera en todas las direcciones para evitar que tome altura el proyecto emancipador que apunta a construir la Nueva Argentina. Por eso es tan importante que todo lo que haya que discutir se discuta a partir de una práctica transformadora, que cuestione de raíz el discurso montado en el no se puede, la inacción, la parálisis social. Por lo tanto, conjugar teoría y práctica en la realidad cotidiana implica no perder de vista nuestra planificación común para gobernarnos.

Lo que distingue a una sociedad justa de otra desigual es la universalidad de las políticas. Mientras se prosiga con la aplicación de políticas focalizadas se reproducen la pobreza, la marginación social y el clientelismo político. Somos promotores de políticas universales, para todos. Para terminar con el hambre, la explotación, la dependencia. Para tener un destino diferente a 40 años de implantada una democracia fallida, planificada para que la mayoría de la población sobreviva a duras penas, mientras se acrecientan la concentración y extranjerización de la riqueza y el saqueo de nuestros bienes naturales.

Nadie nos regalará lo que no sepamos conseguir por nosotros mismos. La pueblada del 17 de octubre del ’45 es, para nosotros, los trabajadores, una fuente de inspiración. Esta experiencia requiere dar cuenta de la importancia estratégica del territorio a la hora de contabilizar el protagonismo popular en los conflictos sociales, de confrontación con el poder hegemónico.

Organizar esa rebeldía colectiva, canalizarla y darle un sentido superador es el mayor desafío del momento.

Vamos a disputar el Proyecto de Nación con los grupos dominantes si pasamos de administrar lo posible a construir las transformaciones necesarias para restaurar la Justicia Social y devolver la felicidad a nuestro pueblo. Para ello, es menester poner en la cancha una fuerza política integral que se plantee gobernar nuestro destino de Patria Soberana.

*Periodista. Escritor. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba

Fuente: www.retruco.com.ar