La lucha por la libertad

MEMORIAL DEL PUEBLO

OPINIÓN

El 28 de enero de 1825, moría apuñalado en Lima Bernardo de Monteagudo.

Por Juan Carlos Giuliani*

Reinventar la democracia nos obliga a recordar que la superación del capitalismo no será posible si no creamos otras formas de democracia que superen el formal y raquítico molde actual y provean de fuertes componentes de protagonismo popular al quehacer cotidiano de la cosa pública. El proceso de descolonización de nuestras naciones va de la mano de la autodeterminación de los pueblos.
Los movimientos sociales del Tercer Mundo han aprendido en carne propia que hay que comprometerse con una ruptura del actual estado de cosas, y el único modo es cambiando las formas de producción, es decir, cambiando el capitalismo. En ese camino, la agenda de temas prioritarios son la distribución de la riqueza, la democracia participativa, la soberanía sobre los bienes comunes, los derechos de la tierra, la soberanía alimentaria y la integración Sur-Sur. Lo que nuestros pueblos originarios denominan el buen vivir.
La lucha por la libertad abarca dos planos complementarios e inclusivos: La liberación nacional y social. Un mandato irresuelto que proviene de los orígenes de nuestra historia emancipadora.
Bernardo de Monteagudo es una figura señera de nuestra historia. Vinculado con el sector más radical del movimiento independentista, la academia ha tratado de opacar su influencia en el devenir de nuestra Nación. A los 19 años fue uno de los líderes de la Revolución de Chuquisaca del 25 de mayo de 1809, un año antes que la Revolución de Mayo, de cuya proclama fue el redactor. En 1811, fue autor del primer proyecto de Constitución para las poblaciones que luego constituirían Argentina, Bolivia y Uruguay. Militó en el mismo sector revolucionario que Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Bolívar.
Acompañó a José de San Martín como auditor del Ejército de los Andes y redactó el Acta de la Independencia de Chile que firmó Bernardo O’Higgins en 1818. En Perú, fue ministro de Guerra y Marina y, posteriormente, también ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de San Martín, durante el primer gobierno independiente de ese país. Luego del retiro de San Martín, fue colaborador del libertador Simón Bolívar. Para entonces había desarrollado una visión americanista de la revolución, que lo llevó a proponer y diseñar la organización de una gran Nación Hispanoamericana.
El sueño de Monteagudo fue semejante al propósito de Bolívar, quien organizó el Congreso Anfictiónico de Panamá para establecer una Confederación Hispanoamericana. Fundó y dirigió periódicos emancipadores en tres países: “La Gaceta de Buenos Aires”, “Mártir o Libre” y “El Grito del Sud”, en Argentina; “El Censor de la Revolución” en Chile, y “El Pacificador” en el Perú. Monteagudo fue asesinado en Lima a la edad de 35 años.
Estando en el Alto Perú, Juan José Castelli, enviado de la Primera Junta de Gobierno patrio, decidió convocar a festejar el primer aniversario de la Revolución de Mayo, en el Tiahuanaco, lugar sagrado que la cultura aymara considera el origen de su pueblo, el mismo donde casi 200 años después Evo Morales juró como presidente de Bolivia.

La proclama, fechada en el Cuartel General del Ejército Auxiliar y Comisionado de la Libertad en Tiahuanaco, 25 de mayo de 1811, que lleva las firmas de Castelli y Bernardo de Monteagudo y que ha sido deliberadamente ocultada por la historia oficial rezaba: “Ordeno que siendo los indios iguales a todas las demás clases en presencia de la ley deberán los gobernadores intendentes con sus colegas y con conocimiento de sus ayuntamientos y los subdelegados en sus respectivos distritos del mismo modo que los caciques, alcaldes y demás empleados dedicarse con preferencia a informar de las medidas inmediatas o provisionales que puedan adoptarse para reformar los abusos introducidos en perjuicio de los indios aunque sean con el título de culto divino promoviendo su beneficio en todos los ramos y con particularidad sobre repartimiento de tierras, establecimiento de escuelas en sus pueblos y exención de cargas o imposición indebidas […] Últimamente declaro que todos los indios son acreedores a cualquier destino o empleo de que se consideren capaces del mismo modo que todo nacional idóneo sea de la clase y condición que fuese, siempre que sus virtudes y talentos lo hagan digno de la consideración del gobierno […] que en el preciso término de tres meses contados desde la fecha deberán estar ya derogados todos los abusos perjudiciales a los Naturales y fundados todos los establecimientos necesarios para su educación sin que a pretexto alguno se dilate, impida o embarace el cumplimiento de estas disposiciones”.

En 1812, Monteagudo escribe en “Mártir o Libre”: “Nadie, nadie es capaz de cortar el progreso de nuestra revolución: los siglos anteriores la preparaban en silencio, el estado general del globo político indicaba la necesidad de este acontecimiento, y en los decretos del tiempo estaba señalado el período que debía durar la esclavitud en las regiones del nuevo mundo. La sagrada tea de la libertad arde ya por toda la América. Todo coadyuva el voto universal de los hombres libres, y esas mismas convulsiones que comprometen la suerte de los más interesados en el bien público, minan sordamente las bases de la tiranía, descubriendo héroes ciudadanos que confundan al mercenario egoísta, humillen al furioso liberticida y arranquen del seno de la muerte la patria tiranizada”.
*Vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA Autónoma Río Cuarto. Congresal Nacional de la CTA-A por la Provincia de Córdoba