La muerte de Blaquier: La amargura de la impunidad

En la sede del Ingenio Ledesma hay un edificio en el que residen los administrativos de la empresa: “La Rosadita”. Una réplica pequeña de la sede de la Presidencia de la Nación. Un símbolo del pensamiento de Carlos Pedro Tadeo Blaquier.

Por Carlos Del Frade

Las presidentas y los presidentes argentinos son más chicos que el poder feudal de los fundadores del Ingenio que en las noches carnívoras del 26 al 30 de julio de 1976, apagón mediante en los pueblos de Libertador General San Martín y Calilegua, ordenaron la desaparición de trabajadores. El terror del apagón y la posterior ausencia de los delegados era la repetición del mito de “El Familiar”, el perro sanguinario que siempre se devoraba, en determinadas noches, el cuerpo y el alma de los cañeros rebeldes.

Desde finales de los años ochenta del siglo diecinueve, los empresarios de los ingenios habían difundido la leyenda del “Familiar”, el monstruo que se alimentaba de trabajadores contestatarios.

Blaquier murió impune, demostrando que una cosa son los desaparecedores que torturaron y se mancharon las manos con la sangre de las personas desaparecidas y otra cosa son los verdaderos titiriteros de estas marionetas siniestras, los responsables del poder económico que impusieron la necesidad del terrorismo de estado para reemplazar la producción por el sistema financiero y el reforzar el rol de semicolonia para demoler los derechos laborales y eliminar la necesidad de la soberanía económica. La amargura de la impunidad demuestra la presencia de los intereses desaparecedores en la Argentina que este año recordará los 47 años del inicio de la última dictadura.

Siguen vigentes 500 leyes desde entonces, entre ellas la Ley de Entidades Financieras y las que protegen a las empresas extranjeras para hacer cualquier cosa en el país. Blaquier no respondió por “La Noche del Apagón” ni por sus crímenes de Lesa Humanidad.

Alguna vez la democracia argentina eliminará la amargura de la impunidad cuando meta presos a los delincuentes de guante blanco que impusieron el baño de sangre contra toda una generación.

Mientras tanto, allí en el norte profundo argentino, “La Rosadita” sigue demostrando que la política es mucho más pequeña que el poder económico representado en el señor Blaquier.

Ilustración: Jericles

Fuente: www.elargentinodiario.ar