La virtualidad como herramienta del aprendizaje o excusa privatizadora

Por Luis Tiscornia*

La  enseñanza virtual, un recurso que permitió mantener el ciclo académico en pandemia, también afectó derechos laborales de los docentes a partir del sobre trabajo, mientras una franja del estudiantado no  accedió a los mínimos elementos tecnológicos. Frente a quienes ya esbozan un nuevo  modelo de enseñanza basado en la virtualidad, el autor observa que su generalización, entre otras consecuencias, implicaría un duro golpe  a la territorialización de las universidades públicas.

El tema del retorno a las clases presenciales en los niveles primario, secundario y terciario se instaló como  tema de debate nacional.

Hipócritamente, desde el macrismo y los sectores económicos más concentrados o la derecha en términos políticos generales, se embanderan con “la vuelta a clases” como eje político. Desde el inicio de la pandemia, coherente con su política de  priorizar la economía por encima de la salud y combatir en toda su línea las medidas sanitarias,  en sintonía con los Trump y Bolsonaro.

Pretenden montarse en una necesidad popular, que es que las escuelas estén abiertas, polarizando falsamente entre volver o no volver a clases.

El tema de fondo es cómo y cuándo volver a la presencialidad y qué es lo que hay que hacer para concretarlo. Las condiciones son que no afecte a la lucha general contra la pandemia que todavía se está transitando, y no agrave los riesgos sobre docentes, no docentes y estudiantes.

La aplicación y cumplimiento de los protocolos, discutidos con la comunidad educativa, que implican esencialmente el distanciamiento en el aula, la provisión de los elementos sanitizantes y de higiene y las obras básicas de infraestructura que garanticen la ventilación adecuada en las aulas, baños en condiciones y limpieza en las escuelas, son parte de las cuestiones básicas a cumplimentarse. Por otro lado debe garantizarse el respeto a las condiciones laborales de las y los docentes. Por supuesto la vacunación de docentes y no docentes será un salto cualitativo en este camino.

En las universidades en el nivel de grado el interés de los sectores más reaccionarios es continuar, profundizar y estabilizar la virtualidad como mecanismo de mercantilización de la educación superior.

Docentes trabajando durante la pandemia. Fuente: Prensa CONADU Histórica

La frase “la virtualidad llego para quedarse” empezó a resonar desde el inicio del cierre de las universidades por la cuarentena en marzo del 2020. Comienzan a teorizarse modelos nuevos de enseñanza postpandemia con denominaciones del tipo “presencialidad mediada por el uso de plataformas”. Se llegó a decir que la enseñanza virtual democratiza la enseñanza al permitir que los estudiantes de bajos recursos tengan más acceso a la misma al ahorrarse gastos de traslado y alojamiento al estudiar desde su casa.

El cierre de las universidades por la cuarentena, medida sanitaria necesaria e imprescindible, implicó que los docentes fuimos empujados abruptamente a desarrollar una modalidad de enseñanza para la cual no estábamos capacitados. Las acciones de capacitación fueron claramente insuficientes y lógicamente sobre la marcha.

Se mantuvieron las clases durante todo el año 2020 a partir del esfuerzo  de los y las docentes que trabajaron desde sus hogares, corriendo con los gastos de conexión a internet y con sus propios medios tecnológicos y en muchos casos con situaciones de sobretrabajo importantes. No es solo educación a distancia, sino también teletrabajo.

Esto no fue reconocido suficientemente desde el gobierno. De hecho la docencia universitaria sufrió en el año 2020 un deterioro salarial frente a la inflación de alrededor del 20 %.

La modalidad de enseñanza virtual si bien permitió mantener en lo esencial el ciclo académico, implicó la afectación de derechos laborales de la docencia con el sobretrabajo, sin el reconocimiento de gastos extraordinarios por el trabajo remoto y el deterioro salarial.

Los derechos estudiantiles también fueron afectados, pues una franja de los mismos no tuvo acceso adecuado a las conexiones de internet y no contaron con los mínimos elementos tecnológicos como una computadora. Una parte de los estudiantes estudió sólo desde un celular. Hubo importantes índices de abandono en el primer año en muchas carreras.

Se afectó la calidad académica general, pues muchas actividades como prácticas de laboratorio, de campo y en el aula no se pudieron realizar. No es posible la formación adecuada de profesionales en la gran mayoría de las disciplinas sin la relación presencial. Y esto es válido no sólo para las disciplinas denominadas duras o técnicas sino también para las sociales. Hoy se cuestiona la división tradicional entre teoría y práctica en el conocimiento. Si el aprendizaje es una construcción social, el trabajo grupal pasa a ser central, no es deseable entonces ir a procesos donde el estudiante se aísle cada vez más, no sólo con no tener contacto presencial con los y las docentes sino tampoco con sus pares (Kaplún G., 2005).

Justamente experiencias avanzadas de cambios en las currículas de las carreras en los últimos años jerarquizan la generación de actividades pedagógicas basadas en el contacto directo del estudiante con la realidad con la cual van a interactuar como profesionales desde el inicio de la carrera. Estos desarrollos interesantes se han dado en carreras como Agronomía, con el contacto directo al inicio de la carrera con los sistemas productivos y los diversos sujetos sociales agrarios o en medicina con los sistemas de salud  por citar solo unos ejemplos.

Por otro lado la modalidad virtual implica un ahorro de recursos muy importante a las Universidades. Además de ahorro de las instituciones hay un traslado de los costos hacia los estudiantes y docentes. Se “cumplió” con el año académico con las universidades cerradas, con muy pocos gastos de funcionamiento, edilicios; ni hablar de gastos de prácticas de laboratorio, viajes de estudio, entre otros.

Fuente: CONADU Histórica

La educación superior es un gran negocio y un mercado muy importante a nivel mundial. El crecimiento de las universidades privadas, el arancelamiento de los estudios de grado incluso en las universidades estatales de muchos países, implica un movimiento de capitales muy relevante.

A su vez el tipo de formación de los futuros profesionales es un tema de gran disputa. Las clases dominantes se garantizan la formación de profesionales a su medida, técnica e ideológicamente, en las universidades privadas y permanentemente influencian para imponer  políticas educativas para lograrlo en el sistema educativo estatal.

La generalización de las modalidades virtuales permitiría la deslocalización de la enseñanza tanto desde el lado estudiantil como desde los docentes dándole un golpe fuerte a la territorialización de las universidades.

La concepción de una universidad integrada en su enseñanza, investigación y extensión a cada una de las regiones donde está inserta queda gravemente afectada si con la generalización de “la virtualidad” tanto el docente puede dictar sus clases viviendo en cualquier lugar del país o incluso del extranjero y el estudiante tomar sus clases en cualquier lugar del país e incluso del extranjero.

La radicación de universidades en las distintas regiones del país y el dictado de carreras en distintas áreas de cada región tiene un gran  valor centrado en la integración local y regional de la enseñanza, investigación y extensión, no solo en el acceso de los jóvenes a los estudios sino también en el desarrollo económico, social y cultural de cada región que implica la radicación de docentes, no docentes y estudiantes localmente. La generalización de la modalidad virtual o a distancia en los estudios universitarios favorece a las universidades centrales o más grandes y “prestigiosas” y al vaciamiento de las regiones pues la cercanía e inserción regional pierde valor.

En nuestro país producto de las luchas de décadas del pueblo argentino la enseñanza universitaria es gratuita, o para mayor precisión no es arancelada, y el ingreso es fundamentalmente irrestricto.

El sistema universitario estatal argentino está compuesto por 61 Universidades Nacionales en las cuales estudian más de un millón setecientos mil alumnos y trabajan ciento cincuenta mil docentes  y unos cincuenta mil no docentes. El 80 % de los estudiantes cursa en universidades estatales y solo el 20 % en universidades privadas. En muchos países la cantidad de estudiantes en las universidades privadas es claramente superior a la cantidad que estudian en las estatales.

En Brasil estudian ocho millones quinientos mil jóvenes en la universidad pero el 75 % de ellos lo hacen en universidades privadas y solo el 25 % en universidades estatales (Shuartzman S., 2020).

En Perú el 72 % de los universitarios lo hace en las privadas. En Chile el 85 % de los estudiantes universitarios lo hace en universidades privadas y el arancel promedio tanto en las estatales como en las públicas es de aproximadamente 7.600 dólares por año (OEI, 2019).

Por lo tanto en al argentina es un objetivo muy deseado de las clases dominantes subordinar plenamente a sus políticas a la universidad estatal y hacer crecer al sistema de universidades privadas. La generalización de la modalidad virtual sería un gran aliciente que les permitiría a las privadas competir más eficientemente con la estatal.

En  las universidades han anunciado la continuidad de los cursados en forma virtual por lo menos durante el primer semestre del 2021 y solo la implementación de actividades presenciales ligadas a trabajos prácticos de algunas disciplinas y en algunos casos tomas de exámenes.

Por ahora se puede decir que es una decisión razonable, pues con las aulas actuales manteniendo el distanciamiento de los estudiantes solo podría albergarse a una parte minoritaria de los mismos.  Son más de  dos millones de estudiantes, contando también los de las universidades privadas, con circulación entre provincias en muchos casos. Cuando en el nivel primario y secundario la circulación es a nivel de barrio o de ciudad.

La vuelta a la presencialidad plena en las universidades es inviable hoy. Por lo menos hasta que  esté la vacunación general de docentes y no docentes y las condiciones sanitarias generales del país o de las regiones mejore.

Sin embargo la decisión de continuar los cursados en forma virtual y limitar las actividades presenciales casi a un mínimo puede ser también, en algunas autoridades universitarias, continuar con la comodidad de lo virtual que permite un gran ahorro de recursos y apostar a mantener la virtualidad como proyecto vertebrador de la enseñanza coincidiendo con las presiones y tendencias a la mercantilización de la educación superior.

La frase de la declaración del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) sobre el tema, con la formulación “son aprendizajes que llegaron para quedarse”, haciendo referencia a la virtualidad durante el año 2021, puede ser una concesión a estas presiones.

No está en discusión que todas las innovaciones tecnológicas y metodológicas en la enseñanza las incorporamos en la docencia.  Además, en general, esto es a costa del  propio esfuerzo económico y académico de las y los docentes. Lo que está en discusión es el rumbo.

Fuente: CONADU Histórica

Es justo avanzar y reclamar que con las condiciones  sanitarias y la discusión colectiva con los gremios docentes, no docentes y estudiantiles, como parámetro en las tomas de decisiones, se avance lo más que se pueda en la vuelta a actividades presenciales y se garanticen las necesidades de conexión y medios tecnológicos a docentes y estudiantes en las  actividades de enseñanza mientras se mantengan en la modalidad virtual.

Cómo transitamos esta etapa y cuál será el rumbo pospandemia es probablemente uno de los ejes de disputa entre los proyectos reaccionarios y los proyectos populares en las  universidades.

*Secretario General de la Federación Nacional de Docentes, Investigadores y Creadores Universitarios (CONADU Histórica-CTAA). Profesor Titular Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional del Comahue.

Fuente: www.revistalamarea.com.ar