Por la segunda y definitiva Independencia

OPINIÓN

Por Juan Carlos Giuliani*

El 9 de julio de 1816 los congresales reunidos en Tucumán aprobaban la Declaración de la Independencia de nuestro país de España y, diez días más tarde, el 19 de julio, el diputado por Buenos Aires Pedro Medrano hizo aprobar un agregado a la fórmula de juramento que decía: “y de toda otra dominación extranjera”. Una bandera a defender más que nunca en el contexto actual

Para el General San Martín se trataba de un requisito indispensable para su plan de iniciar una ofensiva en gran escala para liberar otras regiones de Sudamérica.

San Martín, Gobernador de Cuyo, desde su campamento de Mendoza donde se encontraba alistando el Ejército Libertador, cumplió un rol esencial a través de cartas que envió a Tomás Godoy Cruz, diputado por la provincia de Mendoza, para que, ni bien instalado el Congreso, procediera sin más trámite a declarar la Independencia de España y de toda potencia extranjera.

Hace tres años atrás,  el acto central por el Bicentenario de la Declaración de la Independencia Nacional fue encabezado por el presidente Mauricio Macri, exponente genuino de las clases dominantes sometidas al poder de las corporaciones transnacionales, titular indiscutible de este gobierno de los patrones. En esa ocasión, Macri invitó al Rey de España para los festejos del 9 de Julio. La humillación al Pueblo, la Nación y la Historia es perpetrada sin anestesia por los dueños de casi todas las cosas.  Bajo disfraces de ocasión, la concepción servil y dependiente hacia el Imperio que guía el accionar de la oligarquía cipaya sigue vivita y coleando a esta altura del siglo XXI.

Los portavoces del poder operan todos los días sumando confusión a la desorientación reinante, desvando la mirada hacia cuestiones secundarias y escamotean el debate de la contradicción principal que, hoy como ayer, sigue siendo Liberación o Dependencia.

En el primer Gobierno de Perón, el 9 de julio de 1947, se promulgó en la misma Casa histórica de Tucumán donde se había declarado en 1816 la Independencia Política, el Acta de la Independencia Económica.

“En la benemérita y muy digna ciudad de San Miguel de Tucumán, a nueve días del mes de julio de mil novecientos cuarenta y siete, en celebración del centésimo trigésimo primer aniversario de la Declaración de la Independencia política sancionada por el Congreso de las Provincias Unidas reunido en mil ochocientos dieciséis, se reúnen en acto solemne los representantes de la Nación en sus fuerzas gubernativas y en sus fuerzas populares y trabajadoras, para reafirmar el propósito del pueblo argentino de consumar su emancipación económica de los poderes capitalistas foráneos que han ejercido su tutela, control y dominio, bajo las formas de hegemonías económicas condenables y de los que en el país pudieran estar a ellos vinculados”, reza un tramo del Acta de la Independencia Económica.

Y en su Preámbulo afirma: “Nos, los representantes del pueblo y del gobierno de la República Argentina, reunidos en Congreso Abierto a la voluntad nacional, invocando la Divina Providencia en el nombre y por la autoridad del pueblo que representamos, declaramos solemnemente a la faz de la tierra la justicia en que fundan su decisión, los pueblos y gobiernos de las provincias y territorios argentinos, de romper los vínculos dominadores del capitalismo foráneo enclavado en el país y recuperar los derechos al gobierno propio de las fuentes económicas nacionales. La Nación alcanza su libertad económica para quedar, en consecuencia, de hecho y de derecho, con el amplio y pleno poder para darse las formas que exijan la justicia y la economía universal, en defensa de la solidaridad humana”.

A 72 años de aquella declaración donde se reafirmaba la voluntad de ser económicamente libres, como hacía ciento treinta y un años  atrás los congresales de Tucumán habían proclamado ser políticamente independientes, la democracia neocolonial que rinde tributo a los factores de poder real -sustentada por el sistema político demoliberal- consolida la perspectiva de un país dependiente.

El modelo extractivista de reprimarización de la economía; el “industricidio”; la destrucción de las fuerzas de la producción y el trabajo; el brutal achicamiento del mercado interno por la apertura indiscriminada de las importaciones; el endeudamiento; la concentración y extranjerización de la riqueza, son apenas los rasgos distintivos que sirven para describir la crisis fenomenal que pagan los que menos tienen y que hace estragos en el pueblo sufriente, merced a la explotación, el saqueo y la entrega de Soberanía Nacional.

Como bien lo señala el compañero Claudio Lozano: “En el marco del derrumbe económico y social que vive la Argentina, el análisis de los balances de las 53 empresas que cotizan en Bolsa arroja resultados que confirman la brutal desigualdad con la que se despliega la crisis hoy en nuestro país. Los resultados evidencian el avance en la concentración de la economía y la expansión de los beneficios de las firmas como resultado de la especulación financiera, la devaluación y la permisividad tributaria del Estado”.

A más de 200 años de la Declaración de la Independencia, nuestro rol como clase trabajadora sigue siendo, hoy más que nunca, promover la unidad del Movimiento Popular, apuntalar la reconstrucción de un nuevo Proyecto de Emancipación y luchar contra los falsos profetas que –ora a través del relato, ora a los palos- pretenden disciplinar a los que cuestionamos de raíz la injusticia social y la explotación del hombre por el hombre.

*Vocal de la Comisión Ejecutiva Regional de la CTA Autónoma Río Cuarto. Congresal de la CTA-A en representación de la provincia de Córdoba