Los chicos del acampe

Por Alfredo Grande

“Se trata de una sociedad que se protege de sus chicos en lugar de protegerlos”, afirma Alberto Morlachetti, coordinador nacional del Movimiento de los Chicos del Pueblo, al ser entrevistado por Página 12. “El objetivo de la marcha es destacar que el hambre y la pobreza son delitos y que hay que detenerlos sí o sí”, sostuvo. “En la Argentina ocurre una gran paradoja –agregó–. Un país que puede producir alimentos para 300 millones de personas, y que tiene el 70 por ciento de sus niños bajo el nivel de pobreza, se constituye en una tragedia perfectamente evitable y la magnitud del delito es mucho mayor. Uno ve la ignominia del hambre tallada en el cuerpo, lo hace ser de una forma muy particular”.

También dejó en claro, refiriéndose a una realidad no siempre vista, que “cuando una persona dice que un chico es violento no se da cuenta de que ese chico ve al hermanito más chico y a la madre llorando y no puede soportarlo y sale a la calle a buscar el pan a cualquier precio… El error del adulto es no entender esa realidad”.

Las Marchas de los Chicos del Pueblo empezaron, aunque pueda equivocarme, en el 2001. El río místico, como lo definiera Carlos del Frade, tuvo un caudal enorme de la mejor de las militancias: cuando se interpela al sistema y no solamente a los efectos peores del sistema. Esos chicos del pueblo no eran locos bajitos, ni consumidores de la basura industrial que se fabrica para atontarlos. La idea de que un niño, niña, sea un sujeto político es un acto revolucionario. Porque no se trata de observar la realidad, ni de denunciar la realidad, ni de quejarse de la realidad, ni de protestar contra la realidad. Es intentar una y otra vez, transformar la realidad.

Porque la única verdad es la transformación revolucionaria de la realidad. Más de 20 años después, esos chicos están olvidados hasta por el pueblo. Porque el pueblo ya no quiere saber de qué se trata, sino quiere saber cuándo le pagan y cuánto le pagan.

Los denominados planes sociales son en realidad un soborno que el Estado que quita y devuelve devaluado. Porque no es el gobierno quien paga. Los planes sociales son financiados por muchos de los que los reciben. Entre otras formas, los impuestos al consumo. Necesidades básicas siempre insatisfechas que, para satisfacerlas en forma parcial, no están exentas de la usura del impuesto al valor agregado.

El chico del acampe no es el chico del pueblo. Un acampe es una instalación. Un estado. Una permanencia. Es una mística también. Pero no es un río. Cuando se levante el acampe, quedará sepultado en la memoria histórica y será aniversario. Ni el Congreso ni la Casa Rosada están lo suficientemente cerca de la 9 de Julio. En las marchas de los Chicos del Pueblo, creo que era otro pueblo. Había conciencia de que se vayan todos, o sea, de que se vaya todo y pueda advenir algo nuevo y bueno.

En ese corredor entró el Frente para la Victoria. Su profecía de capitalismo serio más derechos humanos colapsó. Por eso Macri fue consecuencia y no causa. Y una consecuencia que todavía no es reparada. Casi diría, bueno, lo digo, el antimacrismo es funcional al modelo conservador. Y represor.

Ya empiezan las propuestas anti piqueteras y diversas formas de solución final. Expresadas en uno de los poderes del estado que es la red Twitter. Las derechas no tienen pudor en dar el paso al fascismo. No sólo porque están asustadas. Sino porque están cebadas y no pueden cambiar la opulencia de su dieta.

De los chicos del acampe a los chicos del pueblo hay una capacidad reparadora que pienso debe ser considerada. Varias generaciones de madres y padres anestesiados y desesperados. Terrible combinación. El único futuro promisorio depende del azar, del arte, del deporte y del narco.

El mundial próximo va a blanquear a un régimen totalitario. O sea que este año estará dedicado a la pasión de las multitudes. Que no es la revolución, sino ser campeón.

Nuevos chicos del pueblo, nacidos en las catástrofes políticas económicas que supimos conseguir y no pudimos revertir, serán los que construirán otro pueblo.

Entonces los chicos con pueblo que quiera saber, que decida construir poder revolucionario, serán un río místico. Además de un deseo, es una profunda convicción.

Entonces el adulto entenderá esa realidad como profetizara Alberto Morlachetti.

Fuente: www.pelotadetrapo.org.ar