Peripecias de una caravana inolvidable (Episodio II)

Por Marcelo Paredes*

Como en el Dakar

La emoción estalló en los 13 cuando Evo cruzó el puente. Los periodistas del grupo en la misma frontera a los codazos por una buena foto… y los ojos brillosos. El resto -mezclado entre bandas musicales, mineros, mujeres de pollera, niños con bicicleta y miles de banderas wiphalas, bolivianas y del MAS- hacía flamear sus paraguas de ATE y los trapos de la CTAÁ en la marea humana que acompaño a Evo hasta la plaza de Villazón, donde fue el acto principal.
Y, ¿Quién iba cuidando las espaldas de Evo y García Linera, cuál seguridad privada, durante las 5 cuadras? Leo Vásquez, quién con la contraseña “Delegación internacional” cruzaba todas las barreras.
Allí fue donde chiflaron al alcalde, que había sido tan buen anfitrión con nosotros, y luego fueron invitados a un almuerzo en la Federación de Maestros Rurales donde se sacaron la primera foto con Evo, con un cholulismo inocultable.
A la salida, comenzaba oficialmente el viaje de la caravana desde la altura y el frío del sureste hasta el trópico de llanura, selva y calor. Y la verdadera odisea también.
El veterano periodista pasó por el baño solo unos minutos y al salir a la puerta de la sede de los maestros, ya no estaba ni la combi ni la caravana oficial ni nadie. Se habían ido y lo habían dejado pensó en ese momento aciago, pero no perdió el control.
De pronto un mensaje y en seguida un encuentro. Leo (guardaespaldas de Evo y chofer suplente flojo de papeles) se había bajado de la combi para esperarlo mientras ésta partía rauda para no perder su lugar de privilegio en la caravana.
Luego, las puteadas de rigor y una chata de la agrupación Quebracho que aparece de la nada. Gritos, explicaciones y una rápida subida a la caja hasta alcanzar a la combi. Problema solucionado.
Lo que no sabían era que la caravana se había visto obligada a elegir un camino alternativo porque la ruta estaba bloqueada por la oposición al MAS y al regreso de Morales.
El camino elegido: Una ruta de montaña, un camino de tierra plagado de curvas y precipicios en el medio de la nada.
El mismo que se había usado años atrás para el Rally Internacional Dakar, ni más ni menos.
Fueron cuatro horas de pesadilla para los que iban en la combi (dos vomitaron) y, un poco más, para los que iban en la caja del camión masticando polvo. El Pelado de AAPM, siempre temeroso de lo que no controlaba, se pasó todo el viaje alertando a Christian, el chofer, sobre los vaivenes del camino al grito de “Warning”. Que quiere decir “cuidado”, para los que no saben inglés.
Finalmente, la comitiva se reagrupó en Tupiza, donde la tensión política obligó a suspender el acto previsto, y siguió camino vadeando el río del mismo nombre para ir a Uyumi, donde haría noche.
Al llegar a Atucha, en el medio del camino, su periplo fue frenado por los propios partidarios de Evo que lo esperaban con un acto sobre la ruta misma. No había forma de pasar y estaban obligados a resolver el tema del alojamiento de esa noche.
Alguien aconsejó volver al cauce del río Tupiza, para buscar la ruta nuevamente, y así se hizo hasta que las ruedas se enterraron hasta la verija en la arena.
Se hizo de noche y todas las posibilidades de ayuda manual habían fracasado; un coro de bolivianos desde un puente, entre chistes y buenos consejos, se hacía un festín y a Christian le subía la presión. El pronóstico era negro y todos miraban el suelo cuando una 4×4 (“Dios las tenga en la gloria”) se apiadó y con una cuerda los sacó volando.
Los cantos de alegría y algún corte de manga a los chistosos del puente fueron la antesala de la llegada al hotel con cierto tiempo para bañarse y comer con tranquilidad. Mientras tanto Evo había terminado su acto en Atucha y se encaminaba a la turística Ayuni a dar el último esfuerzo pasado la medianoche.
*Escritor. Director del periódico “El Trabajador del Estado”. Responsable de CTA-A Ediciones