¿Qué epidemia nos hará más daño?

Por Rodolfo Torres Aliaga*

Algunos amigos me han pedido opinión sobre tema Coronavirus. No soy epidemiólogo científico ni académico sólo un médico que ha trabajado por décadas en Salud Pública y en uno de los lugares más pobres del país. Es difícil decir algo estando saturados de mensajes, pero pocos hablan de esa otra epidemia que considero más peligrosa que el virus: La estrategia dominante para detenerlo con fuerte restricción de libertades, persecución y delación inspirada en metáforas de guerra.

Sobre el Covic-19 lo más importante a decir que es un virus poco conocido que afecta vías aéreas y aparato respiratorio, tiene un alto grado de infectación o contagio y baja mortalidad. Como todas las epidemias virales con las que convivimos muchos años y dieron lugar a epidemias en otras épocas, tiene patrones comunes: Los casos graves y de mayor mortalidad se dan en poblaciones inmunodeprimidas, mayores y personas con patologías crónicas, aquellos con pocas defensas mal alimentadas o deficientes condiciones de saneamiento ambiental. Por el contrario, los niños, jóvenes y adultos sanos en la mayoría de los casos las cursarán como enfermedades leves sin complicaciones ni secuelas.

Tal como ocurre en todas las enfermedades trasmisibles la mejor forma de prevenirlas son los hábitos personales, condiciones de higiene y buena alimentación. Y la manera más efectiva de neutralizar su riesgo futuro es que la mayor parte de la población alcance una inmunidad natural (porque se enfermaron y curaron o fueron portadores sanos del virus ya que no presentaron síntomas) o tengan las vacunas que inmunizan artificialmente

Para quienes creen que hay que aguantar hasta que se encuentre la vacuna para este virus, vale recordar que para que ella sea efectiva, tiene que estar vacunado más del 85% de la población. (No sólo los grupos de riesgo como refieren algunos).  Y mientras exista el riesgo de contagio lo más importante es el acceso oportuno a servicios sanitarios básicos (profesionales y análisis para un diagnóstico precoz de posibles enfermos) más el aislamiento de los enfermos y portadores sanos.

Es bueno recodar que a todas esas medidas (tanto o más importantes que los respiradores o camas de terapia que preocupa a muchos), la mayor parte de la población no tiene acceso oportuno para esta o cualquier enfermedad (situación que aflige a pocos).

La otra epidemia invisibilizada y considero más grave o de peores consecuencias que el virus es la principal estrategia adoptada y aceptada para enfrentarlo. El eje del supuesto protocolo es la prohibición: No podemos saludarnos como antes, no hay posibilidad alguna de reuniones o encuentros familiares, no se puede trabajar, salir de la casa, hacer deportes, circular en autos ni caminar. Pueden traerse argentinos desde el exterior, y no pueden regresar a sus hogares quienes tuvieron la desgracia de estar en otro lugar a la hora señalada. Se arman barricadas en todas las rutas y ciudades con Fuerzas de Seguridad, Ejército, Gendarmería y hasta empleados municipales devenidos en única autoridad para permitir excepciones de acuerdo a su criterio e interpretación de la norma.

Con el apoyo mayoritario de medios de comunicación se decide y persigue a quienes no cumplen esas prohibiciones, promoviendo delaciones, detenciones, retenciones de vehículos de todos aquellos devenidos en peligrosos. Olvidamos que aislar e impedir totalmente la circulación de personas sanas que pueden generar inmunidad, sólo retrasará la defensa de todos en el futuro.

Se prohíben actividades habituales que con las precauciones del caso como las que se toman para aquellas permitidas, son fundamentales para la salud inclusive de quienes se quiere proteger. Consecuencia buscada o no es entre otras, la parálisis del normal funcionamiento de los servicios sanitarios que a la espera de casos de Coronavirus -aún donde no hubo ningún caso- clausuran consultorios y servicios o ponen barreras para la atención oportuna de otras dolencias, causa de secuelas y mortalidad sobreagregada como ocurre en otros países. Entre nosotros esto afecta especialmente a los adultos mayores que no encuentran turnos, asistencia, ni cubren otras necesidades básicas para su salud.

Me ha tocado como médico enfrentar epidemias que matan a más personas, o dejan peores secuelas: Sífilis, tuberculosis, paludismo, sarampión, tos convulsa, chagas, poliomielitis, dengue, cólera, parasitoris e inclusive infecciones respiratorias en niños tanto o más graves que las que produce hoy el Covic-19. Debimos asistir problemas sanitarios causa de muchos sufrimientos como la desnutrición y mortalidad infantil evitable; y en algunas oportunidades agobiados por el fracaso de no poder evitar tantos males o guiados por falsas hipótesis (la gente tiene la culpa), recurrimos o estuvimos tentados de apelar a prohibiciones, pero tenemos múltiples ejemplos de que por ese camino poco se consigue.

Aprendimos que la imposición es un camino de escaso y corto alcance cuando se busca que la gente cuide su salud de la manera que los especialistas entendemos como mejor. Parece un despropósito pretender más salud a costa de ignorar la dignidad y libre decisión de las personas, además de tener peores consecuencias. Y no me refiero sólo a lo económico que dicen no priorizar, como si la salud no dependiera también de poder trabajar.

En temas personales de salud, restringir libertades elementales, limitar vínculos e imponer conductas en base a generar temor, abona el terreno de otros autoritarismos y obediencias debidas. Quienes hemos vivido en dictadura, sufrido delación, nominaciones y descalificaciones según estándares que definen las instituciones en nombre del bien que sea, creemos que eso genera más daño que el virus.

Si pretendemos defender derechos humanos y asegurar condiciones de igualdad esencial para que todos puedan ejercer y reclamar esos derechos, en materia de vida y calidad de vida la estrategia que resulta más eficaz y duradera es informar y lograr acuerdos. A través del diálogo de quien escucha y demuestra respeto a las diferencias. “Cuidando al Otro”, nunca con el “Cuidándonos de los Otros” que hoy se impone.

En mi humilde opinión si no somos capaces de construir cercanía y acuerdos, el camino del aislamiento obligado de hoy sólo traerá mayores males mañana cuando los viejos sigan solos y encerrados.

¿Seguiremos con cuarentena obligatoria cuando el virus llegue a los pobres y aislados de la Argentina profunda?

¿Será noticia después de julio las muertes por Coronavirus de wichis, cuando hoy mueren en mayor proporción por otras causas y nadie las menciona?

*Médico Sanitarista