¿Qué fue el “Cordobazo”?

En mayo de 1969, el descontento popular contra el régimen militar, instaurado hacía tres años, cuando derrocó al presidente constitucional Arturo Illia, comenzó a manifestarse con huelgas y marchas en las ciudades más importantes del país. Hacía un año se había producido el Mayo Francés.

Agustín Tosco, Atilio López y Elpidio Torres -junto a otros como Héctor “La Perra” Castro- son los nombres de los dirigentes sindicales de la izquierda clasista y el peronismo que hace 54 años encabezaron “el Cordobazo”, una protesta obrero-estudiantil originada en la capital de la provincia mediterránea, y que devino en un estallido social que jaqueó a la dictadura cívico militar de Juan Carlos Onganía.

En mayo de 1969, el descontento popular contra el régimen militar, instaurado hacía tres años, cuando derrocó al presidente constitucional Arturo Illia, comenzó a manifestarse con huelgas y marchas en las ciudades más importantes del país.

Buenos Aires, Rosario, Tucumán y Corrientes eran los escenarios de movilizaciones obreras y estudiantiles que se suceden contra un gobierno que, además de conculcar las libertades públicas y ejercer una férrea censura, imponía una política de congelamiento de salarios de la mano de Adalbert Krieger Vasena, un ministro de Economía ligado a las corporaciones.

En respuesta al pedido de las cámaras empresariales, que se quejaban de “los altos costos laborales”, Krieger Vasena resuelve derogar la Ley del “sábado inglés”, una medida que establecía que cada hora trabajada después de las 13 de ese día debía pagarse doble.

El “Cordobazo” constituyó el comienzo de una etapa de movilización popular que se prolongó hasta mediados de la década de los ’70, y que determinó que muchos jóvenes abrazaran la causa de la revolución. La dictadura de Onganía tildó ese benefició de “inconstitucional” y lo suprimió.

En Córdoba, que por esos años era el centro de la industria automotriz y metalmecánica, el rechazó a la medida fue generalizado entre los 150 mil trabajadores sindicalizados.

Desde 1967, la CGT se encontraba dividida en dos: La Azopardo, liderada por el metalúrgico Augusto Vandor, de una tendencia dialoguista con los militares, y la de los Argentinos, conducida por el gráfico Raimundo Ongaro, opuesta abiertamente al régimen.

No obstante, en Córdoba, donde también persistía la división del movimiento obrero, se alcanzó rápidamente un acuerdo entre las dos centrales frente a la necesidad de oponerse a la eliminación del “sábado inglés”.

De esta forma, Agustín Tosco -dirigente de Luz y Fuerza enrolado en la izquierda clasista y referente de la CGT de los Argentinos- acordó junto con Elpidio Torres (Smata) y Atilio López (UTA) -ambos de extracción peronista- la realización de un plan de lucha.

El viernes 16 de mayo, los trabajadores realizaron un paro por 24 horas con alto acatamiento, y la respuesta del gobernador de facto, Carlos Caballero, consistió en decretar un aumento para la Policía.

Mientras tanto, en el barrio cordobés de Clínicas, donde residían buena parte de los estudiantes que cursaban en la Universidad Nacional de Córdoba, se realizaban asambleas y manifestaciones en respaldo a las reivindicaciones obreras.

En un plenario, celebrado el miércoles 21, los dirigentes gremiales redoblaron la apuesta y convocaron a un paro activo de 37 horas que se iniciaría a las 11 del jueves 29.

La idea era desafiar al gobierno con una gran demostración de fuerza; una manifestación numerosa que surgiera desde el cordón industrial y llegara al centro de la capital cordobesa.

Esa mañana de jueves, Córdoba capital amaneció sitiada por la Policía, que se apostó sobre los puentes ubicados sobre el Río Suquía con la intención de evitar que la movilización llegara al corazón administrativo y político de la provincia.

A las 11, la ciudad estaba llena de manifestantes que llegaban desde los barrios de Santa Isabel, Villa Revol, Ferreyra, La Calera, Alta Córdoba y Alberdi, en tanto que, desde Clínicas, marchaban los estudiantes.

Los primeros choques se dieron en torno a los puentes sobre la cañada del Suquía, y, cerca de las 13, la policía no pudo contener a los movilizados, que a pesar de los gases lacrimógenos y las ráfagas de FAL, rebasaron los bloqueos.

La Policía quedó desbordada, sin municiones, se replegó en medio de una ciudad que quedaba literalmente en manos de una movilización obrera que comenzaba a ejercer un espontáneo control popular con barricadas y piquetes sobre las principales calles.

El Gobernador, desesperado, llamó a Buenos Aires para pedir ayuda y Onganía le ordenó al Tercer Cuerpo de Ejército retomar el control de una capital mediterránea que era sobrevolada por aviones de la Fuerza Aérea.

“Soldado, no tirés contra el pueblo”, podía leerse en algunos carteles armados de forma improvisada ante el avance de los efectivos militares que se desplegaban en el atardecer.

Si bien el Ejército evitó el combate nocturno, retomó barrio por barrio el control de Córdoba en las primeras horas de la mañana del 30, mientras dispersaba a los últimos grupos de manifestantes.

Tosco fue detenido en la sede de Luz y Fuerza y se lo sometió a un Consejo de Guerra que lo condenó a 8 años de prisión, al igual que Torres, López y otros dirigentes.

Sin embargo, tras 17 meses de prisión, todos los dirigentes detenidos recuperaron la libertad y volvieron a Córdoba para retomar la actividad sindical.

El líder de Luz y Fuerza, en cambio, retornaría a la cárcel dos años después como consecuencia de “El Viborazo”, otra multitudinaria protesta obrera que conmovió a la provincia.

Aunque nunca se supo con certeza, se estima que el “Cordobazo” dejó más de 30 muertos y varios centenares de heridos.

En términos políticos, la consecuencia inmediata significó la pérdida de legitimidad de Onganía, que se manifestó con la renuncia de Krieger Vasena el 4 de junio.

Un año después del “Cordobazo”, la organización Montoneros secuestraba y ejecutaba al dictador Pedro Eugenio Aramburu, quien en 1956 había ordenado los fusilamientos de los generales Juan José Valle y Raúl Tanco, y el asesinato de militantes peronistas en José León Suárez.

Ese hecho desencadenó, en junio de 1970, la caída de Onganía en el contexto de un golpe propiciado por el entonces Jefe del Ejército, Alejandro Lanusse, que designaba como presidente al general Roberto Levingston.

El “Cordobazo” constituyó el comienzo de una etapa de movilización popular que se prolongó hasta mediados de la década de los ’70, y que determinó que muchos jóvenes abrazaran la causa de la revolución, en un tiempo en el que parecía que el cielo podía tomarse por asalto.

Fuente: www.horacero.com.ar