Tensión en agosto de 1972

Por Manuel Justo Gaggero*

En el otoño e invierno de ese año 1972 -hace 48 años- al tiempo que se daban nuevos avances en el sindicalismo antiburocrático y antipactista, la Dictadura profundizaba la represión al movimiento popular y revolucionario. En ese marco se inscriben la victoria del Movimiento de Recuperación Sindical liderado por René Salamanca en la Seccional Córdoba del SMATA y el de la Lista Verde en la Federación Gráfica Bonaerense.

En el poderoso gremio de Mecánicos se presentaban dos listas: La oficialista Verde y Celeste y la Marrón que expresaba al MRS. Esta última obtuvo 3089 votos logrando la conducción del Sindicato. Por su lado los gráficos eligieron a Raymundo Ongaro como Secretario General con más de 1500 adhesiones. Ambos triunfos fueron  desconocidos por la CGT cuya Secretaría General ocupaba José Rucci la que, por directivas del “General”, llevaba adelante el diálogo con el gobierno castrense dirigido a asegurar la participación del  Movimiento en las elecciones del año próximo.

Por otra parte se realizaban movilizaciones y paros en todo el país enfrentando la política económica y exigiendo la liberación de los presos políticos, en particular los que estaban recluidos en el Buque de la Armada “Granadero” que se encontraba en la rada del Puerto de Buenos Aires. Confrontando con la evidente agudización de la violencia represiva aumentaba la solidaridad popular con los presos y la simpatía de la clase trabajadora y el pueblo con los luchadores.

En esos días por iniciativa de la Asociación Gremial de Abogados de Buenos Aires comenzamos a organizar un Congreso Nacional que llevaría el nombre de nuestro querido compañero “Néstor Martins”; secuestrado y hecho desaparecer por el régimen. En este trataríamos de unificar los criterios  en la defensas de los encarcelados con motivos políticos y, al mismo tiempo, denunciar la trampa de una contienda electoral enmarcada en el Gran Acuerdo Nacional que proponía la Dictadura. Por otra lado, las organizaciones armadas que no estaban dispuestas a reducir su actividad ni a aceptar la falsa convocatoria del Dictador tenían, en ese momento, una parte importante de sus direcciones en  la cárcel por lo que analizaban diferentes alternativas para lograr la libertad de estas. Los compañeros de las FAR, con los que estábamos en permanente contacto, nos adelantaron que se preparaba algo importante y que teníamos que estar en estado de alerta para llevar a cabo acciones de apoyo y de propaganda.

Con este escenario el 14 de agosto comenzaba el Congreso que funcionó en la histórica sede de la Federación Gráfica Bonaerense donde funcionaba aún y, pese a la ofensiva gubernamental y del sindicalismo burocrático en su contra, la CGT de los Argentinos. Cerca de 400 colegas de todo el país concurrieron a la convocatoria. La primera cuestión a resolver  fue la conformación de la Mesa Directiva del Encuentro. Se presentaron dos listas. Una encabezada por dos abogados del sindicalismo clasista de Córdoba, Susana Buconich y Alfredo Curuchet; el querido” Cuqui”, con el que me unía una gran amistad desde  el momento que lo conocí en la Cárcel de Caseros. La otra proponía como Presidente a Gustavo Roca, también cordobés, amigo del Che Guevara, de Alicia Eguren y de John William Cooke, que había realizado una memorable defensa de los compañeros del EGP; la organización guerrillera que lideraba Jorge Ricardo Massetti. Ratificando mi condición de “centrista coherente”, como me caracterizaba  cariñosamente mi hermana Susana, ambas me proponían como Secretario. Realizada la votación triunfó esta última comenzando el evento  con homenajes a los compañeros  secuestrados-desaparecidos entre los que estaba el que llevaba el nombre del Congreso y nuestro hermano Luis Enrique Pujals.

Al terminar el primer día de las deliberaciones noté que algunos de los participantes estaban a la espera de alguna información importante que provendría de algunos de los penales e insistían que al día siguiente fuéramos puntuales e iniciáramos los debates a la hora acordada. Ese 15 de agosto en horas de la tarde, casi noche, se iniciaba en Rawson  un intento de fuga organizado por las tres organizaciones -Montoneros, FAR y ERP- que tenía como objetivo lograr la libertad de más de 100 compañeros. La dirección de esta gigantesca operación, que de concretarse sería un fuerte golpe a la represión, estaba integrada, según supimos posteriormente, por Fernando Vaca Narvaja, Mario Roberto Santucho, Domingo Menna, Enrique Gorriarán Merlo y Marcos Osatinsky. Por motivos, que en ese momento desconocíamos, sólo estos lograron  subir al avión que había descendido en el Aeropuerto de Trelew por la acción de militantes revolucionarios que redujeron a la tripulación de este logrando que cambiara su itinerario y se dirigiera a la hermana República de Chile.

Por su parte 19 compañeros, encabezados por Mariano Pujadas y el “Indio” Rubén Bonet que habían logrado llegar, tardíamente a este lugar, pactaban con las fuerzas militares que los habían cercado para lograr que se respetara su vida. Ante estos acontecimientos en el Congreso decidimos que Eduardo Luis Duhalde, Rodolfo Ortega Peña, Rodolfo Mattarollo y Vicente Zito Lema viajaran a Rawson para garantizar la integridad física de los detenidos. Por su lado Luis Cerrutti Costa, Gustavo Roca y Andrés López Acotto viajarían a Santiago de Chile para solicitarle al Presidente Salvador Allende que les otorgara el asilo a los compañeros y los enviara a Cuba, como lo solicitaban.

El Dictador Alejandro Agustín Lanusse  había constituido un “Comité  de Crisis” con los mandos de las tres armas al mismo tiempo que presionaba de todas las formas posibles a la Nación de Pablo Neruda para que entregara a los revolucionarios que habían logrado fugarse. En el Aeropuerto de Trelew se vivía un momento de tensión. En Conferencia de Prensa Mariano y el “Indio” habían ratificado la unidad de las tres organizaciones, más allá de sus diferencias ideológicas, y en la misma exigían la presencia del Juez Federal para rendirse y entregar sus armas. Los acompañaban dos demócratas Hipólito Solari Yrigoyen y Mario Abel Amaya. Entendían que de esta forma la presencia judicial garantizaría sus vidas. Así comenzaron aquellos días que permanecen imborrables en nuestra memoria y nos generan una gran tristeza.

*Abogado y periodista. Ex Director del diario “El Mundo” y de las revistas “Nuevo Hombre” y “Diciembre 20”.

Nota: Este relato integra el primer tomo de la saga de mi autoría “Un Viaje hacia las Utopías revolucionarias” que ha sido editado por la Editorial De La Comarca.