¿Unidad para transformar o para disciplinar?

Por Carlos R. Martínez

En estos días pueden verse a diferentes actores políticos, empresariales, mediáticos y posiblemente exponentes de la Embajada de EEUU, trabajando en la búsqueda del ocultamiento de los diferentes proyectos sindicales que expresan modelos más verticales y empresariales junto a modelos con una impronta democrática, participativa y de clase.

Todo ello se da bajo la seudo épica de la unidad.

La auténtica unidad del pueblo ante el macrismo fue protagonista en los últimos años, donde la mayor expresión fueron las jornadas de diciembre del 2017 oponiéndose a la reforma del sistema de jubilaciones y pensiones impulsada por el gobierno, que implicó un recorte en los salarios después de haberle quitado acceso a medicamentos y prestaciones de salud.

Hace unos meses esa resistencia del pueblo y de las organizaciones populares representativas devino en una coalición electoral (Frente de Todos) que sin duda accederá al gobierno para fines de año.

En ese contexto la coalición encabezada por Alberto Fernández necesita unir todo lo que se pueda para tratar de ganar tiempo con la intención de modificar algunas variables económicas a fin de satisfacer las expectativas de sus votantes, en especial los sectores de la clase media que fueron determinantes en el resultado de las PASO, abandonando el apoyo a Macri. Un sector ilusionado (o con un alto nivel de fantasía) que a partir del 10 de diciembre va a “volver a «prender el aire acondicionado», «viajar al exterior» y “ disfrutar de la cocina de autor”, expresión de un dirigente político que transita la mueblería de la calle México en la Ciudad de Buenos Aires, convertida en bunker de campaña de Alberto Fernández.

Otro aspecto de “fidelización” de esos votantes es poner en caja a los movimientos sociales sobre los cuales ya dijo el futuro presidente: «Pido a los argentinos que no perdamos la calma. Todos sabemos la justicia de los reclamos, pero debemos intentar que no compliquemos más el escenario difícil que tenemos. Evitemos estar en las calles y generar situaciones que pueden llamar a la confrontación y a la violencia”. No ahorró palabras también para advertir sobre las demandas sindicales, para lo cual tomó el conflicto de los pilotos de Aerolíneas Argentinas y les sermoneó a ellos y a la tribuna: «Les pido siempre, no solo en estos casos, que no provoquen este estado de cosas”. En ambos casos el futuro presidente concluyó: los entiendo pero hagan los que les pido.

Para el Poder económico y financiero del cual muchos políticos no dejan de ser sus gerentes, los movimientos sociales, y sindicales son un atentado a la propiedad privada. Trabajan en ese sentido con prácticas antisindicales, solo un 38% de los trabajadores en blanco estás afiliados sindicalmente, y sorprendentemente solo el 13% de los establecimientos tiene delegados gremiales, pero no les alcanza.

Desde su perspectiva ya que hay que “gastar” en planes sociales, al menos que se alineen a las políticas de los gobiernos, en especial del próximo. Con eso comulgan algunos líderes históricos de estos movimientos sociales, organizando, consensuando y dando señales de lo conveniente de “no quedar afuera”, mientras otros se diferencian sin irse, afirmando que los une el espanto, léase Macri y la pobreza.

En el caso sindical, el Poder sabe que la disputa de la distribución económica es inevitable y prefieren que se junten ya que eso no significa aumentar el “poder sindical”, para ellos es tan solo seguir negociando con los mismos interlocutores, con la certeza que se silencien o moderen otras voces más críticas rodeadas y condicionadas por el ala política del nuevo gobierno y la nueva pertenencia a la CGT.

El valor de la unidad ¿de cuál?

Históricamente en especial en los años de la resistencia peronista la unidad de los trabajadores era enunciada como un valor. Desde 1955 hasta los años 70 esa unidad era la base de la organización política con la finalidad de establecer elecciones nacionales libres y sin proscripciones.

Era necesario evitar la atomización del movimiento obrero que junto con otros actores sociales tenían como enemigo y contradicción principal al Poder y las dictaduras militares, brazo armado del proyecto antipopular, oligárquico e imperialista. Eso no significó que al interior del movimiento obrero no se desarrollara la tensión entre los diferentes modelos sindicales de esa época: La CGT participacionista o vandorista y la CGT de los Argentinos. Estos últimos produjeron no solo una práctica revolucionaria, sino también documentos de alto contenido ideológico que no han perdido vigencia aun hoy como los de “La Falda” 1957 y “Huerta Grande” de 1962.

En 1975 otra expresión de las tensiones que producía un modelo sindical afín a la conciliación de clases y defensa de la propiedad privada y otro de representación obrera y revolucionaria se puso en juego en las jornadas de junio y julio de ese año, resultado de la organización de las Coordinadoras Interfabriles. Comisiones internas y delegados de base de empresas como Mercedez-Benz, Bagley, Molinos, IKA-Renault, Ford, Materfer, Transax, Acindar, Cartonex, Saiar-Rheem, Squibb, Astilleros Astarsa y Forte, Siam, Nesquik, Fanacoa, Terrabusi, Paty, Fate, Matarazzo, General Motors, Grafa, trabajadores Bancarios, de la UTA, Gas del Estado, Dirección General Impositiva, Ceramistas, Gráficos, Rigolleau, Massuh, Aceros Johnson, Peugeot, Astilleros Río Santiago, Astilleros Tigre, Firestone, Municipales, Propulsora Siderúrgica, petroquímicas Sudamericana y Propulsora, ferroviarios, estatales, docentes, judiciales, entre otros.

El Pacto Social del Gobierno terminó pulverizado por la contundencia de la respuesta de la clase. En julio el diario «El Cronista Comercial» informaba que la industria estaba parada en un 90%. Los trabajadores no solo luchaban por salario y condiciones, a partir de este tipo de organización impusieron respeto con los patrones y lograron reivindicaciones particulares de cada empresa. Expresión del clasismo, peronismo de base, la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) y la izquierda revolucionaria, una unidad diferente desde abajo, conformando frentes de masas que le disputan el liderazgo a la CGT y lo logran.

La burocracia sindical-empresaria durante décadas se ha mimetizado en los dobleces del Poder, fue cómplice de la privatización de las empresas del Estado, pérdida de fuentes de trabajo y de derechos, flexibilización laboral, contratos basura, aumento del trabajo en negro, tercerizaciones laborales, privatización de las jubilaciones y creación y participación en los negocios financieros de la AFJP, constitución de compañías de seguros y de empresas prestadoras de servicios que le venden servicios a sus propias obras sociales, programas de capacitación financiado por los gobiernos de turno de forma no muy trasparente. Todo oculto tras la propuesta de la unidad del Movimiento Obrero.

En ese largo proceso de búsqueda de nuevas alternativas para la representación genuina y democrática de la clase, hace más de 25 años se realiza el Encuentro de Burzaco embrión de la CTA. En su análisis de coyuntura se estableció que “el viejo modelo sindical sostenido por su dependencia del poder político y su grado de complicidad con el poder económico no sirve para canalizar las demandas de sus representados ni defender sus conquistas e intereses. Ante este cuadro de situación y sobre la base del reconocimiento de errores en el proceso de construcción y acumulación, se propone realizar un plan de trabajo que amplíe el debate y las propuestas”.

Se acordaron cuatro puntos en su acta fundacional:

• Autonomía sindical con respecto al Estado, los patrones y los partidos políticos. • Democracia sindical, rechazando las divisiones y el sectarismo. • Apertura a otras organizaciones sociales que expresen las múltiples demandas de los sectores populares. • Revalorización de la ética gremial atacando la corrupción y el pseudo pragmatismo con el que las dirigencias legitiman el ajuste.

La conformación de la CTA en 1991 parte de dos ejes centrales, enfrentamiento contra las políticas del Menemismo y el “Unicato Sindical” que legaliza la existencia no solo de una sola central sindical que no es elegida por voto directo de los afiliados, también representación única de los trabajadores en especial los privados para asegurar la propiedad privada.

Paradójicamente muchos de los que se sumarán a la CGT, anunciaron que previamente iban a hacer una asamblea de delegados sabiendo el resultado con anterioridad, expresión de las viejas prácticas que dijeron no aceptar más. Se está entonces ante un escenario en que desisten los que dijeron construir un cambio del paradigma sindical como fue la construcción de la CTA.

También, los que transitaron siendo muy jóvenes las experiencias de lucha gremial y política que culminaron con las Coordinadoras Interfabriles, los que acusaron como burócratas a quienes desde la CGT nunca terminaron de ponerle fecha a un paro general al gobierno de Macri, los que señalaron de pragmáticos al menemismo por la pérdida de las Soberanía Política, Independencia Económica y Justicia Social y hoy arrían las banderas de autonomía de los patrones, el Estado y los partidos políticos, por los cuales decían construir una central democrática y clasista.

Hoy proponen ocultar sus propias convicciones juveniles de cambio, destruir la historia de la construcción de una herramienta alternativa para los trabajadores, para dejar de ser la cabeza de un león (la clase trabajadora) y convertirse en la cola de un ratón que cambia de barco porque el neoliberalismo se hunde.

*Integrante de la Coordinadora Resistir y Luchar

Fuente: www.resumenlatinoamericano.org