Nora Lagos: El padecimiento de una mujer que luchó por sus convicciones

Nora Lagos nació en Buenos Aires, el 14 de febrero de 1925, en una familia de gran poder económico. Su padre, Carlos Lagos, director del diario “La Capital”, de Rosario (entre 1916 y 1940), era nieto de Ovidio Lagos, el fundador de ese importante periódico santafesino. Su madre, la francesa María Teresa Chauvin, se destacaba, según una lengua maldicente, por “perder fortunas en el casino de Mar del Plata”.
En ese mundo de relaciones familiares aristocráticas, Nora cumplió inicialmente el destino de las muchachas de clase alta: “Estudios secundarios, matrimonio con alguien del círculo social frecuentado y una rutina hogareña sin sobresaltos”. Pero hacia los veinte años de edad se fue apartando de las frivolidades y comenzó a cultivar un espíritu rebelde. En 1947, contrae matrimonio con Hugo Mascías, guionista cinematográfico conocido en el mundo del espectáculo como Hugo Mac Dougall, a través del cual Nora entabla amistad con figuras del cine y la radiofonía, como Homero Manzi, Enrique Santos Discépolo, Amelia Bence, Zully Moreno y otros artistas.
El diario “La Capital” había apoyado abiertamente a la Unidad Democrática en 1946, siendo sus directivos de filiación conservadores. Pero en setiembre de 1953, Nora llega a la dirección de “La Capital” y cambia la posición política del diario. Su sobrino segundo, Ovidio Lagos, en el libro “Argentinos de raza” refiere que Nora “fue infectada por el virus del peronismo”, escandalizando a su familia y agrega: “Su sola mención, en mi familia, equivalía a evocar una Gorgona o a una Erinia”. “La Capital” apoya, desde entonces, la política del gobierno peronista. Su esposo –Mac Dougall- dirigía el suplemento cultural y ella no vacilaba en elogiar los actos del gobierno. En agosto de 1954, estrecha su acercamiento al poder cuando viaja en la comitiva que encabeza Perón, en un viaje al Paraguay destinado a devolver los trofeos de la Guerra de la Triple Alianza.
En setiembre del 55, “cayó el gobierno de Perón –recuerda su pariente- y los primos de Nora recuperaron el diario. Al día siguiente, ella fue encarcelada por el gobierno de la Revolución Libertadora”.
Al poco tiempo, recuperó su libertad y allí comenzó su lucha, sumándose a “La resistencia”, a través de la publicación de un periódico semiclandestino llamado “La Argentina (justa, libre y soberana), que se repartía a través de la militancia. Fue detenida en varias oportunidades: “Salía un número a la calle, se lo cerraban y la metían presa”, señala el historiador Eduardo Zanella, pero no abandonó su lucha. A fines de diciembre de 1955, la revista “De Frente” denuncia con grandes titulares: “Nora Lagos ha desaparecido”.
Ella había sido enviada al penal de Ushuaia, pero la bajan en Mar del Plata, donde permanece detenida un tiempo y luego va a una cárcel de la ciudad de Buenos Aires. Allí “fueron siete meses de soledad”, señala su sobrino. “Esa mujer de delantal gris, prácticamente incomunicada en una celda diminuta y a la que se le prohibía hasta leer, estuvo confinada por el mero hecho de ser peronista… Nora soportó todo, sin desfallecer, sin escándalos. Cuesta creer, a la luz de las décadas transcurridas, que un gobierno hubiera implementado semejante persecución… Fueron siete meses de soledad”.
Recuperada su libertad, Nora se separa de Mac Dougall y forma pareja con René Bertelli, militante del Peronismo Combativo. Al poco tiempo, logra publicar el diario “Soberanía” convertido en uno de los más importantes de esa época, en Rosario. En esa experiencia, obtiene el apoyo del dirigente Luis Sobrino Aranda, que luego giraría hacia el peronismo de derecha. La publicación de “Soberanía” le provoca una nueva detención, ahora en una cárcel clandestina de San Justo. Allí, hallándose embarazada, escuchaba los gritos de los torturados y pensaba obsesivamente en huir de esa ratonera. Lo logró sobornando a un guardia. Después va en busca de las dos hijas del primer matrimonio e intenta fugar del país, por la zona del litoral, a través de la selva. En esa travesía, se frustra su embarazo. Llegan por fin al Paraguay, donde permanece seis meses.
A fines de 1957, regresa a la Argentina clandestinamente. Pero no amaina su espíritu rebelde y enfrenta no sólo a los enemigos del peronismo, sino también a los burócratas del movimiento. Tiene una posición votoblanquista “dura” y no la convencen de la necesidad de votar a Arturo Frondizi en las elecciones de febrero de 1958. Poco después, se separa de Bertelli, quien ingresa a las FAP. Ella, por su parte, es nuevamente detenida en 1962.
Recuperada la libertad, Nora se convierte en una de las principales promotoras de una gran marcha que se organizó desde el Monumento, en Rosario, hasta el Cristo Redentor, para rendir homenaje a los fusilados de junio de 1956. Su sobrino segundo sostiene que poco a poco fue abandonando la militancia y que hacia 1970, había instalado un pequeño negocito de artículos regionales en una galería rosarina. Algunos compañeros recuerdan, sin embargo, que el 20 de junio de 1973 Nora se vino sola desde Rosario para estar en la autopista y asistir al regreso de Perón.
“Su hija –recuerda el pariente- todavía conserva un objeto de su madre, el único que sobrevivió a cárceles, fugas, exilios, pensiones y a las inevitables ventas para sobrevivir; un escudo peronista, bordeado de pequeños brillantes, que lo usaba como prendedor. Del resto, nada queda. Solo el recuerdo de la locura”.
De esa “locura” que familiares y conocidos de la clase alta no habrían de justificar jamás. Así, cuando “La Capital” cumple los cien años de su fundación se exponen las fotografías de los diversos directores que ha tenido el diario, menos una: La de Nora, convertida en “maldita”.
Falleció el 23 de noviembre de 1975. Y el olvido cayó sobre ella.
(N. Galasso y E. Langhi, Los Malditos, Tomo III, Pág. 355, Editorial Madres de Plaza de Mayo)
Fuente: www.pensamiento discepoleano.com.ar