Germán Rozenmacher: “Soy feo, judío, rante y sentimental”

Por Roberto Baschetti*

Germán Natalio Rozenmacher, nació el 27 de marzo de 1936 en el Hospital Rivadavia de Buenos Aires y murió trágicamente el 6 de agosto de 1971. De niño vivió en un conventillo de la calle Larrea en el Barrio de Once. Su padre Abraham, fue actor, cantor y jazán de la sinagoga sita en Uriburu y Sarmiento de esta Capital. Su abuelo también fue cantor. A él también le gustaba cantar y lo hacía a menudo.

Al cumplir 18 años su padre le regaló una máquina de escribir; ese tipo de regalo que te cambiará la vida sin vos saberlo. Fue obrero linotipista. Se casó con su novia Amalia “Chana” Figueiredo; relación que ese mismo padre no apoyaba porque la joven no era de la colectividad. “Chana” fue quien lo ayudó a repartir en las librerías céntricas su gran éxito “Cabecita Negra” que reúne seis cuentos y es editada por una inexistente editorial Anuario que realmente escondía una edición del propio autor (otro desconocido, como la novela, hasta el momento).

Pocos sabían que ese muchacho, novel escritor, de lentes gruesos y calvicie incipiente, era también en ese 1962, redactor y secretario del diario de la Resistencia Peronista “Compañero”. Otro periodista y abogado que lo conoció, Alvaro Abós, recuerda que para Germán el peronismo siempre fue un espacio para cobijar y defender a los perseguidos. Su compromiso político no empezó ni concluyó allí. Colaboró con Carlos Somigliana, Roberto Cossa y Ricardo Talesnik en la mítica obra teatral “El Avión Negro” (1970).

Su adhesión a la causa palestina le valió serios ataques por parte de muchos de sus conocidos, más aún cuando se manifestó en contra de la Guerra de los Seis Días. En 1967 fue invitado y concurrió para labores literarias a la Cuba de Fidel y el Che.

Volviendo a “Cabecita Negra” fue un éxito y se reedito en 1963 con la editorial de otro visionario, Jorge Álvarez. Y luego hubo dos ediciones más, seguidas. Rozenmacher se vio así mismo como un escritor triunfante y paralizado a la vez: “Todos me pedían obras, me pedían cuentos, y cuanto más me pedían yo menos podía dar. Eso me dejó un poco seco, no tenía nada que decir, era algo horrible, una especie de suicidio. Me sentía agotado… Muy exigido, asustado”.

Pero siguió escribiendo porque lo llevaba en su ADN. Salió del pantano llevando a su máximo exponente esa energía disciplinada en el trabajo que lo caracterizaba –pese a desordenes en su vida personal- que luego le pasarían la cuenta. Por ejemplo, su padre no le perdonaba su adhesión al Peronismo, un movimiento al que veía como fascismo o nazismo. Padre rígido y ortodoxo; hijo peronista y cuestionador del sistema. Diferencias insalvables.

Y además siempre, el malentendido permanente en su vida, como lo grafica Abós: “Por judío incomodaba a algunos peronistas que sospechaban al sionista. Por peronista, incomodaba a ciertos judíos. Por defender a los palestinos fue tachado de traidor. Por peronista defraudaba a la izquierda y era insoportable para la derecha. Por revolucionario, para los amantes del orden”.

El 7 de agosto de 1971, los cables periodísticos dieron la mala nueva: “Ayer falleció en Mar del Plata como consecuencia de un accidente provocado por un escape de gas y junto a uno de sus hijos (Juan Pablo, 5 años), el escritor argentino Germán Rozenmacher”. Como epitafio pueden repetirse sus palabras que alguna vez expresó como autorretrato: “Soy feo, judío, rante y sentimental”. En el año 2013, la Biblioteca Nacional de la República Argentina reunió y editó sus obras completas en un libro de 928 páginas. (Biografía tomada de mi libro “Argentinos. Judíos. Rebeldes. Revolucionarios. Apuntes de vida”. Roberto Baschetti. Editorial jironesdemivida. Año 2023).

*Historiador