Periodistas en cuarentena, exabruptos y responsabilidad

Por Miguel Apontes*

A minutos de despedirse de la pantalla de Canal 12, Gustavo Tobi lanzó en una entrevista una serie de exabruptos. Fue explícito en cuanto a sus preferencias políticas (y odios, claro): “… lamentablemente hay sectores que han vuelto pero han vuelto, viste como son los piojos resucitados, vos a los piojos los tenés que matar porque si no lo matas al piojo es decir, el piojo resucita y pica con más fuerza…”. Penoso fin de ciclo.

Los llamados y consultas al sindicato se repitieron. Y, otra vez, alguien en el Cispren utilizó la frase recurrente “nos vamos a pasar la vida haciendo comunicados de repudio”. Y es que, a esta altura, confeccionar un “comunicado de repudio” se transformó en un “copy and paste”.

Sin remontarnos tanto en el tiempo, desde que comenzó la cuarentena se sucedieron distintos momentos en los medios cordobeses, digamos, poco felices, nada saludables para el más bello de los oficios.

Mario Pereyra fue el primero, precursor del movimiento anti cuarentena en su radio sugirió que el aislamiento obligatorio hacía sentir a la gente en una cárcel; Miguel Ángel Motta simplificó al extremo lo que fue la última dictadura, banalizando semejante tragedia; Rebeca Bortoletto cruzó con fiereza, y maltrató, a un dirigente del Consejo de Médicos que apenas esbozó una opinión sobre la infodemia en tiempos de coronavirus; un relator de fútbol calificó la acción de un jugador alemán y lo comparó… con Hitler; y ahora Gustavo Tobi, desnudó su odio a una fuerza política, y adjetivó de la peor manera a sus miembros: los trató de piojos, lamentándose que no los mataran así no regresaban más.

La disyuntiva está planteada: salimos todos los días con un comunicado de repudio o avanzamos en construir otras respuestas a tanto bastardeo al oficio.

Repudiemos

Son tiempos de periodismo espectáculo, donde amparados en el sagrado valor de la “libertad de expresión”, uno de los pilares de la democracia, algunos periodistas ofenden impunemente este digno trabajo: abusan de la legitimidad que todavía otorga estar en el aire en una radio, firmar columnas en medios gráficos o contar con pantalla en la tv.

Declarado nuestro trabajo esencial en estos difíciles momentos, nos preguntamos qué tan esenciales son algunos panelistas de televisión que gritan y gritan, sin escucharse entre ellos, banalizando cuestiones trascendentes, la más de las veces trágicas.

Fake news, lawfare, operaciones sucias, relaciones promiscuas. Diatribas llenas de histeria, peligrosos mensajes que alientan a la violencia. Un periodista difunde audios privados de conversaciones entre dirigentes políticos y se adjudica un logro periodístico. Otro participa de aprietes para que prosperen causas “armadas”; no aplican la tortura, solo producen titulares en medios hegemónicos que podrían ablandan más que una cachiporra.

Otra respuesta que el acto reflejo del comunicado de repudio, o una respuesta más sensata, seguramente será promover desde la organización sindical, entre el colectivo de trabajadores y trabajadores de prensa cordobeses, la actualización constante sobre ética profesional; la defensa irrestricta del rol social que tenemos los periodistas; la necesidad de atenerse a la precisión, la transparencia y el pluralismo.

Son tiempos, también, de nuevas formas de comunicación a partir de los avances de la tecnología; las redes sociales pueden ser una fuente de información, aunque no deberían estar exentas de la verificación de sus contenidos.

Y en esta vorágine olvidamos que la mayor confiabilidad social es la meta a alcanzar por un comunicador/a. Y algo más, como principio: las palabras no solo informan, significan; en columnas de opinión, aparecen como meros puntos de vista conceptos rayanos con el racismo, el odio al diferente o el desprecio liso y llano por los valores democráticos. Apologistas de la violencia, señalan con un dedo sentencioso al opuesto; vulgarizan al extremo, tratando de manera peyorativa a oficios o actividades, llámense sindicalistas, militantes políticos, activistas feministas o artesanos. No se distingue entre información y opinión.

Sin embargo

Lo que deja esta estela de obscenidades y malas praxis en el ejercicio del oficio, sin embargo, no son cuestiones desdeñables.

Por un lado, y a partir del debate político que invade a la sociedad argentina desde hace ya varios años, puede concluirse que ya no resulta tan práctico ampararse en la “libertad de expresión”, “el comentario imparcial” o la “opinión neutra”. La legitimidad del periodista está puesta en cuestión y no valen las frases de otrora que daban por cierta cualquier información recibida de un medio. “Lo escuché por la radio” o “lo vi en la tele”, era suficiente para que cualquier ciudadano incorpore a su imaginario ciertas “verdades”. Sin saberlo, sin profundizar sobre el papel de la comunicación, muchos ahora dudan y reconocen intencionalidades en el discurso mediático. Y hasta pueden explicar algo hasta hace no mucho tiempo complejo: cómo se construye sentido desde un medio de comunicación y cuánto abonan muchos comunicadores en la configuración de la subjetividad social.

Hoy cada vez más consumidores se preguntan sobre el lugar desde el que habla tal o cual medio; qué intereses representa o a cuáles ataca. Muchas veces no conocen al propietario del medio, pero sí diferencian entre el dueño y los periodistas que trabajan en las empresas de medios; y reconocen cuando se confunden. O cómo en Argentina y en otros países de la región los medios inciden en la desestabilización de gobiernos cuando no en instalar en el poder a gobernantes afines a sus intereses.

Y por otro lado, y acá yendo a los debates que se dan por estos días de pandemia y su correlato la cuarentena en el sindicato de los periodistas, es dable resaltar cómo se avanzó en un proyecto planteado en el inicio de esta gestión: el RETRAPREN (el Registro de Trabajadores de Prensa).

Así, intercambiando puntos de vista para finiquitar su reglamento, se vienen dando ricos debates sobre el porqué de la sindicalización, el sentido de conformar un registro, la protección y apoyo que desde una organización sindical se puede brindar a los comunicadores y comunicadoras que ejercen el oficio con absoluta honestidad, ya no solo como dependientes de una empresa periodística, sino como autogestivos.

En la redacción del marco que regulará al RETRAPREN contamos con la inestimable colaboración y aportes de grandes profesionales, que centraron sus estudios en el derecho laboral, en el derecho a la comunicación y la libertad de expresión. Y lo que se presentaba como un mero reglamento derivó en jugosos debates sobre la ética periodística, porque concluimos que es trascendente contar con un código deontológico que contemple todo lo concerniente a nuestra actividad. Esto derivó en el compromiso del Cispren, siguiendo los pasos de colectivos de periodistas de otras provincias y otros países, para que en un plazo perentorio, debatiendo en nuestro congreso anual, en plenarios y otros ámbitos, podamos finalmente presentar, adecuado a los tiempos que corren, nuestros principios éticos.

Pensamos, también, en la mejor manera de acercar al gremio a aquellos que sostienen no sentirse representados; pensamos en cómo todavía muchos comunicadores y comunicadoras no se perciben como trabajadores.

También nos abocamos por estos días a estudiar cómo nuevas formas de trabajo adoptadas –y en muchos casos generalizadas- durante esta pandemia, por caso el teletrabajo, pueden derivar en la resignación de derechos laborales; se cuenta ya hasta con un proyecto para la modificación del Convenio Colectivo, de manera que su implementación de hecho por las empresas quede debidamente contemplada; que el trabajador esté siempre protegido.

Y otros proyectos también estamos discutiendo; uno tiene que ver con la distribución de la pauta oficial. La inequidad en el reparto de frondosos recursos escandaliza: llega a los grandes medios, los hegemónicos, dejando de lado a otros actores de la comunicación que apenas si sobreviven. Otro proyecto se refiere a la creación de un fondo de asistencia a los medios alternativos, los autogestionados, las cooperativas de comunicación: a partir de lo que se discute en otros países, la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren), de la que el Cispren forma parte, ha propuesto un gravamen a las plataformas digitales (Google, Facebook, Amazon, etc), en tanto utilizan contenidos de los medios de comunicación, noticias que circulan en esos soportes y en cuya producción no invirtieron ningún recurso.

Porqué

Porque el oficio de periodista merece ser exaltado. Porque más allá de los desvíos en esta profesión, de las actitudes mezquinas, corruptas, muchas veces mercenarias, hay hombres y mujeres que con gran dignidad ejercen esta profesión; que se rompen el alma todos los días para producir el mejor contenido.

Porque esos profesionales, compañeras y compañeros que elevan al lugar que le corresponde al mejor oficio del mundo, son la mayoría.

* Periodista. Secretario Administrativo del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTA)

Imagen ilustrativa

Fuente: www.prensared.org.ar