Por Juan Carlos Giuliani*
No habrá ninguna igual: El 26 de julio de 1952, a los 33 años, muere María Eva Duarte de Perón. Simplemente Evita, la abanderada de los humildes. Símbolo de la lucha antioligárquica y promotora insobornable de la Justicia Social. A 73 años de su muerte queda el ejemplo de su entrega como referencia insoslayable para los que denuncian y combaten el ajuste, la pobreza, el saqueo y la dependencia de nuestra Nación.
El general Pedro Eugenio Aramburu -uno de los cabecillas, junto al almirante Isaac Francisco Rojas, de la contrarrevolución oligárquica, ajusticiado en 1970 por Montoneros- ordenó la profanación del lugar donde descansaban los restos de Evita y la posterior desaparición de los mismos para quitarle al pueblo hasta el último resto material de quien fuera su abanderada.
Fue el agravio por el que protestaron los “descamisados” de la Patria durante 16 años, un período en el que el paradero del cuerpo de Eva permaneció en el misterio para el pueblo trabajador.
Ya muerto Perón, la organización Montoneros secuestró el 15 de octubre de 1974 el cadáver de Aramburu para exigir la repatriación del de Eva. En 1971 fue trasladado de Italia a España, hasta que el 17 de noviembre de 1974 -Día del Militante- su cuerpo fue regresado definitivamente a Buenos Aires.
La fuerza de su presencia en la escena nacional durante un puñado de años quedó grabada en la memoria colectiva. Sembró como pocos la semilla de la igualdad social y de la solidaridad del pueblo con el pueblo.
Fue implacable con los alcahuetes, oportunistas y vendepatria. Transgredió los límites de la democracia formal para zambullirse en los brazos de su pueblo sin intermediarios. En esta era donde emerge con tanta fuerza la “Ola Verde” para darle nuevos significados libertarios a la lucha política y social en nuestro país, no está de más recordar las palabras de Evita: “De nada valdría un Movimiento Femenino en un mundo sin Justicia Social”.
La disyuntiva sigue siendo Liberación o Dependencia. Su inolvidable frase: “Nuestra Patria dejará de ser Colonia, o la Bandera flameará sobre sus ruinas”, hoy tiene más vigencia que nunca, cuando el pueblo argentino se ve sometido a un brutal ajuste y a la profundización del saqueo y la entrega perpetrado por el Gobierno cipayo del ultraderechista Javier Milei.
“La historia me absolverá”
Un año después de la muerte de Evita, el 26 de julio de 1953, un grupo de jóvenes al mando de Fidel Castro asaltó el Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, como parte de una acción armada con el fin de derrocar al dictador Fulgencio Batista. El movimiento se completó con el ataque al cuartel Carlos Manuel de Céspedes, de Bayamo y fue rápidamente derrotado.
Durante el juicio a los atacantes, Fidel se haría conocido en todo el país al autodefenderse poniendo en evidencia las torturas ejecutadas por la tiranía. Su alegato pasó a la posteridad como “La Historia me absolverá”.
En julio de 2006, Fidel Castro llegó a Córdoba para la Cumbre del Mercosur acompañado por Hugo Chávez. La visita estuvo plagada de emociones y de recuerdos hacia su amigo y compañero de Sierra Maestra, Ernesto “Che” Guevara.
Una multitud lo recibió y escuchó durante horas su discurso en la Ciudad Universitaria, donde la unidad latinoamericana atravesó todas las ideas del líder revolucionario. Ese día Fidel también destacó que “la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 fue inspiradora para la Revolución Cubana” y también hizo referencia al ‘Cordobazo’, reconociendo el mérito de estudiantes y obreros.
“El ‘Cordobazo’ se convirtió en un símbolo de la lucha del pueblo argentino. Los estudiantes de esta Universidad y padres de muchos de ustedes, escribieron una página gloriosa en el terreno de la enseñanza superior. Lo que no debemos admitir es que se hable que dentro de 15 años habrá 400 millones de analfabetos, eso es una basura, no debe aceptarse”, dijo en su recordado discurso del 21 de julio de 2006 en un descampado de la Universidad Nacional de Córdoba.
Fidel murió el 25 de noviembre de 2016 y la Revolución Cubana cumplió 66 años pese al bloqueo y sabotaje del Imperialismo norteamericano. Con todas las dificultades y carencias que padece actualmente el pueblo cubano, la Isla sigue siendo un faro que nos guía. Como bien dice Silvio Rodríguez, es tiempo de “revolucionar la revolución”.
Los trabajadores no olvidamos a Evita, recogeremos su nombre para llevarlo como bandera de victoria cumpliendo con su apotegma: “Donde existe una necesidad nace un derecho”. Y haciendo nuestra su advertencia: “Con las cenizas de los traidores construiremos la Patria de los humildes”.
Y también nos nutrimos del pensamiento revolucionario de Fidel para seguir dando la batalla de ideas por un mundo donde quepan todos los mundos.
Como dice la luminosa frase de “Paco” Urondo: “Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”.
*Periodista. Escritor. Congresal Nacional de la CTA Autónoma en representación de la provincia de Córdoba