Un ataque brutal contra la libertad de prensa y la democracia

Por Héctor Brondo*

La decisión de la zigzagueante ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, de solicitar el allanamiento de los domicilios familiares y laborales de los periodistas Jorge Rial y Mauro Federico representa un hecho de extrema gravedad institucional, que no puede ni debe ser relativizado.
También resulta preocupante la celeridad con que el cuestionado juez federal Alejandro Maraniello cumplió el pedido del Gobierno Nacional para restringir la difusión de audios atribuidos a la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei. Esta cadena de decisiones configura un claro intento de censura previa, prohibida expresamente por la Constitución Nacional.
Estamos ante un escenario inquietante donde el Estado, en lugar de proteger el derecho a la información y la libertad de expresión -pilares fundamentales de la democracia-, opta por perseguir y hostigar a periodistas que cumplen con su deber profesional y rol social: informar a la ciudadanía. Constitucionalistas de todos los pelajes advierten que estas acciones no solo son ilegales, sino que constituyen un precedente nefasto para la frágil salud democrática de nuestro país. La libertad de prensa no puede quedar a merced de los caprichos del poder político de turno ni del temor a represalias judiciales.

Irrespetuosos

El Gobierno encabezado por Javier Milei ha cruzado un límite peligroso.
La democracia no se agota en el voto: también exige respeto por las instituciones, por los derechos individuales y por las garantías fundamentales.
Que un gobierno elegido por el voto popular utilice el aparato del Estado para intentar silenciar voces críticas es un signo claro de deterioro institucional. No hay república posible sin prensa libre, sin periodistas independientes y sin un Poder Judicial que actúe con autonomía y responsabilidad.
Este tipo de maniobras desatinadas no solo atentan contra el periodismo, sino contra todos los ciudadanos. Porque hoy allanan la casa de un periodista, pero mañana puede ser la de cualquiera que piense distinto. La censura previa es la antesala del autoritarismo. Y frente a eso, nadie debe mirar para otro lado.
Periodista. Ex dirigente del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTAA)