Por Sergio Coria*
Más de la mitad de los niños, niñas y adolescentes en Argentina viven en situación de pobreza, una cifra que, aunque fluctuante, sigue siendo una herida abierta en la sociedad. Una problemática que, ni siquiera en plena campaña electoral, aparece en las agendas de la política ni de la prensa.
Las consecuencias de la pobreza infantil impactan de lleno en la salud física y mental de las futuras generaciones.
Un problema multidimensional
La pobreza infantil va mucho más allá de la falta de dinero. Es la privación de derechos fundamentales que impide a un niño, niña o adolescente vivir, crecer y desarrollarse plenamente. Esto incluye no solo la insuficiencia de ingresos en el hogar, sino también la falta de acceso a una educación de calidad, a un sistema de salud adecuado, a una vivienda digna, a una nutrición completa y a servicios básicos como el agua potable.
Es, en esencia, una vulneración de la dignidad humana desde la primera infancia.
Las estadísticas que gritan una realidad abrumadora
Las cifras más recientes, analizadas por expertos y organismos clave, revelan una situación alarmante. Según los datos del INDEC y UNICEF, en el segundo semestre de 2024 el 52,7% de los niños, niñas y adolescentes en Argentina se encontraban en situación de pobreza monetaria, con un 12,3% en condiciones de indigencia.
Si bien estas cifras muestran un descenso respecto al año anterior, aún representan a más de la mitad de la población infantil, un dato crudo y preocupante. La situación fue aún más grave en el primer semestre de 2024, cuando el Observatorio de la Deuda Social Argentina (ODSA) de la UCA reportó un pico del 67,3%, la cifra más alta en más de dos décadas.
Causas y consecuencias en la salud: desnutrición eufemismo del hambre
Detrás de la pobreza, la malnutrición se convierte en un enemigo silencioso. La falta de acceso a una alimentación adecuada no se manifiesta únicamente en la desnutrición, sino también en lo que los especialistas, como la investigadora Ianina Tuñón, describen como un problema de “malnutrición oculta”. La dieta de los niños en hogares vulnerables a menudo se basa en alimentos de bajo costo y alto contenido calórico, pero pobres en nutrientes esenciales.
Esto genera una doble carga: por un lado, deficiencias vitamínicas y minerales que afectan su desarrollo físico y, por otro, el aumento de la obesidad infantil. Estas carencias nutricionales dejan una huella profunda en la salud a largo plazo.
Un cerebro en riesgo, desarrollo cognitivo en peligro
Una nutrición deficiente en los primeros años de vida es particularmente perjudicial para el desarrollo del cerebro. Durante esta etapa crítica, la falta de nutrientes como el hierro, el zinc y las proteínas afecta la formación de conexiones neuronales, la memoria y la capacidad de aprendizaje.
La pobreza no solo priva de alimento, sino también de estimulación temprana y de un entorno seguro y estable, elementos clave para el desarrollo cognitivo.
Las consecuencias son notorias: bajo rendimiento escolar, dificultades en el aprendizaje y un riesgo mayor de problemas de salud mental.
“El hambre es un crimen”: La voz de la denuncia
La Fundación Pelota de Trapo, liderada por su fallecido fundador Alberto Morlachetti, y la CTA lanzaron, a principios de este siglo, la contundente campaña “El Hambre es un Crimen”, que puso el foco en la responsabilidad política y social. Su postura, impulsada también por referentes del Movimiento Chicos del Pueblo como el Padre Carlos Cajade, sostiene que la pobreza no es una fatalidad, sino el resultado de un sistema que perpetúa la desigualdad.
La campaña no solo denuncia la situación de la infancia, sino que exige un cambio de paradigma para que los niños sean el centro de la agenda pública, con políticas que garanticen su dignidad y sus derechos.
“Los únicos privilegiados son los niños”.
La frase del ex presidente Juan Domingo Perón se ha diluido en las agendas políticas y mediáticas del país. Mientras el Parlamento dilata decisiones en especulaciones que postergan la resolución de los problemas, la prensa se rasga las vestiduras exponiendo miserias globales y omitiendo las que atañen a la pobreza infantil nacional.
Habría que preguntarse de qué modo inciden en el rendimiento de los alumnos los efectos de la crónica crisis económica. Pero, ¿qué oscuros intereses mueven a los poderes de la República para continuar sosteniendo modelos de exclusión? Es inconcebible que, a más de 40 años de reinstaurada la democracia en el país, aún veamos irrealizada la promesa de Raúl Alfonsín: “…con la Democracia se come, se cura y se educa”.
Un camino integral y sostenido para erradicar esta fuente de indignidad
Abordar la pobreza infantil exige un plan integral que combine la asistencia inmediata con políticas estructurales de largo plazo. Los expertos y organismos como UNICEF, el Observatorio de la UCA, CIPPEC y el Banco Mundial coinciden en la necesidad de:
1. Fortalecer las políticas de ingresos: Asegurar que programas como la Asignación Universal por Hijo (AUH) sean suficientes para cubrir la canasta básica.
2. Inversión en capital humano: Destinar recursos a la educación temprana y a un sistema de salud que garantice la atención de la primera infancia.
3. Fomento del empleo digno: Impulsar políticas que reduzcan la informalidad laboral, principal causa de la pobreza en los hogares con niños.
4. Reforma del hábitat: Abordar la pobreza desde su raíz, mejorando las condiciones de vivienda y el acceso a servicios básicos en los barrios más vulnerables.
En un país que ha lidiado con la inestabilidad por décadas, la pobreza infantil se presenta como una herida abierta.
La solución no pasa por la caridad, sino por un compromiso colectivo y político para construir un futuro más justo para las próximas generaciones.
*Periodista. Ex dirigente del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTAA)