Dictadura: Adoctrinamiento en el sistema educativo

Por Jesús Chirino*

Durante la dictadura desaparecedora de personas, el Gobierno desplegó una política de fuerte adoctrinamiento en todas las aulas del sistema educativo argentino. Para el poder dictatorial, el ciudadano debía soportar las consecuencias de las políticas del Estado sin reclamar y, mucho menos, organizarse para peticionar. Eso queda claro en un documento antisubversivo que editó el Ministerio de Educación.

En todos los niveles

En el año 1977, el Ministerio de Cultura y Educación de la dictadura elaboró un documento titulado “Subversión en el ámbito educativo (Conozcamos nuestro enemigo)”. En la Resolución ministerial 538 se lo denomina folleto y, a la vez, en su primer artículo estableció que se distribuiría “en todos los establecimientos educacionales a través de los organismos competentes…”. A la vez, hacía responsable a los directivos de cada institución educativa de que el contenido del mismo fuera difundido “entre todo el personal docente y administrativo”. Pero también estaba dirigido al estudiantado. En el artículo tercero dice: “En la medida que lo permitan las características de los diferentes niveles de la enseñanza, se darán a conocer también a los educandos los conceptos incorporados al folleto…”.

Los supervisores ministeriales tendrían a cargo verificar que se cumpliera con lo establecido en la Resolución, fechada el 27 de octubre de 1977, firmada por el abogado tucumano Juan José Catalán, quien, entonces, ejercía como ministro de Educación de la dictadura presidida por el genocida Jorge Rafael Videla. En el documento queda explícito que se ocupa desde el nivel inicial hasta la universidad.

Alumnos pasivos, como objetos, sin sentido crítico

Durante septiembre del 77,  un mes antes de publicar el “manual antisubversivo”, Catalán había anunciado un plan para disminuir la cantidad de universidades públicas en el país. El ministro consideraba que el número de casas de altos estudios era “excesivo” y sostenía que el Estado no tenía los recursos necesarios para mantener tantas universidades. Por otra parte, señaló que era objetivo de su plan evitar la formación de cuadros políticos o simpatizantes de grupos armados opositores al Gobierno dictatorial.

El ministro de educación del Gobierno de Videla, padre del actual ministro del interior de Milei, Lisandro Catalán, en los considerandos de la referida resolución afirma que el material antisubversivo debe llegar al personal docente y directivo, en todo el país, porque el mismo  “…en definitiva, en forma directa, ejercita la transmisión de conocimiento y la conducción de los respectivos ámbitos”.  Nótese que se habla de “transmisión de conocimiento”, es una visión de lo educativo que se repite a lo largo de todo el documento ministerial. El alumno es postulado como un sujeto totalmente pasivo al cual se le “transmite” conocimientos, valores, etc. En algunas partes del folleto se profundiza este concepto, postulándose que debe superarse la mera transmisión del conocimiento y desarrollar una actividad “formativa”. Es decir que no deja de verse al alumno como un sujeto pasivo, sino que, incluso, se lo “forma”, como si de un trozo de arcilla se tratara. A lo largo del documento se observa que la pasividad con la cual se plantea a los alumnos es también la misma que el poder dictatorial pretendía para toda la ciudadanía.

Cualquier oposición era subversiva

El folleto plantea que existía un escenario de “guerra” internacional, la cual no necesariamente se veía en enfrentamientos armados, sino a través de lo que actualmente podría describirse como una guerra cultural. Textualmente, señala que se trata de “…una agresión apoyada en una permanente, intensa, vasta y profunda Acción Sicológica a través de la educación, la cultura, los medios de comunicación social, etc., desarrolla sus estrategias particulares en los distintos ámbitos…”. Esa acción que, según el documento, la desarrollaban marxistas leninistas,  podía ensayar soluciones diferentes. Se enumeran algunas; entre ellas, una “conjunción cívica-militar” o el “pluripartidismo”. Es decir que, en realidad, hablaban de un sujeto opositor amplio que incluía la “pelea” desde los partidos políticos.

Al definir subversión, en el folleto ministerial, se señala que es “…toda acción clandestina o abierta, insidiosa o violenta que busca la alteración o la destrucción de  los criterios morales y la forma de vida de un pueblo, con la finalidad de tomar el poder o imponer desde  él una nueva forma basada en una escala de valores diferentes”.

Podemos ver que encajaba en la definición de subversión cualquier acción no clandestina y sin violencia opuesta a los valores que defendía la dictadura, por lo cual incluía a cualquiera que pretendiera algo distinto a lo que hacía el Gobierno. Para ellos cualquier tipo de oposición era subversiva.

En cuanto a los valores de la dictadura, recordemos que no sóoo era un Gobierno ilegítimo, corrupto, sino que también cometía delitos que continúan avergonzando a la humanidad. Cuando Catalán anunció su plan para reducir la cantidad de universidades públicas, hacía un año que habían secuestrado y asesinado a estudiantes del secundario en la ciudad de La Plata, suceso conocido como  La Noche de los Lápices, el 16 de septiembre de 1976.

Quienes pensaban o no toleraban las injusticias eran subversivos.

Pero, ¿cómo se llevaba adelante esa acción psicológica, según el Ministro Catalán y su manualcito de valores dictatoriales? La respuesta está escrita en varios párrafos de ese mismo documento. Por ejemplo, cuando define subversión también señala que se trata de una reacción esencialmente política-ideológica “dirigida a vulnerar el orden político-administrativo existente (la dictadura) que se apoya en la explotación de insatisfacciones e injusticias, reales o figuradas, de orden político, social o económico”. Es decir, que al poder no le importaba si esas insatisfacciones eran reales o no.

A lo largo del documento del ministerio se describe el accionar subversivo, se plantean etapas y diferentes formas de accionar, pero siempre se regresa a que existen situaciones injustas o insatisfacciones, insistiendo que pueden ser reales o imaginarias y que se plantean formas de solucionarlas. También se habla de que se aprovechan de la imposibilidad de parte del Estado para solucionar esas cuestiones. Esto último se plantea como algo definitivo.

Se acusa a los subversivos de estar en contra de las armas nucleares, de ir contra la familia con ideas como la del divorcio o la unión libre. También se manifiesta que hacen que los individuos se integren a organizaciones que “aprovechan” diferencia de edades, sexos o vínculos de diferentes órdenes. Y así se señalan “movimientos feministas, de juventudes, de ancianos, etc.”.

En otra parte se destaca que el marxismo “engendra una voluntad de poder” y que, para lograr ese poder, la “política debe canalizarse inexorablemente a través del pueblo porque de allí obtendrá la masa necesaria” y que “la captación de esa masa se ejecutará aprovechando la ‘frustraciones’ reales aparentes que la misma posea”.

En el documento analizado se refieren varias cosas más, como, por ejemplo,  grupos armados, organizaciones de jóvenes actuando en los diferentes niveles, pero el objetivo de esta nota es reflejar el modelo de alumnos y ciudadanos que tenía el poder dictatorial. A la vez, también puede advertirse la aversión a la organización de los diferentes sectores de la sociedad.

El origen del poder político está en el pueblo, en ningún otro lado. Quienes pretendan que no existan organizaciones por sectores y solidaridad entre las mismas estarán caminando muy cerca del ideario dictatorial.

*Docente. Periodista. Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar