Consecuencias psicosociales de la represión política en Villa María

Por Jesús Chirino*

De manera reiterada sostuve, en este espacio, que el trabajo por la memoria debe ser constante. Cerca del 24 de marzo, Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, señalo que en Villa María, muchas personas, desde diferentes instituciones, trabajaron para la construcción de memoria acerca de los sucesos en tiempo del terrorismo de Estado.

En esta oportunidad, quiero referirme al trabajo realizado por la Licenciada Graciela Taquela titulado “Consecuencias Psicosociales de la represión política en Villa María”. Un material de gran valía, no solo por el tema del cual se ocupa, sino que se trata de un estudio realizado en nuestra ciudad. Su lectura ayuda a la comprensión del trauma que sufrimos como sociedad, pues la represión afectó, de manera dramática, las relaciones humanas en nuestra comunidad, por lo cual, su incidencia no terminó y sigue impactando en las nuevas generaciones.

Generaciones afectadas

La dirección de este trabajo de tesis estuvo a cargo de la prestigiosa médica psiquiatra y psicoanalista Diana Kordon, coordinadora del Equipo Argentino de Trabajo e Investigación Social y quien también coordinó, entre 1979 y 1990, al Equipo de Asistencia Psicológica de Madres de Plaza de Mayo.

Taquela, que inició este trabajo de investigación en 1998, primero considera la escasez de material que trata el tema abordado. Igual, el análisis de discursos sociales le permiten advertir, desde un inicio, que “pese al tiempo transcurrido desde que la dictadura militar implementó la metodología represiva”, aún persistía “el impacto traumático a nivel de la sociedad en su conjunto”.

En la justificación de la investigación, plantea, entre otras cuestiones, que el trabajo represivo también incidió en el desempeño de los profesionales de salud mental, “específicamente en la práctica del psicoanálisis, el abordaje de estos efectos de la represión estaba circunscripto a la ‘neurosis’: La tendencia a entender la problemática era ‘psiquiatrizar’ a los afectados”. Presentando esa visión, la autora avanza en el planteo de un estudio en el cual lo sucedido durante la dictadura, que afectó a miles de personas, es tratado como un problema del campo de la salud.

Realiza algunas puntualizaciones interesantes, al sostener que la comunidad de Villa María es relativamente pequeña, nada que ver con las grandes urbes donde el anonimato es corriente. Aquí nos conocemos más y eso también juega en las características de la problemática. También deja en claro que “la situación traumática padecida a partir de la desaparición forzada de personas comprende a toda la sociedad y no solamente a los afectados directos de nuestra comunidad, comprometiendo a varias generaciones simultáneamente (padres, hijos, cónyuges, abuelos), observándose una transmisión generacional de las situaciones no elaboradas”.

Las heridas del silencio impuesto

Para la realización del trabajo, Taquela entrevistó a integrantes de diez grupos que fueron afectados de manera directa por tener familiar desaparecido o que sufrió detención y tortura. Por otra parte, “afectados indirectos”, es decir, individuos que no padecieron situación represiva de manera directa.

La imposición del silencio acerca de lo que el poder dictatorial no quería que se hablara era norma, explícita o implícita. Quienes rompían esa prohibición quedaban situados en el papel de perturbadores y comenzaban a recibir un trato diferencial en su entorno social. En el caso de los familiares de desaparecidos, aparte de la imposición del silencio, “estaban sometidos a deformaciones tangenciales, rumores, algunas comunicaciones oficiales -desmentidas luego-, generándose una situación de ambigüedad intolerable”.

Frente a esto, algunos familiares adoptaron una posición activa, tratando de relacionarse con personas que pasaban por lo mismo, en tanto que otros se hicieron cargo de la norma del silencio, temiendo ser alcanzados por la represión. La autora sostiene que “el sometimiento a la norma de silencio, en el campo de las relaciones interpersonales, lleva a un progresivo aislamiento, y solo se mantienen aquellas relaciones que se encontraban consolidadas”. Esto que también le pasaba a personas que no eran familiares de desaparecidos, arrastraba consecuencias en subjetividad. Entre esas consecuencias, se menciona la alienación, la toma del discurso hegemónico como propio.

Puede consultarse  en la Biblioteca Profesor Eduardo Requena, del Inescer

En el trabajo, pueden leerse acerca de experiencias colectivas no profesionales de familiares que les ayudaron a aliviar la angustia. No olvidemos que uno de los discursos circulantes culpabilizaba a los padres por la desaparición de los hijos. Taquela referencia la existencia de la práctica de profesionales de salud mental, donde en algunos lugares pudieron organizarse redes, en otros no, como en el caso local, aunque ella puede dar testimonio de su intervención profesional en casos individuales y familiares.

Por otra parte, aborda dilemas que enfrentaron los profesionales de la salud en sus intervenciones con afectados directos, como también una historia acerca de la construcción del monumento “Memoria sin tiempo”, inaugurado en febrero de 1993, donde siete piedras recuerdan a desaparecidos de la ciudad. En el trabajo, se señala qué les pasó a algunos familiares con la construcción de ese monumento, el alivio que les produjo.

Por último, debemos señalar que este material producido como una investigación dentro de la Universidad Nacional de Villa María puede consultarse tanto en la biblioteca de esa casa de estudios como en la del Inescer, que lleva el nombre de Profesor Eduardo Requena, docente villamariense detenido y desaparecido durante la dictadura.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Delegado Normalizador de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar