Apuntes para la reflexión: Elecciones PASO agosto 2023

Por Carlos R. Martínez* 

En qué contexto psicosocial se da este suceso denominado “fiesta de la democracia”. En lo que respecta pueblo, atravesado por durísimas condiciones concretas de existencia, que conlleva a un profundo sufrimiento psíquico donde es figura el miedo a carecer, producto de las condiciones materiales de vida. La profundización de la brecha entre los que están incluidos dentro del sistema económico y quienes han cruzado el umbral de la pobreza, es determinante en relación a su posición respecto a los acontecimientos políticos partidarios.

Diez millones de trabajadores en blanco entre el sector público y privado, con acceso a la salud, jubilación, vacaciones y aguinaldo, y entre ocho y diez millones precarizados, en negro y monotributistas. Una gran mayoría aun trabajando son pobres, la ecuación plata en el bolsillo y comida en la heladera, es algo que se espera, pero no llega.

Lo que subyace es la incertidumbre por el futuro que rompe con la expectativa de una vida minimamente estable. Este miedo, que no es resultado de una neurosis particular, está focalizado en las condiciones concretas de existencia de la mayoría de la población. La lucha por sobrevivir, funciona como disciplinador social y deviene en subjetividades claudicantes, en una constante tensión entre el proyecto personal, familiar, comunitario y la exclusión.

La tensión entre el miedo a carecer y la ausencia de posibilidades de contar con un trabajo o tenerlo con salarios depredados por la inflación, en muchos casos en condiciones de precariedad laboral, la aceleración de los ritmos productivos, las demandas que devienen de las redes, los vecinos, la familia, posterga la posibilidad de elaborar lo vivido y aprendido con la consiguiente devastación de la experiencia, se construye una subjetividad colectiva de excitación, productora de angustia, pánico o depresión, vinculadas a la incertidumbre.

La depresión empieza a afirmarse en el momento que cada sujeto es responsable de su rendimiento y de la posibilidad de estar o no incluido. Desdibujándose la responsabilidad social del Estado como regulador entre el capital y el trabajo. Ya no son sujetos deseosos de transformar la realidad social, lo que lo oprime conlleva a la tristeza, sintiendo culpa o vergüenza por no estar insertos en el sistema productivo. Ya no se trabaja sólo para satisfacer necesidades, también para ser sujetos producidos por los dispositivos de dominación y productores de esos dispositivos.

En ese contexto, el domingo 13 de agosto una parte de los argentinos fueron a votar. De treinta y cinco millones habilitados asistieron veinticuatro millones, de los cuales un millón cuatrocientos mil lo hicieron en blanco o sus votos fueron anulados. No asistieron once millones, un incremento de un millón cuatrocientos mil con relación a las PASO del 2019.

El 30 % votó a Javier Milei, prácticamente sin ninguna estructura partidaria nacional. Resultado emergente de un conjunto de factores que no se puede explicar partiendo del enunciado “la gente”, abordaremos la policausalidad material, emocional e histórica con la que nos aproximaremos a dar cuenta de este suceso político, social y colectivo, donde la abstención es parte del suceso.

En una primera aproximación es sorprendente la uniformidad de su resultado al imponerse en diez y seis provincias, donde hace poco habían triunfado en las elecciones a gobernador otros partidos. Y la transversalidad de sus adherentes en los diversos sectores sociales y económicos, expresión policlasista de rechazo a los partidos políticos que gobernaron los últimos doce años y al centralismo urbano.

La composición social del voto en su mayoría parte de jóvenes menores de 35 años, mayoritariamente trabajan de forma informal. Por el porcentaje obtenido significa la adhesión también de hombres y mujeres de mayor edad. Que adhieren a soluciones simples a temas complejos que les preocupan; la falta de trabajo, la inflación, la inseguridad (“una pizza llega antes que un patrullero o una ambulancia”), los privilegios de los políticos, la ayuda social que reciben los desocupados (“no quieren trabajar”) y los derechos de los inmigrantes latinoamericanos en especial bolivianos, peruanos y paraguayos (“son los que nos sacan el trabajo”).

El discurso o propuesta central en que se basa la propuesta del partido de Milei son: la libertad, el emprendedurismo, y los valores individualistas contra un estado que limita libertades, montado en los límites que impuso la pandemia, y el rechazo a lo que denomina “la casta política” son los puntos básicos desde donde se reconocen sus seguidores, y entusiasmados, dándole sentido a una épica, de quienes no deja de ser aún una minoría, pero se lo ve como un aluvión imparable.

Fue un voto esencialmente del interior, un pueblo que en los últimos quince años viene padecido un fuerte empobrecimiento, depositan en Milei la confianza en contar con la capacidad ejecutiva para transformar realidades que los agobian. Les propuso en un dialogo directo y concreto a través de los medios, mientras otros políticos se hablaban entre ellos.

Votaron apoyándolo contra sus efímeros derechos, trabajadores privados, de la salud, educación, de los movimientos sociales que subsisten con los planes de ayuda del Estado, estudiantes de universidades nacionales, trabajadores del Estado, precarizados, hombres y mujeres. Todos sabiendo que ellos pueden ser parte del ajuste que propone, ignorando la incertidumbre y el miedo a carecer al que me refería.

Mayoritariamente no es un voto de extrema derecha pese a que la propuesta lo es. En las elecciones del 2019 se votó por un cambio donde la figura fue la exigencia de la recuperación de derechos y menos recortes y ajustes económicos. Difícilmente en cuatro años se haya mutado esa demanda. Es un voto que expresa hartazgo, frustración, resentimiento, ofensa. En general se votó al personaje no sus propuestas.

Otro de los ejes de la policausalidad que determinó el voto, es el rechazo a la agenda progresista y urbana, que no deja de ser una forma de posponer las agendas económicas que son comunes y urgentes a las necesidades económicas del pueblo. Hay un rechazo especifico de muchos varones que no aceptan ni toleran el cambio de roles y el protagonismo de las mujeres a lo que se suma y potencia las propuestas de las Iglesias.

Por otra parte, los y las jóvenes históricamente buscan oponerse a lo instituido, a lo que ya está establecido, en especial cuando no satisface sus proyectos generacionales. En diferentes momentos de la historia argentina esa necesidad produjo la adhesión a diferentes alternativas políticas, reformistas, progresistas, o revolucionarias, hoy la situación es otra.

Si tomamos las experiencias de ultraderecha que surgieron en Europa son el resultado de la pérdida de credibilidad de los partidos socialdemócratas. Que cuando alcanzaron los gobiernos se adaptaron a los requerimientos de los grupos económicos, traicionando el contrato electoral, renunciado a las propuestas de distribución económica, regulación y control de los grandes grupos económicos y establecimiento del Estado de Bienestar. Esta misma situación se replicó en América, el caso testigo fue el Gobierno de Dilma Rousseff en Brasil que terminó sosteniendo un proyecto de ajuste económico que le abrió las puertas a Jair Bolsonaro.

Esto también pasó con el peronismo kirchnerista, intentaron hacer foco en el recuerdo de las conquistas logradas, ya que no tenían nada para mostrar de la actual gestión. Tampoco reconocieron la responsabilidad de la coalición gobernante o prometieron dar cuenta de las nuevas demandas. En síntesis, no alcanza con defender derechos, es necesario ampliarlos y profundizarlos, con la finalidad de darle mayor vigor a la propuesta política que defienden.

En el caso de Milei sus propuestas disparatadas y con un fervor exagerado no dejan de ser la otra cara de la moneda que afirma que el amor vence al odio. Sin ningún pudor expresan el odio a la casta, los vagos, los planeros, y es aceptado y festejado. Constituye una identidad, un lugar común de pertenencia. Se acabo la moderación política.

El escritor Dalmiro Sáenz en la década del 90, en su texto “Composición tema la patria” decía: “La patria es un sentimiento inculcado, por lo tanto, no muy verdadero, pero lo que sí es verdadero es la necesidad de inculcarlo. El mapa mental de la patria tiene la forma de sus enemigos. Sin enemigos no existe la patria… Pensándolo bien, sin enemigos tampoco existimos nosotros, porque nosotros somos lo que son nuestros enemigos y todo estimulo es una carencia que provoca un deseo, es una necesidad de algo que no tenemos, de algo que nos agrede con su ausencia o con su presencia, pero siempre es algo agresivo”.

No hay duda que los “libertarios” no reivindican la patria o sus valores, pero tienen enemigos y es a partir de ahí que les permiten constituir su identidad política, y los combaten. Practica que otros sectores del campo popular hay perdido convencidos que “la patria es el otro” y al enemigo se lo vence con amor.

Lo que sigue a estas elecciones intermedias

De aquí a octubre el Gobierno como ya lo está haciendo, empobrecerá más al pueblo. El descontento aumentará y no es inimaginable una segunda vuelta sin el peronismo, simultáneamente comenzarán a construir nuevas alianzas de viejos burócratas de la política con la única finalidad de no perder su poder.

Entre las tres opciones mayoritarias lo que los diferencia es la velocidad del ajuste que solo se logrará con represión. El poder real esperaba que Bullrich o Massa gobernaran, el escenario cambió para ellos, emergente de esta situación es el pedido del FMI de reunirse con los que parecería que son los que mayor posibilidad tienen de gobernar y quieren asegurar que sus planes económicos sean afines a sus políticas, su prioridad no es cobrar la deuda, buscan que los obedezcan.

Hacer responsable al pueblo de los resultados electorales pasado o por venir en el contexto de una democracia restringida, es una opción infantil que fragmentará aún más al campo popular. Ya desde hace décadas que lo jóvenes piensan que su futuro será peor que el de sus padres, confirmando que se acabó la movilidad social ascendente. Si el resultado de esta PASO no es una nueva versión del “que se vayan todos”, no falta mucho. Seguramente la bronca y furia contra la “clase política” se expresará donde lo hace el pueblo, en la calle.

El desafío es construir agendas sectoriales que confluyan en un movimiento popular que incluya las perspectivas generacionales, de clase y género. Desandando cualquier culto a la personalidad que anula la posibilidad de una conciencia crítica, evitando los discursos claudicantes que deviene en subjetividades claudicantes. No esperando que un jefe o una jefa diga qué pensar, qué hacer y cuándo hacerlo.

El futuro del pueblo no se resuelve en las urnas, será consecuencia de cómo se organicen para establecer la resistencia a los proyectos de las derechas. Falta el resultado de la lucha social para lo cual son críticas las convicciones, certezas y carácter colectivo para evitar como en otros momentos de la historia que se impongan las políticas de las minorías.

Seguir militando o eligiendo al “mal menor” no deja de ser un suicidio colectivo.

Foto de portada: El candidato y superministro amigo del FMI, Sergio Massa junto a su jefa fondomonetarista

*Director de Confluencia Psicosocial–Intervención, Formación e Investigación en el campo del trabajo, las organizaciones y la Psicología Social

Fuente: www.resumenlatinoamericano.org