A 57 años de la muerte de Amado Olmos, un hacedor del “Sindicalismo Integral”

Amado Olmos falleció el 27 de enero de 1968 -hace 57 años- en un extraño accidente automovilístico en Villa María, Córdoba, mientras militantes universitarios integralistas, humanistas y peronistas de todo el país lo aguardaban en Rosario, en un campamento estudiantil de formación política, para que hablara ese mismo día, junto a los dirigentes sindicales Julio Guillán y Lorenzo Pepe.

Nacido en 1918. Rosarino. Obrero. Peronista. Dirigente del gremio de la Sanidad de larga militancia en la recuperación de las organizaciones de los trabajadores que estaban en manos de los militares gorilas, luchó tanto contra los gobiernos antidemocráticos como contra las dirigencias sindicales claudicantes.

Después de 1955 fue preso político, residió en Caseros, Rawson y Bahía Blanca, a lo largo de 1956; al año siguiente estuvo en la Penitenciaría Nacional; en 1959 visitaría otra vez este edificio. Luego fue confinado a Caseros, una vez, en 1960 -debido a su oposición a Frondizi- y nuevamente fue encarcelado en Rosario, en 1960, por haber participado en la asonada del general peronista Miguel Ángel Iñiguez.

Secretario de la Federación Argentina de Trabajadores de la Sanidad, creador de la histórica “62 Organizaciones” gremiales peronistas, impulsor del congreso de La Falda, principal animador de la corriente combativa integrada, entre otros, por Raimundo Ongaro, Agustín Tosco, Jorge Di Pasquale, Julio Guillán, Lorenzo Pepe, Benito Romano, y Atilio Santillán, su temprana desaparición privó al sindicalismo argentino de uno de sus más lúcidos dirigentes.

Consideraba que el peronismo era un Movimiento Nacional donde la conducción debía estar a cargo de los trabajadores. Sin cuestionar a su líder -por el contrario la lealtad se expresa en diferentes circunstancias como por ejemplo frente al conflicto con Augusto Vandor- proponía que el sindicalismo debía transcender las fronteras gremiales para hegemonizar la dirección táctica del Movimiento. A esto lo llamó “sindicalismo integral”.
En la década del ´60 se acerca a John William Cooke radicalizando sus posturas. “Los trabajadores no queremos soluciones de arriba… Queremos el sindicalismo integral, que se proyecte hacia el control del poder, lo cual asegura el bienestar del pueblo todo”, síntesis de sus ideas y propuestas para concretar las banderas históricas del peronismo: Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política.
Su figura crece notablemente dentro del movimiento sindical, asumiendo claras posiciones revolucionarias: “Hay dirigentes gremiales cuya mentalidad no da para más y como hijos del capitalismo, siguen obedientes a sus viejos padres, y buscan la solución en este sistema liberal capitalista… Los trabajadores no quieren soluciones por arriba… Quieren el sindicalismo integral, que se proyecte hacia el control del poder, lo cual asegura el bienestar del pueblo todo. Lo otro es el sindicalismo amarillo, imperialista”.
Olmos sostiene: “Aquí tenemos que dividirnos entre los entreguistas y los que no queremos entregarnos. Entre los que están con el imperialismo y los que somos antiimperialistas, entre los que queremos el país y los que están en contra del país”.

Al finalizar 1967, Olmos se ha constituido en el único capaz de obtener la confianza de todos los trabajadores confederados. Su preocupación por el funcionamiento democrático del sindicato, por los compañeros presos, así como su interés por encontrar la salida política a la lucha del movimiento, lo convierten en el hombre indicado para ocupar la Secretaría General de la CGT, en el próximo Congreso Normalizador, a realizarse en marzo de 1968. Los sectores combativos se expresarán a través de él, e inclusive el Vandorismo, deberá resignar posiciones y aceptar su conducción. El delegado de Perón, Fernando Alberte, un militar que se ha izquierdizado en el ejercicio de su función, juega también decididamente a favor de Olmos como Secretario General.

Pero, como dice el poeta, “la vida tiene sus trampas, porque la vida es así”: El 27 de enero de 1968, sufre un accidente automovilístico cuando se dirigía hacia Villa María, en la provincia de Córdoba. El rodado choca violentamente y Olmos es expulsado del mismo, golpeando su cabeza contra un mojón de cemento, que le produce la muerte inmediata. Pierden así, los trabajadores, a un gremialista excepcional que, por serlo, nunca tuvo a su favor a la prensa, a la radio, ni  la televisión del sistema. Silencio en los diversos ámbitos, sólo la muerte pudo frustrar su trabajo gremial y político, realizado “desde abajo”, para que los trabajadores pudiesen dar pelea por una Argentina mejor.

“Su muerte ha de ser lamentada por mucho tiempo y por mucha gente -escribió entonces John William Cooke-, porque en un medio de venalidad y cobardía, Amado mantuvo las manos limpias y el pensamiento claro. Porque luchó en medio de la contaminación sin sucumbir a ella. Eso lo saben todos los que actuaron en la lucha de estos años, de ahí la autoridad moral que Olmos conservó frente a las bases obreras y peronistas y aún frente a los que no participaron de su misma actitud política”.