A 80 años del choque al colectivo de los trabajadores del Polvorín de Villa María

Por Jesús Chirino*

Han transcurrido ocho décadas desde aquella tragedia en la cual, regresando a sus casas, fallecieron jóvenes trabajadores de la ciudad. En una de las entradas a la Villa se erige el monumento que recuerda el triste episodio.

Monumento inaugurado un 23 de abril

En el cruce de la ruta 9 y el ferrocarril, saliendo hacia Ballesteros y en las proximidades del empalme con la ruta que lleva a Ana Zumarán, hay un monumento cubierto en mármol donde puede leerse que allí fallecieron, de manera trágica, Armando Roberto Battaglia, Luis Antonio Botta, Leolindo Federico Carranza, Aldo Armando Fita, José Antonio Gallo, Ángel Juan Grassani, Martín Eustaquio Maldonado, Ángel Felipe Osler, José Paris, Francisco Cornelio Reinoso y Alberto Romero.  El monumento fue elevado en memoria de esos trabajadores civiles de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos de Villa María que encontraron la muerte el 19 de abril de 1943.

Ese monumento no fue el primero que se erigió para recordar aquella trágica jornada que enlutó a la ciudad toda. En julio de ese mismo año, el entonces intendente municipal, Salomón Deiver hizo que se levantara el primer monumento. Pero esa construcción recibió críticas y, al poco tiempo, fue derribada por la Dirección Nacional de Vialidad.

Luego la empresa de electricidad donó un terreno. Entonces, con la colaboración de vecinos se erigió el actual monumento inaugurado el 23 de abril de 1944.

Los últimos 80 centímetros

El 19 de abril de 1943, cinco colectivos llegaron a la Fábrica de Pólvora para trasladar a los empleados que volvían a sus casas, luego de una jornada de trabajo. Por entonces la planta fabril trabajaba a toda máquina y ocupaba más de dos mil operarios, quienes habían terminado su turno laboral fueron llenando los colectivos de la empresa local La Unión. Cuando los transportes iniciaron su marcha, uno detrás de otro, llegaron a la ruta 9 y allí giraron hacia el lado de la ciudad.

En el kilómetro 553 de la ruta la maleza estaba crecida y el paso a nivel ferroviario no tenía barreras.

Comenzaron a pasar los rodados, pero no advirtieron la cercanía de la máquina de tren número 398 que arrastraba los vagones de una formación que había atrasado 30 minutos su partida.

Al quinto colectivo lo conducía Oreste Ártico, quien en 1999 declaró a la prensa “yo ese día estaba de franco, pero me dijeron: ‘¡Por qué no te vas a la Fábrica que faltó unos de los choferes’. Y fui. Salí último en la fila de colectivos, porque justo faltaba de subir un pasajero. Cuando llegamos al paso a nivel el colectivo que iba adelante mío no paró y pasó. Los ligustros y la superusina no dejaban ver nada. Y pasé yo también. Nunca hubo barreras en ese cruce. El tren nos agarró 80 centímetros en la parte de atrás. No alcancé a pasar porque el ómnibus hizo una explosión en falso. Yo solo me golpeé el brazo”. Cuando realizó esas declaraciones, Oreste, a sus 79 años, aún lamentaba el accidente, el cual, sostuvo: “Me arruinó para todo el viaje”.

En el momento del accidente, Ártico tenía tan solo 23 años de edad. En las mismas declaraciones periodísticas señaladas antes recordó que: “Ese día perdí a mis mejores amigos… Botta, Paris, Romero. Uno se pregunta, si hubiera pasado un segundo antes, un segundo después… cuando a uno le toca…”. A sus amigos, muertos en el accidente, Oreste Ártico no pudo despedirlos, pues lo tuvieron 19 días incomunicado en la comisaría.

En la memoria

Luego de que el colectivo recibiera el impacto del tren quedó a unos cien metros, volcado sobre uno de sus lados. El resultado trágico fueron 11 muertos y 21 heridos. El ómnibus transportaba 50 jóvenes trabajadores cuyas edades oscilaban entre los 20 y los 32 años.

Los ocupantes de los restantes transportes, desesperados, descendieron tratando de ayudar a sus parientes, amigos y compañeros de trabajo. Al rato llegaron los soldados de Infantería de la Fábrica Militar y personal municipal junto a voluntarios para socorrer a los heridos y trasladarlos a la Asistencia Pública y al Hospital Regional Pasteur. Todos los presentes en el lugar de la tragedia se enfrentaron a la horrible visión de cuerpos mutilados, los que fueron recogidos por los soldados, enfermeros y demás colaboradores.

El día del sepelio de los 11 jóvenes, las muestras de respeto y dolor se produjeron a lo largo de todo el camino que siguió el cortejo integrado por un gran número de villamarienses.

Aquella fue una de las tragedias que más impactó a la ciudad y quedó grabada en su memoria.

El monumento construido en memoria de los jóvenes trabajadores muertos en el accidente aún está en pie, aunque sería interesante una mayor dedicación al cuidado de ese predio por parte de las autoridades locales.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar