Pino Solanas: Pueblo y Cultura

Este 6 de noviembre se cumplen dos años del fallecimiento del cineasta, intelectual, militante y político Fernando “Pino” Solanas. Se encontraba a cargo de la Embajada argentina ante la UNESCO en París y murió a los 84 años después de varias semanas de internación luego de haber contraído coronavirus.

Días antes, el ex Senador Nacional había utilizado las redes sociales para anunciar que se había contagiado de Covid-19 y que estaba internado en observación en un centro médico de la capital francesa.

“Amigos, sigo en terapia intensiva. Mi estado es delicado y estoy bien atendido. Sigo resistiendo. Con mi mujer, Ángela, que también se encuentra internada, queremos agradecer los apoyos a todos. No dejen de cuidarse”, escribió Solanas.

“Enorme dolor por Pino Solanas. Murió en cumplimiento de sus funciones como embajador de Argentina ante la UNESCO. Será recordado por su arte, por su compromiso político y por su ética puesta siempre al servicio de un país mejor. Un abrazo a su familia y sus amigos”, fue el texto elegido por la Cancillería para despedirlo.

Resulta imposible separar la trayectoria artística e intelectual de Pino Solanas de su recorrido político.

Empezó como guionista de la mítica El camino hacia la muerte del viejo Reales y su primera película fue nada menos que La hora de los hornos, el gigantesco fresco sobre los efectos del imperialismo sobre el país, que significó un quiebre en la producción cinematográfica nacional. Al año siguiente, 1969, puso en marcha junto a Octavio Getino el Grupo Cine Liberación.

El paso siguiente, también imbricado con la política, fue la realización junto a Getino de “Perón, actualización doctrinaria para la toma del poder”, una extensa entrevista con el general Juan Domingo Perón durante su exilio en Madrid.

Durante el corto interregno democrático de 1973 a 1976, filmó Los hijos de Fierro, pero ya en 1975 tuvo que abandonar el país amenazado de muerte por la Triple A. Después de sufrir un intento de secuestro se instaló en París, donde filmó el documental La mirada de los otros.

El regreso a la democracia en Argentina fue el marco de su premiada Tangos… el exilio de Gardel, que presentó en 1985, y Sur, de 1988, con la que ganó el premio al mejor director en Cannes.

En mayo de 1991, con Carlos Menem en la presidencia, fue baleado por dos desconocidos después de haber criticado duramente la deriva liberal del riojano y se incorporó de lleno a la pelea política partidaria.

En 1992 fue candidato a senador en la ciudad de Buenos Aires y un año después elegido diputado por el Frente Grande, que compartía con Carlos Chacho Alvarez. Así fue como en 1994 el Frente ganó la elección porteña para la Convención Constituyente nacida del acuerdo entre Carlos Menem y Raúl Alfonsín. Poco después, con diferencias con Alvarez, se alejó del Frente y, concentrado en el cine, presentó El Viaje y La nube, inspirados en el Gobierno de Menem.

En 2003, presentó Memorias del saqueo, el documental que reflejó la crisis de 2001, y en 2005 La dignidad de los nadies, que recibió premios en Montreal, Venecia, Valladolid y La Habana.

Alejado del kirchnerismo, en 2007 fue candidato a presidente por Proyecto Sur, cuando alcanzó el 1,6 por ciento de los votos. Severo crítico de las políticas de transporte, en 2008 estrenó La próxima estación, una pintura desvastadora de las condiciones del servicio ferroviario.

Cada vez más alejado del gobierno de Cristina Kirchner, fue elegido diputado en 2009 con el 24 por ciento de los votos, solo detrás de Gabriela Michetti, la candidata del PRO. En 2013 confluyó en UNEN con la Coalición Cívica Ari, la Unión Cívica Radical, Libres del Sur, GEN y el Partido Socialista. Junto con Fernanda Reyes, le ganó la interna a Rodolfo Terragno y a Alfonso Prat Gay, por lo que terminó siendo elegido senador. Elisa Carrió fue la cabeza de la lista de la coalición en Diputados.

Fue senador nacional desde entonces hasta 2019. Los dos primeros años ejerció la oposición al peronismo, pero con la llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada fue de a poco modificando su relación con sus antiguos compañeros hasta integrarse en el Frente de Todos porteño, que impulsó decididamente ante la posibilidad de una continuidad del macrismo en el poder. En el medio, participó de debates fundamentales como el del aborto, cuando pronunció un recordado discurso a pesar de la derrota en el Senado.

Fue candidato a primer diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires por el Frente de Todos, alcanzó el 35 por ciento de los votos, y antes de asumir aceptó representar al país ante la UNESCO, un pedido especial del presidente Alberto Fernández. Se trasladó a París donde lo alcanzó el Coronavirus.

“Fue el Menemismo, con mayúsculas”

Por Miguel Bonasso

No entendió lo que estaba pasando: ese personaje de mal “thriller”, disfrazado con una nariz colorada de payaso, que le disparaba a las piernas. Los golpes de fuego que lo hicieron caer. La advertencia repetida diez veces por los agresores: “si no te callás la boca la próxima es en la cabeza”. Tardó años en reconstruir lo que había detrás de la escena que lo dejaba tirado en el duro cemento de un estacionamiento, pero desde el primer momento Fernando “Pino” Solanas supo que el atentado era obra “del Menemismo con mayúscula”. En estos días, diez años más tarde, sigue pensando lo mismo acerca del posible autor intelectual. Sin embargo, por una de esas curiosas aventuras de la dialéctica, el ataque de los falsos payasos que pretendían acallar sus denuncias sobre la corrupción menemista lo lanzó pleno de indignación a la política activa, partidaria, que el autor de La Hora de los hornos desconocía a pesar de su militancia setentista. Y en esa política partidaria sufriría impactos no menos duros que los seis plomos de 22 y 9 milímetros que los sicarios le metieron en las piernas. Sobre todo una gran frustración y la convicción de que el “posibilismo” de dirigentes como Carlos “Chacho” Alvarez y Graciela Fernández Meijide “nos hizo perder diez años en la construcción de una respuesta popular al modelo neoliberal”. En vísperas de un corto viaje al extranjero; horas antes de que el calendario rubricara el décimo aniversario del atentado, el cineasta dialogó durante cuatro horas con Página/12 al cumplirse 10 años del atentado. En rigor, Pino habló con fervor didáctico y elocuencia, agitando su melena blanca y rizada, dejando poco espacio para preguntas e interrupciones.

El 22 de mayo de 1991, el director de cine Pino Solanas recibió seis balazos calibre 22 y 9 en las piernas y una advertencia: “La próxima es en la cabeza”. El atentado lo lanzó a la política. Hoy hace un balance del progresismo y ve que se perdieron diez años por el “posibilismo”.

La verdad es que Pino Solanas –militante peronista desde los sesenta– votó por Menem en 1989. Pero se convirtió en opositor en la primera semana de gobierno, cuando advirtió que entregarle el Ministerio de Economía “nada menos que a Bunge y Born” implicaba el inicio de una “traición al mandato del voto”. Poco después, el papel estelar del “capitán-ingeniero Alvaro Alsogaray y su hija María Julia en la escandalosa privatización de Entel” lo confirmarían en su calificación: se trataba de una “estafa política” y un “gravísimo delito” que “en nuestro país quedó impune con Carlos Menem y ha vuelto a quedar impune con el señor (Fernando) De la Rúa, que ha olvidado la Carta a los Argentinos y las promesas que encendieron las esperanzas de los ciudadanos maltratados por el despojo que le hicieron los grandes grupos económicos, favorecidos por el señor Menem y su pandilla”.

El primer cruce fuerte surgió a partir de las Galerías Pacífico, que pertenecían al ferrocarril todavía estatal. Pino Solanas, que las había utilizado como una de las locaciones de su película Sur, pretendía convertirlas en un gran emporio de las artes, como luego lo sería el Centro Cultural Recoleta, pero mucho más ambicioso. Una idea que iba a contramano de esas privatizaciones escandalosas que el cineasta criticó desde el primer momento con gran dureza. Y que hoy se pueden apreciar -especula– “en las cajas valerosamente conseguidas por Lilita Carrió”. Y aclara: “Ya en aquel entonces (José Luis) Manzano decía que no bastaba el ‘diego de cometa’ (el 10 por ciento de coima). Pues bien, si el total de las privatizaciones rondó los 30 mil millones de dólares y el dinero lavado ronda los 4500 millones, resulta evidente que la comisión promedió el 15 por ciento”.

“Galerías Pacífico –explica luego– fue un negociado más del señor Menem. Con su testaferro, el señor Mario Falak y el señor (José) Pedraza (dirigente del gremio ferroviario). Porque el entorno menemista se había preparado para comerse la torta de los activos muertos que tenía el país. Son los mismos grupos que se quedaron con Puerto Madero y conformaron la Sociedad Anónima Puerto Madero. Pregúntenle a Carlitos Grosso, pregúntenle a (Alberto) Kohan, a todo ese entorno, qué tuvieron que ver con la privatización de Puerto Madero. Sencillamente se lo apropiaron. Como se apropiaron del inmueble de Galerías Pacífico y lo transformaron en una sociedad anónima. Para adjudicar sin licitación”.

Su otro gran motivo de confrontación en aquellos años iniciales del menemismo fue la privatización de la petrolera estatal YPF. A Solanas le interesaba el tema energético desde fines de los cincuenta (al comienzo del gobierno de Arturo Frondizi) cuando fue secretario privado del director general de Gas del Estado, Julio Canessa. Y golpeó duro sobre los nuevos dueños, haciéndose acreedor a varios juicios por calumnias de José “Pepe” Estenssoro, el “hombre que desguazó YPF” y murió (tal vez de manera no casual) en un accidente de aviación. De Estenssoro decía, por ejemplo, que compraba áreas de YPF en plena producción al 2 por ciento de su valor real, con el guiño del Presidente. También lo querelló Gerardo Sofovich, a quien Solanas sigue considerando hoy “un verdadero delincuente y un vaciador de Canal 7”. No se retractó y las querellas no prosperaron.

El primer juicio de los tres que le inició Menem (también sin éxito) fue presentado ante el juzgado federal del doctor Martín Irurzun, dos meses antes del atentado. El entonces presidente se había agraviado por las declaraciones formuladas por Solanas al semanario Noticias el 10 de marzo de 1991. Allí dijo, por ejemplo: “Todo el menemismo y todo este carnaval no tienen nada que ver con el peronismo. Yo los he expulsado, como el pueblo los ha expulsado y los ha denunciado por estafadores, traidores y corruptos”. Como respuesta elíptica, Menem declaró a Clarín que estaba dispuesto a “destapar todas las ollas”, “aun a riesgo de tener que soportar la infamia y la calumnia”.

El 21 de mayo de 1991, Solanas ratificó ante Irurzun las expresiones vertidas en Noticias. Dos días antes le había declarado a Página/12: “Aquel interesante dirigente del interior que fue Menem en realidad añoraba ser un tilingo más en el mundo de la farándula, de la frivolidad del unitarismo porteño”. En otra entrega de este diario iría más lejos. Parodiando la antigua admiración de Menem por Facundo Quiroga, el cineasta llamaría al presidente “la comadreja de los Llanos”. El mismo 21 de mayo, este diario publicó una contratapa de Pino titulada “¡Diantres…! ¿Me quiere meter preso?”

El 22, a las ocho menos cuarto de la noche, salió a buscar su Peugeot 504 en el estacionamiento de los laboratorios Cine Color, en Vicente López, acompañado por uno de los músicos de Astor Piazzolla, Pablo Ziegler, cuando dos desconocidos desfigurados por sendas narices de payaso apartaron a su acompañante y le dispararon a las piernas a dos metros de distancia. “Es obvio –rememora– que era una advertencia mafiosa: no querían matarme, sino intimidarme para que me fuera del país. Y me lo dijeron: no jodas más o la próxima es en la cabeza”. Curiosamente, “los desconocidos de siempre” habían llamado ese mismo día a la presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini, para decirle que a ella “le tirarían a la cabeza”. Fiel a su estilo, la Policía Bonaerense, en la persona de un subcomisario apellidado Rienzi, salió a decir que se trataba de un “intento de robo”.

Solanas recordó que hubo más de cuatro individuos involucrados en el ataque, que se manejaban con walkie-talkies; que tenían área libre para operar y que uno de los subcomisarios de la seccional era el luego célebre Juan José Ribelli, actualmente preso por el atentado a la AMIA. Tampoco evoca con admiración al juez de la causa, Juan Carlos Tarcia, que se demoró 45 estratégicos días en llamar a declarar a la víctima y lo hizo, finalmente, atosigado por los múltiples pedidos del abogado Julio Raffo.

¿Usted piensa que Carlos Menem fue el autor intelectual del atentado?, pregunta el cronista. “Mire –contesta Solanas–, fui el primero en denunciar a Menem y el primero que Menem persiguió políticamente”. Luego evocará: “Esa noche, en el sanatorio, se juntaron quinientas o seiscientas personas. Yo estaba indignado. Hice responsables a Menem y su entorno”. Y más tarde abunda: “A mí no me cabe la menor duda de que éste fue un atentado del Menemismo con mayúscula. Funcionarios que habían estado cercanos a (Julio) Mera Figueroa en el Ministerio del Interior les dijeron a mis abogados, cuando su jefe dejó el cargo, que en el atentado había actuado la ‘cueva ocho’ de la SIDE”.

La gran reacción nacional e internacional que provocó la agresión le “dio fuerzas” a Solanas y debe haber influido para que se lanzara a la política activa. Algo que le recomendaban, por otra parte, los dirigentes peronistas combativos Luis Brunatti y Germán Abdala, que lo acompañaron decisivamente en aquellos momentos. En cambio, recuerda, la clase política se mantuvo al margen. La oposición no hizo suyo el caso. Y en esta indiferencia hacia el “personaje molesto” (piensa Solanas) puede rastrearse el germen de otras desgracias que se fueron sucediendo, como el asesinato de José Luis Cabezas.

El 20 de noviembre, Día de la Soberanía, el director de Los hijos de Fierro hizo construir una bandera de 400 metros con la que rodeó el Congreso en una movilización que marcó su debut político. En marzo de 1992, escribió en Página/12 una columna titulada “Otro país es posible”, donde convocaba a la formación de un vasto frente social y político opuesto “al modelo neoliberal de la dupla Menem-Cavallo, que venía a concretar el proyecto económico de la dictadura, vaciando y poniendo derodillas al país, vendiendo todos los activos públicos y empobreciéndonos a todos”. Su debut como candidato a senador por el Frente del Sur, en la Capital Federal, le demostró que había agua en la pileta: sacó casi el 8 por ciento de los sufragios y se perfiló como una tercera fuerza que entraba a tallar. En el ‘93 se unió con Chacho Alvarez en el Frente Grande y lograron un éxito electoral destacable: Chacho y Graciela Fernández Meijide fueron elegidos diputados por la Capital y Pino por la provincia de Buenos Aires. Pero pronto, después de las elecciones de constituyentes, confrontó con sus flamantes asociados, por entender que se habían quedado en la crítica “del menemismo”, del “microfenómeno de la corrupción” y no en el “macrofenómeno del modelo de corrupción, el modelo de rapiña que expresaba la globalización y la usura del capital financiero”. “El debate era muy fuerte –recuerda–, porque Alvarez y Meijide decían que de eso no se podía hablar, porque el frente debía prepararse para gobernar en 1995. Alvarez denunciaba a Matilde Menéndez, pero no se podía denunciar a Telefónica y a Telecom”.

Las divergencias se polarizaron en la Constituyente de 1994 y Solanas estuvo a un tris de retirarse como el finado obispo de Neuquén Jaime de Nevares. Entonces, admite: “Yo cometo un error político. Por disciplina partidaria y por aceptar democráticamente la decisión de la mayoría me quedo y no lo acompaño a Don Jaime”.

El gesto, dirá a continuación, no impidió que la línea hegemónica de Alvarez los expulsara del Frente. Durante varios años, Pino Solanas quedó como diputado solitario en el Congreso, mientras se producía el acuerdo de Chacho con José Octavio Bordón y el famoso encuentro de El Molino.

El gusta de reivindicar esa soledad y recordar que con su bloque unipersonal le “metió un palo en la rueda a Menem” al impedir el proyecto de privatización de Yacyretá y Salto Grande en los plazos que se había fijado. También le complace recordar que interpeló en duros términos a Domingo Cavallo.

Como es previsible, hay poca piedad hacia Chacho Alvarez, a quien acusa de “tener un discurso doble y a veces triple”. Y a quien considera uno de los principales responsables de la nueva decepción que agobia al electorado progresista. “A él le debemos, en gran medida, el carecer hoy, después de diez años, de una fuerza política creíble y coherente”.

Las sucesivas renuncias como vicepresidente de la República y jefe del Frepaso le parecen inadmisibles. “Tendría que haber ejercido una fundada oposición desde adentro, haciendo respetar el mandato del voto, el contrato con los electores. Además, ¿cómo se entiende su renuncia después de que forzó al Frepaso a votar la Ley de Flexibilización Laboral, después de haber firmado como presidente en ejercicio la privatización de las obras sociales y haber obligado a votar el impuestazo de (José Luis) Machinea, con la reducción salarial a los empleados públicos del 12 por ciento y, sobre todo, después de haber apoyado la concesión de poderes extraordinarios a uno de los máximos responsables del vaciamiento argentino que es (Domingo Felipe) Cavallo. Este es un hecho gravísimo y sin antecedentes, lo cual da muchísimo miedo”.

¿La causa? “Haber querido ser un paliativo del modelo, antes que una alternativa real a los fondos de inversión, que son quienes realmente nos gobiernan”. En un esquema que, según Fernando Solanas, se impone “por el terror y el chantaje. Antes, con los generales que hablaban de comunismo. Ahora, con la impaciencia de los mercados y el riesgo-país. Tratando de hacerles creer a los ciudadanos que es la Argentina la que se desploma en el abismo, cuando acá lo que agoniza es el sistema, poniendo en evidencia el fracaso de los gerentes, los tecnócratas y los políticos subordinados que en un cuarto de siglo no lograron, siquiera, el simple crecimiento”.

Fuente: www.pagina12.com.ar