Viaje en diligencia en 1867

Por Jesús Chirino*

Cuando aún no llegaba el ferrocarril a la pedanía de Villa Nueva, los viajes se realizaban en vehículos tirados por mulas, bueyes o caballos. Aquí rescato lo que dejó escrito un viajero de la época que pasó por esta zona. Las incomodidades del viaje, los peligros, el trato a los animales y el señalamiento de la explotación de los montes de la región.

Turista del siglo XIX

Henry Charles Ross Johnson fue un abogado inglés, integrante de la británica Royal Geographical Society, fundada en 1830 con el objetivo de aportar al desarrollo de la ciencia geográfica. Este incansable viajero recorrió distintas latitudes del planeta y, a finales de julio de 1867, pasó por la zona de Villa María. Por entonces se estaban dando los últimos pasos en los trabajos que permitirían la llegada del tren a este punto geográfico de la provincia. Si bien trabajadores de la empresa responsable ya estaban adelantando trabajos rumbo a la ciudad de Córdoba, en la futura estación Villa María, por entonces denominada Villa Nueva, se producían los esfuerzos mayores.

Cuando Ross Johnson regresó a su país escribió las impresiones que le despertó su paso por esta región. De esa manera dejó todo expresado en su libro “A Long Vacation in the Argentine Alps or Where to Settle in the River Plate States (1868)” Una larga vacación en los Alpes argentinos o donde establecerse en los países del Plata -1868). Esa obra fue traducida al castellano, por Ángel Vásquez, bajo el título “Vacaciones de un inglés” y publicada por la editorial Albatros en 1943.

Partiendo desde  Buenos Aires

El inglés tenía 37 años cuando, en 1867, recorrió la Argentina y lo que dejó escrito, junto a los testimonios de otros viajeros de aquel tiempo, permite acceder a datos de cómo era viajar entonces en esta zona. Ross Johnson nos cuenta que viaja desde Buenos Aires, en el Ferrocarril del Norte, hacia Tigre “desde donde parte los vapores para el Rosario”. Allí toma el vapor Luján, pasa la noche en “San Nicolás, en el puerto de Las Piedras” para luego seguir hasta Rosario. En esa ciudad tomó el tren del Ferrocarril Central Argentino,  a las 7 de la mañana, arribando a Fraile Muerto (Bell Ville) cerca de las 3 de la tarde. En el lugar debe pasar la noche para “tomar pasaje en la diligencia que partiría al alba del día siguiente”. Describe las incomodidades del alojamiento y continúa describiendo su viaje hacia la ciudad de Córdoba.

El viajero inglés señala que “luego de desayunar salimos para ver las diligencias repletas. Este es el camino desde Buenos Aires a todas las provincias de la República, y unas siete u ocho diligencias estaban siendo estibadas, así como un gran furgón que nosotros alquilamos, dado que necesariamente teníamos que lidiar con gran cantidad de equipaje (provisiones, vinos, monturas, catres, armas, pieles, etcétera)”.

Caballos flacos y duramente castigados

Para el turista europeo las incomodidades del viaje son extremas. Remarca que el servicio de diligencias “en la República Argentina es un monopolio en manos de un chileno, y nada podría ser más ignominioso que el estilo en que el servicio es llevado a cabo”. Aunque rescata que “los vehículos son fuertes y confortables, y bien equipados para la tarea”. El problema se presenta por estar “sobrecargados”. Los describe como “grandes coches yanquis, con una banqueta para el conductor y dos pasajeros”. También describe la particularidad de cómo eran dispuestos los caballos que ponían en marcha el vehículo. Dice que aquellos vehículos eran “tirados únicamente por lazos, sin otros arneses; siete, ocho o nueve famélicos y miserables caballos, cada uno montado por un gaucho, arrastran desde la cincha del ‘recado’ (la montura nativa)”. Paso siguiente señala las malas condiciones en que están los animales pues según su criterio “están muy excedidos en sus capacidades, y generalmente marchan lentamente, castigados constantemente con crueldad y apremiados por sus despiadados jinetes. Nunca vi semejante operatoria,  peligrosa y con semejante desperdicio de fuerza animal”.

En cuanto al costo del pasaje señala que “la tarifa era de alrededor de dos libras por el viaje, incluyendo el alojamiento por dos noches en postas miserables, en caso de alcanzarse alguna, de otra manera, cualquier rancho junto al camino. Están también incluidos en la tarifa unos dos chelines diarios por las comidas provistas por el mayoral. El viajero, sin embargo, debe llevar consigo su propia comida (su pan, vino, café, y otros lujos) dado que los únicos alimentos provistos por el mayoral solo comprenden carne asada o hervida y caldo”.

La mirada desde la cultura europea

La óptica del viajero no está descargada del peso que le otorga ser parte de la cultura europea. Este es un dato que debe ser tenido en cuenta para poder leer sus descripciones en el marco de las ideas de la época cuando el ideal era lo que provenía del Viejo Continente. No pocos actores del país, también quienes lo visitaban, planteaban estas tierras como habitadas por bárbaros que no valoraban la “civilización”.

Ross Johnson comenta que “todos los viajeros varones en estas regiones van fuertemente armados, porque aquí se está a solo cuatro leguas de lo que se denomina la frontera sur con los indios, y últimamente los indios han estado muy intrépidos y problemáticos, haciendo frecuentes incursiones dentro del territorio de la República Argentina”. Resulta interesante que el viajero sitúa a los “indios” fuera de Argentina, territorio  sobre el que realizan sus “incursiones”.  Como si esos seres humanos invadieran desde lo extranjero, lo extraño, lo que no es propio de este territorio “civilizado”. En cuanto a esas “excursiones” dice, llegan “asesinando a los varones y raptando a las mujeres, robando las caballadas, hacienda y los bienes de los desafortunados pobladores, e impunemente hasta ahora”. Él no ve esto, pero lo comenta, aunque en otra parte escribe “nuestro avance fue… muy lento. Hubo frecuentes alarmas y gritos de ‘los indios’. Sin embargo, no vi nada”.

En cuanto a su paso por Villa Nueva, nombre que entonces tenía la estación ferroviaria en construcción, hasta que la denominaron Villa María, dice que almorzaron en el lugar y que entonces estaba “colmada con trabajadores que construían la estación, galpones, tendiendo los rieles, etcétera”. No se le escapa la riqueza forestal de la zona al decir que “cerca de Villa Nueva cruzamos un cinturón arbolado de buenas maderas, que se extiende solamente unas tres millas de ancho, pero muchas millas de largo. Grandes estibas de maderas estaban siendo aserradas y apiladas para la construcción y consumo del ferrocarril. Luego de salir del bosque, el terreno nuevamente se tornó plano y sin arbolado…”. Si bien todos los datos aportados por este viajero no son más que fruto del relato de su propia experiencia, nos permite abrir una pequeña ventana para ver hacia el pasado y las condiciones en la cuales se viajaba en 1867.

*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Trabajadores de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María

Fuente: www.eldiariocba.com.ar