2019: El año que viviremos en peligro

OPINIÓN 

Jorge Falcone

La puja electoral se dirime entre neoliberalismo y neodesarrollismo

“Los vencimientos suman 23 mil millones de dólares y los ingresos del FMI 17,2 miles de millones. No será fácil encontrar otros prestamistas para cubrir esa diferencia. ¡Ni hablar de lo que nos espera a partir del 2020, sin la guita del FMI! En este marco aparecen muchos economistas, entre ellos algunos de gran prestigio internacional, que piensan que el default o cesación de pagos es inevitable, que solo falta definir el momento y sus características”.

Roberto Cirilo Perdía, “La economía que se viene: suba del dólar y recesión”.

Mauricio en el País de las Maravillas

El presidente, envalentonado ante el supuesto espaldarazo de los líderes mundiales, inmediatamente después del G 20 se animó a dar luz verde a su Ministra de Seguridad para legitimar virtualmente la pena de muerte, contribuyendo a complicar con dicha decisión su propia interna, y muy a pesar de  que la mayoría de las encuestas de todo signo lo muestran corriendo serios riesgos en las próximas elecciones.

En efecto, la ilusión oficialista de haber vuelto al mundo se disipó inmediatamente, no bien los indicadores más confiables señalaron la existencia de alrededor de 13.000.000 de pobres, en una geografía cuyo riesgo país trepó hasta los 821 puntos – ubicándonos inmediatamente detrás de Venezuela y Zambia (!) – y donde la extrema precarización de la vida cotidiana volvió a cobrarse víctimas humildes durante el último temporal que se ensañó – entre otras latitudes – contra el conurbano bonaerense.

Para colmo, este año decisivo asoma castigando severamente al bolsillo de l@s ciudadan@s de a pie con un incremento del 35 % en el gas, 40% en el transporte, y 43 % en la luz… y un descarado aumento de sueldo decretado desde el descanso presidencial en Villa La Angostura, favorable al primer mandatario y sus ministros, sólo explicable a partir de una obscena desfachatez de clase (!!)

Por otra parte – en consonancia con aquella estrofa de tango que rezaba “ni el tiro del final te va a salir” -, la política gubernamental de “transparencia” con que se intenta reemplazar el inimaginable objetivo de “pobreza cero” también ha comenzado a hacer agua involucrando riesgosamente a la familia presidencial, al punto de obligar a la doctora Carrió a señalar que “hay que cambiar a Cambiemos” (!!!)

De modo que, cualquiera sea el resultado de los próximos comicios – respecto a los cuales prestigiosos analistas políticos advierten un altísimo nivel de arrepentimiento respecto al voto oficialista de 2015 -, lo más probable es que estos ya no puedan definirse exclusivamente en base a Big Data, fake news, o globitos amarillos.

Mirando más allá de los árboles que nos tapan el bosque

Si aceptamos que la ingeniería represiva de los genocidas logró neutralizar el sentido común rebelde fermentado durante los años 60 y 70s, replegándose sus ideólogos debido al desgaste sufrido fundamentalmente a causa de las violaciones a los DDHH y la derrota en Malvinas – tras sellar un pacto de “coexistencia pacífica” con la partidocracia que aún rige el destino nacional rotando su elenco estable como en el Juego de la Silla -, advertiremos que la actual coalición de gobierno carga con dilemas no menores a la hora de hacer mutis por el foro y enfrentar a una Justicia que ojalá alguna vez esté a la altura de las circunstancias: Tan sólo los Panamá Papers, el endeudamiento centenario, y el affaire ARA San Juan alcanzan como botón de muestra.

Pero sabido es que la miseria atenta contra los análisis de largo aliento imponiendo una agenda de supervivencia. Dicha circunstancia condiciona (recurriendo a una imagen que nos resulta elocuente) a que buena parte de la militancia juegue a la política en el arenero del tobogán, alejada de una  disputa por el control de la plaza. ¿Cómo interpretar si no el amesetamiento de las tradicionales rebeldías de diciembre, logrado en gran medida en base al suministro de oxígeno económico que por arriba diligencian los buenos oficios del presidente Donald Trump propiciando la generosidad del FMI, y por debajo la Ministra de Desarrollo Social Carolina Stanley inyectando millonarias cifras de ayuda en el torrente de las organizaciones sociales? Pues así viene siendo desde Potosí a nuestros días: el vil metal regula la tensión entre las relaciones sociales.

Como si semejante obstáculo a sortear no fuera suficiente, con el recrudecimiento de los femicidios y el narco, de un tiempo a esta parte en los territorios el enemigo histórico ha perdido nitidez.

Y salvo honrosas excepciones, hoy el pensamiento crítico circula en el ámbito académico – con todas las limitaciones que este tiene – mucho más que en las organizaciones de base.

Sin embargo, más allá de una militancia consecuente que no abandona el espacio público y de una gestión canalla que no deja de reinventarse, el año que pasó exhibe indicadores de mediano y largo plazo dignos de volver a subrayarse:

El presente universal del trabajo –condicionado por el impacto de la innovación tecnológica– confirma que en los tiempos venideros ningún proceso productivo volverá a absorber la mano de obra de otrora, lo que alimenta la transformación en curso de clase obrera en clase trabajadora (formal e informal), con un saldo general de cierta merma de organicidad, que en nuestro país viene paliando la existencia de una dinámica Confederación de Trabajadores/as de la Economía Popular.

Pero acaso el fenómeno más auspicioso a destacar sea –a todas luces– un movimiento de mujeres que viene interpelando hasta lo más hondo los hábitos y costumbres de sociedades patriarcalizadas desde su fundación, lo cual seguramente irá afinando su puntería y ampliando consensos, pero que ya exhibe un perfil preponderantemente no estatalista e insurgente (como lo define la antropóloga feminista Rita Segato) presto a demostrar que la lucha de género, lejos de obstruir la lucha de clases, la integra en un todo más complejo y disruptivo, que tienta a los varones en vías de deconstrucción a dar la bienvenida a esta mirada reinventora de una utopía capaz de salvar la vida en el planeta.

Lo territorial y autogestivo, entonces, siguen indicando el rumbo que nos toca recorrer en pos del Buen Vivir de nuestro pueblo.

Lo pequeño se hace grande cuando lo grande no existe

Así las cosas en una Argentina empeñada en recuperar el cauce de sus días más luminosos.

No obstante, en la trastienda de las noticias que los medios hegemónicos ofrecen a la manera de un “menú del día”, circulan perlitas de esas que Rodolfo Walsh no pasaría por alto.

Una de ellas ocurrió recientemente en la localidad bonaerense de William Morris, donde la Policía Federal supuestamente perseguía a unos motochorros, cuando embistió a otra moto en la que viajaban un pequeño y su madre. El niño salió del accidente muy lastimado; la mujer – que paradojalmente se ocupaba de monitorear cámaras de seguridad – quedó en grave estado. El hecho provocó la ira de los vecinos, ante lo cual un efectivo de la fuerza interviniente amagó con desenfundar su pistola reglamentaria. Pero fue inmediatamente nockeado por uno de los presentes. Ese gesto – políticamente incorrecto para las mentes biempensantes -, perpetrado en plena vigencia de la Doctrina Chocobar, habilita a seguir confiando en la capacidad de indignación de nuestro pueblo.

Más aún si recordamos aquella estrofa del cantautor uruguayo Daniel Viglietti: “que una gota, con ser poco, con otra se hace aguacero”.

La imagen que ilustra esta nota alude al filme “Ellos viven!” (1988, John Carpenter), de visión imprescindible para comprender las estrategias persuasivas de la coalición que nos gobierna: https://vimeo.com/258569441

Fuente: www.resumenlatinoamericano.org