A 80 años del nacimiento de Envar “Cacho” El Kadri

Y a 23 años de su fallecimiento

Nacido en Río Cuarto el primero de mayo de 1941, hijo de Ester Amelia Manna y Khaled El Kadri, inmigrante libanés que en 1943 fue comisionado municipal cuando la revolución de junio. Su hermana Susana completaba el cuadro familiar más íntimo.

El bombardeo al pueblo en la plaza de Mayo en junio de 1955 y el golpe cívico militar contra el peronismo de septiembre de ese año, cuando Envar estudiaba en el Liceo Militar, lo pondrán de cara a la vida política nacional. Comienza por esos años, en el mismo Liceo militar, sus primeros actos de resistencia y rebeldía contra el orden oligárquico, los cuales terminan con su futura carrera militar.

La principal motivación que lo llevó a la militancia política fue su profundo sentido de rebeldía ante la injusticia. “Cacho”, como lo llaman sus amigos, afirma que “muchos jóvenes de mi época decidimos (…) que había que levantar las banderas de nuestros ideales, que no podíamos admitir que hubiera ciudadanos de primera que eran los “democráticos”, y ciudadanos de segunda que éramos los peronistas. (…) y ahí fue cuando nos organizamos ya por los años 57, 58 en los primeros comandos de la Juventud Peronista”.

Al principio, las acciones que llevaban a cabo consistían en juntarse en la calle Florida y colgar retratos de Perón y de Evita, gritar consignas y cantar la marcha peronista desafiando al decreto-ley 4161.

Pocos años más tarde, pasa a integrar la resistencia armada, dentro de lo que comenzaba a llamarse Juventud Peronista. En esa temprana militancia conoció a peronistas históricos y a futuros compañeros de lucha como  Julio Troxler, César Marcos, Felipe Vallese, Gustvo Rearte, José Luis Nell, Carlos Caride, Jorge Di Pasquale, Néstor Verdinelli o Jorge Rulli, entre otros.
En esos encuentros y esas acciones se afirma la idea de que sólo la lucha revolucionaria restauraría la soberanía popular que para él y para el resto de la JP encarnaba Perón.

A partir de agosto de 1961 comienza una etapa, común a tantos militantes del campo nacional, (y que en su caso particular terminará recién con su regreso al país en 1984), caracterizada por la cárcel, la tortura, el exilio y la lucha, siempre la lucha: su firme oposición a los gobiernos antinacionales, que lo llevó a su primer encierro carcelario entre agosto de ese año y junio de 1963.

Es así como en base a legítimos pergaminos conseguidos en esa militancia se transforma en uno de los principales referentes del Movimiento de la Juventud Peronista (MJP), en cuyo primer Congreso, en 1963, declara que “la nueva etapa que se abre determinará la hora cero de la liberación nacional y la Juventud Peronista consciente de la responsabilidad de impulsar estas formulaciones para concretarlas en el plano orgánico, insta a todos los peronistas a la lucha revolucionaria total hasta sus últimas consecuencias (…)”. Una demostración de ese ascendiente sobre MJP fue su elección como delegado de la misma ante el mismo Perón en una visita que varios militantes le hicieron a éste en Madrid, en noviembre de ese mismo año.

Hacia 1965 y ante el fracaso de la vía pacífica, se conviene que el retorno del líder peronista sólo podría realizarse por el camino de las armas. Esta postura lo lleva el 13 de octubre de 1967 a formar junto a otros compañeros las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP), e intentar una guerrilla rural en el monte tucumano que enfrente militarmente a un “onganiato” abiertamente entregado a los capitales foráneos. Sin embargo y antes de entrar en acción, las FAP caen el 18 de septiembre de 1968, en plena tarea de reconocimiento del territorio, dando origen a su segundo período de encierro y tortura, pero esta vez más duro y prolongado.

En casi 5 años de prisión, perdió la posibilidad de ver y vivir el regreso de su líder y participar del triunfo de Cámpora en las elecciones nacionales de marzo del ’73, para lo que tanto había luchado pero asimismo fueron aquellos hechos que confirmaron el valor de sus acciones y le dieron esperanzas en que la Argentina estaba nuevamente en el camino de la liberación nacional.

En julio de 1973 se entrevista con José López Rega en el Ministerio de Bienestar Social y en ella rechaza de plano las propuestas del ministro, demostrando toda su honorabilidad, sus principios y valentía. Seguramente esta actitud de El Kadri para con “el Brujo” significó el ingreso a la lista de condenados a muerte de la “Triple A”. La persecución comenzó con su inclusión en un supuesto complot para matar a Perón junto a otros compañeros del Peronismo de Base “17 de octubre” (PB 17), y continuó con el asesinato de un gran amigo y compañero: Julio Troxler. Su vida corría cada vez mayores riesgos, y fue así que se vio obligado a irse del país un 1 de enero de 1975, comenzando un largo y duro exilio: Beirut – Damasco – Madrid – París, destinos en todos los cuales vivió intensamente angustiado por no estar librando la lucha en el país mientras muchos compañeros caían en ella. Sin embargo su expulsión por la fuerza de España lo hizo sentir aún parte de aquella. Por eso mismo y aunque sea a distancia, intentó colaborar como fuese con la causa que toda la vida había defendido. Así participó entre el ’76 y el ’78 del Comité Argentino de Información y Solidaridad (CASI), y en la fundación y actividades de organizaciones que de una u otra manera actuaban contra el gobierno militar argentino o contra otros regímenes represivos, boicoteando la organización del mundial (COBA) y defendiendo a los artistas víctimas de la represión (AIDA).

A su regreso al país, tras el fin de la dictadura militar, continuó su incansable actividad militante. Se dedicó a temas culturales, adoptando como oficios la producción cinematográfica y la dirección de un sello discográfico, pero siempre intentando aportar a la reconstrucción del movimiento nacional y popular. En 1984, publica, en colaboración con Jorge Rulli, “Diálogos en el exilio”, donde reflexiona críticamente sobre las luchas políticas de los años setenta.

Luego, colabora con Pino Solanas en la producción de la gran película El exilio de Gardel, (la que cuenta el drama de un grupo de exiliados argentinos que están viviendo en París durante la dictadura de 1976-1983); estrenada el 20 de marzo de 1986 e interpretada entre otros por Marie Laforet, Miguel Ángel Solá, Philippe Léotard, Lautaro Murúa y Ana María Picchio.

Su último trabajo cinematográfico fue el documental “Che… Ernesto” dirigido por Miguel Pereira, en el que dos personas, El Kadri y Gerardo Klein, se lanzan tras las huellas de Ernesto Guevara, a través de varios países latinoamericanos en los que las injusticias, sometimientos y desigualdades que aún perduran motivaron la vocación revolucionaria del Che. Ellos son las voces que explican la historia y entrevistan a testigos de la figura del Comandante Guevara.

Obsesionado con el recuerdo de los compañeros caídos y con la construcción de una memoria histórica popular, se acercó a los jóvenes, a los que en cálidas reuniones transmitió sus experiencias e irradió su pasión, su constancia y su coherencia, hasta que un 19 de julio de 1998 su corazón, tal vez cansado de dolor y de traiciones, dijo basta. Porque así era “Cacho”, tal como lo describe esta poesía:

… se columpiaba de a prepo con el destino canalla
intentó decirles que de pintores y músicos
de poetas y guerrillas
de bandidos y comedidos
de valiente y desvalido
de ateo y penitente le cabía en la barba al Kadri
(…)
ese hombre
ese travieso David Envar Kadri el cacho
le complicó la coramina a más de un corazón respetable
fulminó electrodos con sus güevos y tropezó con países que le pedían visa para quedarse en el territorio de sus sueños
de ese hombre estoy hablando
que apunó su corazón sin el posmoderno tedio revolucionario
sin oropel de mártir ni santidad de guerrero.

Sus restos descansan en el cementerio islámico, en tierra libanesa que él mismo había traído del país de sus ancestros.

(F, Arcardini, Los Malditos, Vol. II, Pág. 273)

Fuente: www.pensamientodiscepoleano.com.ar