Por Jesús Chirino*
El 23 de agosto se cumplió otro aniversario de la infame ejecución de los anarquistas Sacco y Vanzetti. El caso fue un claro ejemplo del uso de la Justicia penal como forma de disciplinamiento social. Desde todo el mundo se pidió por la vida de estos inocentes hombres trabajadores, también en Villa María se realizaron manifestaciones en contra de la injusticia que se cometía con los dos inmigrantes italianos en Estados Unidos.
La noche del 5 de mayo de 1920, en la ciudad de Boston, Estados Unidos, la Policía realizó una redada y los detuvo. Los requisan y les encuentran un arma y un panfleto anunciando un mitin.
El texto del volante decía: “Han combatido en todas las guerras. Han trabajado para todos los capitalistas. Han recorrido todos los países. ¿Han cosechado los frutos de sus fatigas, el premio de sus victorias? ¿Acaso el pasado les da consuelo? ¿El presente les sonríe? ¿El futuro les promete cualquier cosa? ¿Han encontrado un pedazo de tierra donde puedan vivir como seres humanos y morir como seres humanos? Sobre esas cuestiones, sobre estos argumentos de la lucha por la existencia, Bartolomeo Vanzetti hablará en esa reunión”.
A los pocos días de estar detenidos, la justicia levantó cargos contra el zapatero Nicolás Sacco y el vendedor ambulante de pescado, Bartolomé Vanzetti. Los cargos fueron doble homicidio y robo a mano armada. Se trataba de asesinatos cometidos unos 20 días antes que ellos fueran apresados y que tuvieron lugar muy lejos de donde se encontraban los anarquistas. Desde el encarcelamiento hasta la ejecución, en la silla eléctrica, pasaron siete años entre planteos de los abogados y el empecinamiento del juez Webster Thayer que ignoró cualquier prueba a favor de los imputados. En su parcialidad el juez negó razón al testimonio de Celestino Medeiros quien, apresado por otros homicidios, confesó ser autor de las muertes endilgadas a los anarquistas.
Reclamos desde Villa María
Tampoco fueron atendidos los pedidos realizados por reconocidos artistas y escritores de todo el mundo. En diferentes puntos del planeta se hicieron manifestaciones públicas en defensa de la vida de Sacco y Vanzetti. Argentina también participó de ese clamor en favor de la liberación de los anarquistas. En el caso de Villa María, como otras ciudades del interior de Córdoba, se desarrollaron expresiones públicas por la vida de los dos trabajadores.
En el marco de esas actividades visitaron la ciudad figuras anarquistas como José Suárez; Gastón Leval, autor de importantes trabajos teóricos anarquistas; el reconocido Andrés Lampón; Alberto Bianchi miembro del periódico “La Antorcha” y coautor de la obra “Reconstrucción social, bases para una nueva edificación económica argentina”; Juan Lazarte y el autor teatral Rodolfo González Pacheco.
Ejecución
Todo el juicio se redujo a una puesta en escena. En la noche del 22 de agosto terminaron los preparativos y en las primeras horas del 23 de agosto de 1927 se ejecutó la sentencia. En 1977, Michael Dukakis, gobernador de Massachussets, ordenó una revisión del caso. El análisis del expediente, sin incorporación de nuevos elementos, concluyó que existían pruebas contundentes de la inocencia de los dos hombres ejecutados.
El escritor hondureño, nacionalizado guatemalteco, Augusto Monterroso tradujo parte del alegato final que Vanzetti pronunció en el juicio, que fuera versificado por Selden Rodean.
He hablado tanto de mí mismo
que casi olvido mencionar a Sacco.
Sacco es también un obrero,
desde su niñez un experto obrero,
amante del trabajo,
con buen empleo y una buena paga,
una cuenta de banco, una esposa buena y amable,
dos lindos hijos y un hogar pequeño y limpio
a la orilla del bosque, cerca de un arroyo.
Sacco es un corazón, una fe, un carácter, un hombre;
un hombre amante de la naturaleza, de la humanidad;
un hombre que lo dio todo, que sacrificó todo
a la causa de la libertad y su amor al hombre:
dinero, descanso, ambición terrena,
su propia esposa, sus hijos, él mismo
y su propia vida.
Sacco no ha soñado nunca robar, asesinar.
Ni él ni yo nos hemos llevado jamás a la boca
un pedazo de pan, desde nuestra niñez al día de hoy,
que no hayamos ganado con el sudor
de nuestra frente. Nunca.
Oh, si, como alguien lo ha dicho
yo puedo ser más ingenioso que él;
mejor conversador, pero muchas, muchas veces
al escuchar su voz cordial resonando con fe sublime,
al considerar su sacrificio supremo, al recordar su heroísmo
me sentí pequeño ante su grandeza
y me encontré a mí mismo luchando por contener
las lágrimas de mis ojos
y calmar mi corazón
impidiendo a mi garganta sollozar frente a él:
este hombre llamado ladrón y asesino
y sentenciado a muerte.
Pero el nombre de Sacco vivirá
en el corazón de la gente y en su gratitud
cuando los huesos de Katzmann
y los vuestros hayan sido dispersados por el tiempo;
cuando vuestro nombre,
vuestras leyes e instituciones
y vuestro falso dios
sean apenas el borroso recuerdo
de un pasado maldito en que el hombre
era lobo del hombre.
Si no hubiera sido por esto
yo podría haber gastado mi vida
hablando en las esquinas a gente burlona.
Podría haber muerto inadvertido, ignorado, un fracaso.
Ahora no somos un fracaso.
Esta es nuestra carrera y nuestro triunfo.
Nunca en toda nuestra vida pudimos esperar
hacer tal trabajo
por la tolerancia, por la justicia, por la comprensión
del hombre por el hombre
como ahora lo hacemos por accidente.
Nuestras palabras, nuestras vidas,
nuestros dolores… ¡nada!
La toma de nuestras vidas
-vidas de un buen zapatero y un pobre
vendedor ambulante de pescado-
¡todo! Ese último momento nos pertenece:
esa agonía es nuestro triunfo.
*Docente. Periodista. Secretario General de la Unión de Estados Municipales (UTEM-CTA). Secretario Gremial de la CTA Autónoma Regional Villa María
Fuente: www.eldiariocba.com.ar