Por Alejandro Fara*
Siempre estuvo ahí. No se ocultó, ni se fugó. Cada vez que lo citaron a declarar -¡y fueron seis las ocasiones!- se puso a derecho y asistió. Apenas arrancó la investigación por el crimen de Nora Dalmasso, allanaron su vivienda en busca del celular de la mujer que apareció ahorcada en su casa de la Villa Golf de Río Cuarto. No encontraron nada.
Hace casi tres años, lo convocaron como testigo en el juicio que acabó con la absolución del traumatólogo Marcelo Macarrón. Pasó sin pena ni gloria. En ese tiempo, Roberto Mario Barzola –de él hablamos- era uno de los colocadores de pisos parquet que estaba colaborando en la refacción de la vivienda familiar de Nora. Apenas un actor de reparto en un errático caso judicial destinado a ser una serie de Netflix.
Ahora, el guionista del documental que desde hace varios meses está filmando una megaproductora con base en el Reino Unido deberá recalcular la narración e incluir al parquetista entre los protagonistas de la miniserie. Será un cambio obligado en el guion después de que el fiscal Pablo Jávega anunciara en conferencia de prensa que Roberto Barzola es el nuevo sospechoso de haber matado a Nora Dalmasso.
En su poder, asegura el funcionario judicial, tiene dos pruebas genéticas que comprometen seriamente al sospechoso. Su ADN coincidiría con el ADN que durante años había permanecido sin identificar en el lazo de la bata con el que ahorcaron a la mujer. Además, el cotejo del vello encontrado en la zona púbica de Nora Dalmasso determinó que también pertenece al parquetista, según el examen de ADN mitocondrial que invocó Jávega. Ambas pruebas serían indubitables para demostrar su responsabilidad en el crimen.
Eso si hubiera un juicio. Lo más probable es que más temprano que tarde, la Justicia dé por cerrada la investigación y ratifique lo que la mayoría presupone: que la causa está prescripta y ya no hay manera de perseguir a nadie.
Así, la impactante revelación que el fiscal de instrucción de primer turno hizo el lunes 23 de diciembre en la sala de juzgamiento de los Tribunales de Río Cuarto -el mismo escenario donde se concretó el juicio contra el viudo- sólo tendrá efecto explosivo en la serie documental que aún está por estrenarse. En la causa judicial, será apenas un disparo con cebita.
Cuando parecía que la capacidad de asombro ya se había sobrepasado largamente en el caso Dalmasso, acaba de colarse por la ventana el protagonista menos pensado: el colocador de pisos parquet. Llegó de la mano del sexto fiscal que se abocó en la causa –sí leyó bien, acaso sea un record para el Guinness-. Y llegó tarde. Dieciocho años tarde, cuando la aspiración de máxima es la de aproximarse a lo que verdaderamente sucedió en un crimen con alta probabilidad de quedar impune.
La única circunstancia que podría interrumpir la inexorable prescripción sería que el sospechoso hubiera sido condenado en los últimos años por algún delito penal. Hasta ahora, los informes que llegaron del Registro Nacional de Reincidencia y de otros organismos que están siendo consultados en distintas provincias arrojaron resultado negativo: no hay ninguna constancia de que Barzola haya protagonizado un delito en el pasado.
La impactante noticia de que dos pruebas genéticas comprometían seriamente a uno de los antiguos trabajadores que estaban ocupándose de refaccionar la casona de la Calle 5 de la villa más tradicional de Río Cuarto llegó de la mano del sexto investigador que se ocupa del caso, el Fiscal de Instrucción de Primer Turno Pablo Jávega. Y llegó tarde. Dieciocho años tarde.
Entonces, ¿de qué se trata este anuncio replicado en cadena nacional por los medios de prensa?
Tratemos de explicarlo.
A mediados de 2022, una vez finalizado un juicio de cuatro meses que acabó con el viudo Marcelo Macarrón absuelto, el kilométrico expediente se mudó al despacho de Jávega. Era una manera de dar alguna respuesta a una ciudad y a un país descreído de los tejemanejes judiciales. La causa ya no podría reabrirse, pero al menos podría aproximarse a la verdad de lo que pasó aquella fatídica madrugada del 25 de noviembre de 2006.
Sucedió lo mismo en Río Cuarto con uno de los episodios más dolorosos del historial penal de la ciudad, la muerte del niño Alejandro Flores, quien fue atropellado el 16 de marzo de 1991 por un móvil policial en el que iban dos agentes. El cuerpo recién apareció 17 años después y la Justicia, ya sin chance de llevar a ninguno de los responsables a juicio, siguió investigando hasta establecer que efectivamente debía imputarse a los dos policías, aunque en el mismo dictamen aclaraba que la causa quedaba prescripta porque se habían agotado todos los plazos legales.
Las semejanzas entre uno y otro caso se agotan ahí. Mientras en el caso Alejandro Flores hubo que esperar largos años para que apareciera el cuerpo del delito; en la causa Dalmasso el “flamante” sospechoso siempre estuvo ahí y, más grave aún, la prueba con la que se lo intenta incriminar es la misma que estuvo años engrosando el expediente.
En otras palabras, el anunció de Jávega no sólo es absolutamente extemporáneo sino que es la muestra palmaria de una sugestiva torpeza investigativa: en el festival de ADN que se hicieron en la instrucción les hicieron la prueba genética hasta al sacerdote que acudió a confortar a la familia y dejaron sin examinar a uno de los operarios que en su momento fueron investigados.
En todo caso, eso dispara otras preguntas: ¿por qué ahora sí y antes no? ¿porque no se pudo?, ¿porque no se supo?, ¿o porque no se quiso?
Camino a la impunidad
La prescripción garantiza que una persona no puede ser perseguida de por vida por un delito. En la causa Dalmasso pasaron 18 años desde que se cometió el crimen de la Villa Golf hasta que surgió esta nueva pista. ¿A quién se pretende juzgar? ¿Al colocador de pisos veinteañero con una hija de meses de vida o al camionero de cuarenta y pico al que su hija ya hizo abuelo?
“Barzola ahora es camionero, viaja por muchas provincias. Hay que rastrear por cielo y tierra y ver cómo se comportó. Un accidente de tránsito con algún lesionado ya podría interrumpir la prescripción”, le confió a este periodista un operador judicial. Nada de eso apareció hasta ahora, por eso Jávega en plena conferencia de prensa, el lunes 23 de diciembre, contestó que el pronóstico de prescripción es alto.
Mientras tanto, expuso públicamente al camionero y hasta lo invitó a que se presente a declarar acompañado de un abogado defensor. El fiscal aclaró que Bárzola no está imputado formalmente, aunque sí está sospechado del delito de abuso sexual seguido de muerte. En diálogo con El Sur, explicó que el artículo 80 del Código Procesal Penal de la Provincia prevé que “cuando existe un grado de sospecha o sindicación, que es lo que se verifica acá, existe la atribución de brindarle a esa persona sospechada o perseguida todas las garantías que tiene un imputado, es por eso que (Bárzola) puede designar defensor, participar de los actos de la instrucción y por supuesto también declarar”.
“Es un nuevo perejil”
Hasta la mañana del lunes previo al feriado navideño, Roberto Bárzola era un perfecto desconocido, pero al mediodía estaba en boca de todos. Sus abogados defensores proclaman la inocencia de su defendido y aseguran que se vio absolutamente sorprendido por la acusación.
“Asumimos su defensa desde el momento en que lo citaron a hacer un raspaje bucal. Más allá que él nos manifiesta su inocencia, nuestra estrategia defensiva es demostrar que se extinguieron los tiempos para una acción penal”, dijo Aquiles Rodríguez. Su coequiper, Cristian Titarelli comentó que después de una investigación tan prolongada no deja de ser llamativo lo que dispuso el fiscal Jávega. “Es raro y cuestionable”, resumió el letrado.
El primer día hábil después de Navidad, los defensores presentaron formalmente en Tribunales el pedido para que se considere prescripta la causa. Sobre la esperanza que abrigan los investigadores de que en el historial de Bárzola haya algún hecho delictivo que interrumpa la prescripción, fueron tajantes: “Nuestro cliente ha sido contundente a tal efecto, ya nos manifestó que no tiene ninguna imputación y menos una condena por ningún hecho”.
Su ex patrón, Walter González, que sigue dedicándose al rubro de la colocación de pisos, dijo estar tan sorprendido como Bárzola por la acusación pública de la Fiscalía de instrucción de Primer Turno: “Para mí, es un nuevo perejil, es todo lo que te voy a decir”, comentó.
*Periodista. Docente universitario
Fuente: www.revistasur.com.ar