¿Cómo nos ven?

Por Viviana Pomiglio*

¿Cómo nos ven? preguntaba Mariela del otro lado del celu, con voz entrecortada y llorosa, contándome su situación como empleada de casas de familia.

Mariela es también Juana, Lidia, Anita, Patricia, Romina… y otras tantas mujeres que trabajan limpiando, planchando, cocinando cuidando niños y adultos mayores y por éstos días de Coronavirus y aislamiento obligatorio se han visivilizado en sus necesidades. Ahora existen para hacer su trabajo. En el brutal desnudo que ha provocado la pandemia, nos iguala sin miramientos.

Claro, que está “existencia” repentina en la escala de producción, muestra rasgos culturales y patriarcales profundos que surcan desde siempre el trabajo de domésticas. En nuestro país, según el INDEC, hay 1.730.000 trabajos en casas particulares, 515.000 están registradas y 1.214.000 están en la informalidad, en negro.

Quiero compartir con ustedes esta reflexión porque transitando ésta prolongación de la cuarentena, que se avisora seguir, este sector la está pasado mal y no por cuestiones de aislamiento social o económico como todos. La está pasando mal por una cuestión de humanidad.

Amenazas, coerción, violencia verbal, descuentos injustificados de sus empleadores y todo porque son empleadas domésticas y se supone que tienen que no reclamar nada, pedir menos, derechos ni que hablar, ¿cuarentena? si hay que lavarse mucho las manos y listo, dice Mary cuando informa que no va a ir a trabajar por el DNU. Vos te dejás llevar por el entorno y los medios, dice la patrona, si no pasa nada, yo voy a trabajar igual porque soy resposanble en mi trabajo, vos verás.

No es distinta la situación de Analía que no puede hacerle entender a su empleadora que tiene 3 niños menores y no debe ir a trabajar.

Como Laura, que está registrada con la categoría de tareas generales (así se le paga menos) pero además cuida niños o como Sarita que siendo empleada en negro, por más de 15 años y con 69 años, sí casi 70. No escribí mal, transita toda la cuarentena trabajando por que su empleador, de muy acomodada situación, le dice que si se va la echar y ella no tiene otra cosa.

Podría seguir relatando dolor e injusticias del sector más vulnerados del mundo de trabajo como son las empleadas de casas particulares, domésticas, sirvientas, muchacha y más… en esta apreciación que se pone sobre quienes no pueden elegir y las circunstancias de la vida; las pone en el lugar que cómo sociedad le damos.

En ésta construcción como les decía al principio, donde “estas pobrecitas y sin estudio” no entienden la estigmatización y el maltrato es tal que actúan como son: Víctimas de un sistema perverso e inhumano y por ende, si están expuestas no importa, si se les paga mal tampoco. Si sos como de la familia, dice la empleadora, yo te voy a hacer un regalito y no te olvides toda la ropa casi nueva que te dí, argumenta. Es así que éstas mujeres actúan como tales, bajan la cabeza, acatan todo por temor porque tienen bocas q alimentar.

En épocas de COVID-19 donde emerge lo mejor y lo peor, ojalá nos enseñe que más allá de nuestras capacidades, posiciones, roles que desempeñamos en la sociedad, debemos apelar a gestos de humanidad ante que nada, respetarnos y sabernos que todo es posible entre todos.

Ojalá no nos pisoteemos más, no que pensemos todos iguales (sería hasta aburrido) sino que convivamos siendo diferentes pero considerando al otro.

Ojalá no tenga que escuchar otra vez ¿cómo nos ven? porque se supone que se habla de una cosa y no de una persona.

Ojalá no tenga nunca más que pedirle a una de estas mujercitas llamar a Emergencia por que me daba cuenta que estaba muy mal y me diga: ¿Y si me retan por molestar?

Ojalá nos sirva.

*Apoderada de la Asociación Personal de Casas de Familia (APECAF-CTA)