De regreso a octubre pero sin lealtad al pueblo

Por Jorge Falcone

Mientras el fascismo – que en este momento histórico está lejos de ser un fenómeno de cabotaje – se impone en las elecciones parlamentarias de Italia, el presidente de Rusia Vladimir Putin determina la adhesión de las cuatro regiones ucranianas controladas por su gobierno tras los resultados de los referéndums realizados en Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporiyia  para rubricar los territorios ocupados (votación que fue desconocida por el gobierno de Volodimir Zelensky), y Brasil intenta retomar el cauce de lo popular, la Argentina recuerda a un remoto estribillo del cantautor vernáculo Palito Ortega, ya que semeja “un barco sin timón”: El Presidente coquetea con una burocracia sindical absolutamente alejada de la afligente situación  que experimenta el movimiento obrero, en tanto, a la vez que se asordinan los ecos del magnicidio fallido, vuelve a escalar la conflictividad social, involucrando a trabajadores formales e informales y movimiento estudiantil, y confirmando que las penurias de la Vice no alcanzan para tapar la crisis económica de proporciones que vive el país. Así, un peronismo fragmentado y cada vez más distante de sus postulados de origen arriba al mes que lo vio nacer sin nada que celebrar.

A los medios de comunicación locales, alineados a un lado u otro de la “grieta” electoral, se les va acabando el repertorio de argumentos detectivescos con que procuran distraer de sus urgencias a la opinión pública, echando mano a los dimes y diretes que generó el intento de asesinato de Cristina Fernández de Kirchner.

Según la mirada de algunxs analistas, la bautizada “banda de los copitos” – que,  pese a no haber logrado su cometido, ya consiguió un lugar (por más  caricaturesco que sea) en la historia contemporánea – reflejaría una crisis de subsistencia de los jóvenes, poniendo en evidencia la violencia como un hecho cotidiano de las periferias urbanas.

Según dicha lógica, una de las lecciones que deja el hecho delictivo en cuestión  consiste en la necesidad de reforzar las mediaciones – generalmente insuficientes – de toda naturaleza (movimientos sociales, religiosos, ONG) que en diferentes territorios puedan contrarrestar la acción de tales sectores.

Lo que el sentido común indica, sin embargo, es que en las actuales circunstancias, con la balanza oficial inclinada en favor de cumplir con los requerimientos del FMI en vez de producir un shock distributivo, lo que estuvo a punto de convertirse en una tragedia nacional acaso sirva para que los sectores menos insensibles de la sociedad entiendan de una vez por todas que sin Justicia Social resulta absurdo aspirar a la paz social.

Tomando cierta distancia del hecho que más ocupó la atención de lxs argentinxs a lo largo de septiembre, en la región aparecen otros riesgos no menos preocupantes pero sí mucho más asordinados.

Sabido es que EE.UU. históricamente ha desplegado una política de opresión y sometimiento económico como país imperialista a nivel internacional. Su injerencia en las políticas económicas de nuestro país tiene que ver con el saqueo de los bienes comunes y la consiguiente pérdida de la soberanía nacional.

Un ejemplo al respecto es la Base yanqui montada en Neuquén, con capacidad de ejercer control total sobre Vaca Muerta. Pero no es el único.

El Plan Maestro para la Navegabilidad del río Paraguay, por ejemplo, es una iniciativa del vecino país tendiente a maximizar la utilización de esa vía navegable. Actualmente dicha obra está siendo apoyada por capitales estadounidenses y sería llevada adelante merced a los servicios del Cuerpo de Ingenieros del Ejército norteamericano.

No está de más subrayar la importancia que la zona reviste. Sin ir más jejos, los ríos Paraguay y Paraná son parte de la Cuenca del Plata, la quinta de agua dulce mundialmente más importante en extensión. A partir de 2021, el dragado del Río Paraná, su principal afluente, es administrado por el Estado nacional, luego de que venciera la concesión del consorcio privado Hidrovía S.A. que estaba a cargo del trabajo desde 1995. Pero todo hace suponer que el Estado argentino avanzará con una nueva licitación, y algunas de las empresas que intentarán ganarla son de origen chino. Así pues, la transición hegemónica global – por ahora pacífica – sucede ante las narices de nuestra clase dirigente sin atisbo alguno de reacción soberanista.

Digamos más bien que se asiste al initerrumpido besamanos de unas autoridades arrodilladas ante los acreedores internacionales.  A ese respecto, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, le envió un mensaje a los argentinos antes de reunirse con el presidente Alberto Fernández en Nueva York, Estados Unidos: “Es un momento difícil en todas partes, es un momento difícil en Argentina, pero dando los pasos correctos en el frente de las medidas políticas se calmarán las aguas (…) Queremos ver bajar la inflación y queremos ver que el ingreso suba para todos en la Argentina”, expresó la funcionaria.

Antes del encuentro con nuestro jefe de Estado, el staff del FMI aprobaba la segunda revisión del programa, habilitando así un nuevo desembolso de USD 3900 millones, que deben ser utilizados para saldar la deuda contraída por el gobierno de Mauricio Macri.

Pese a las expresiones de buenos deseos, la cumbre no fue sencilla para el mandatario argentino, a quien se le solicitó su compromiso político para ejecutar todas las medidas necesarias tendientes a evitar un incumplimiento de las metas previstas para 2023.

Sin embargo, la aprobación de las metas del segundo semestre no garantiza que pueda cumplirse con todo el programa acordado con el FMI. Georgieva está preocupada por el índice inflacionario y la escasez de reservas públicas, y duda  sobre el pronóstico económico de mediano plazo.

No obstante el jefe de Estado considera que la economía nacional crece y que la Argentina cumplirá las metas acordadas en enero de 2022, aunque se apoya en números coyunturales que la inflación y la ausencia de dólares pulverizan todos los meses. La perspectiva de Alberto Fernández quita el sueño en los despachos más influyentes del Fondo.

Por lo demás, hasta los más lúcidos economistas oficialistas advierten que el equipo económico no tiene a disposición las herramientas usuales para frenar la inflación. No puede utilizar el tipo de cambio, las tarifas, el salario ni la tasa de interés. La apuesta oficial entonces es cumplir con el programa del FMI como ancla de las expectativas inflacionarias. Aunque eso atente contra el tiempo político-electoral necesario para concretar un plan de estabilización.

Repasando antecedentes, existen tres planes principales de estabilización en la región: el Austral, la Convertibilidad y el Real en Brasil.

El Plan de Convertibilidad empezó en abril de 1991 y las elecciones fueron en octubre del mismo año. Con el Plan Austral pasó algo similar. Y el Plan Real fue más gradual. No obstante, tanto en la Convertibilidad como en el Plan Austral los requisitos previos, como las correcciones de precios ancla y la parte fiscal, ya estaban hechos.

Con un horizonte absolutamente imprevisto, Massa se está ocupando de atender la emergencia cambiaria-financiera, que consiste en sumar dólares en cantidad en las reservas del Banco Central, precondición para atender las urgencias económicas, entre las que sobresalen la tasa de inflación y los ingresos reales de trabajadores y jubilados.

Se trata entonces de una nueva carrera contra reloj entre un tiempo económico y uno político – social.

En este último campo, la lucha del Sindicato Único de Trabajadores del Neumático Argentino (SUTNA), que nuclea a los trabajadores del sector, tras varios días de incertidumbre y resistencia sin cuartel, acaba de anotarse una victoria que sentará precedentes, conquistando un aumento de 66% para este año más un bono de 100mil pesos para sus operarios.

Se trató de una pelea que llegó a traspasar fronteras, al punto de que en las últimas horas trascendía la advertencia de su par brasileño, SINTRABOR, instando a las multinacionales del neumático y el caucho instaladas en Argentina a que no provocaran un conflicto mayor a nivel regional y mundial.

A nivel local, esa lucha recibió  la solidaridad de numerosos sectores, entre ellos el activo movimiento piquetero, que nuevamente volvió a ocupar las inmediaciones del Ministerio de Desarrollo Social durante tres días, para que la canasta básica de lxs argentinxs le gane a la inflación (foto que acompaña esta nota)

Por su parte, la Comisión Interna y la Comisión Directiva de la UOM Avellaneda ha planteado un paro de actividades en reclamo de la reincorporación de 12 trabajadores despedidos y por un sinnúmero de arbitrariedades cotidianas sobre las condiciones de trabajo estipuladas en el Convenio Colectivo, manifestando que su principal preocupación es la implementación de contratos basura para los y las trabajadores que se incorporan a la construcción del gasoducto Néstor Kirchner, emprendimiento que el discurso oficial exhibe como una de “las joyas de la corona”.

Ante semejante panorama, la pregunta que se impone es ¿por qué caen los sueldos en el mundo y por qué van a seguir cayendo? Lo explicó hace poco el premio Nobel de Economía Paul Krugman en The New York Times: la suba de las tasas de interés en Estados Unidos y Europa (la más empinada en 40 años) está frenando en seco la actividad sin tocarle un pelo a la inflación, que no nace de una demanda recalentada sino del costo de la energía que disparó la guerra y del desacople entre oferta y demanda que dejó como herencia la pandemia. La obstinación de los bancos centrales en atacar al virus con un remedio inútil beneficia desproporcionadamente al capital frente al trabajo. Es la estanflación que aterroriza al Norte Global.

En Argentina eso se potencia por el vuelo a la calidad (salida de capitales) que genera ese subidón, por los seis años seguidos que lleva el salario real en el tobogán y por el ajuste fiscal al que se vio forzado el Gobierno después de repartir también de modo muy regresivo las reservas que pudo haber acumulado al calor de los precios récord de las commodities. El recorte de gastos de los últimos dos meses, elogiado por la oposición macrista en la virtual interpelación a la que se sometieron Massa y sus escuderos en el Congreso, augura un frenazo de la actividad que ya empezó a insinuarse en los primeros datos macro de agosto.

Lo novedoso del informe sobre pobreza de esta semana, por eso, ya no es que existan trabajadores pobres pese a tener empleos formales full-time, sino que eso se prolongue y agrave con el tiempo. Es un quiebre incluso respecto de la historia de las últimas grandes crisis. La hiperinflación de Alfonsín disparó la pobreza a niveles inéditos, pero desde 1991 cayó sostenidamente, aun sin volver nunca al piso previo. El crack de la convertibilidad volvió a llevarla arriba del 50% y el kirchnerismo logró bajarla, sin perforar tampoco el escalón anterior. Ahora, como un amortiguador desvencijado, la creación de empleo dejó de reducir la pobreza. Entre 2017 y 2022, la desocupación bajó del 9% al 6,9%. Y sin embargo, la proporción de pobres saltó del 28,5% al 36,5% y la de indigentes del 6,2 al 8,8%.

Podría decirse que, en el mundo que nos toca, octubre ya no es el de 1917 ni el del 17 local, toda vez que nuevos actores sociales comienzan a recoger las banderas que sus predecesores dejaron caer.

Puede que, como alguna vez cantó el trovador cubano Silvio Rodríguez, ocurra que “la era está pariendo un corazón”.

Fuente: La Gomera de David