Democracia de la derrota

Por Néstor Pérez*

El campo nacional y popular está en una crisis tan profunda como su conmoción, luego del triunfo electoral de la extrema derecha argentina. Por estas horas solo resuelve desmarcarse de la tragedia social que significa un guarismo envenenado: 41, 42, 43 por ciento de pobreza. El número varía, la traición en términos de ventura colectiva no cambia.

Sobre esta herida abierta, el Presidente en funciones vuelca todo el peso del ajuste económico, el que si no hace volar por los aires su proyecto político no será por falta de motivaciones, sino porque las otrora fuerzas organizadas hoy están huérfanas de liderazgos.

Cruje entonces también un modo de articulación política; no alcanza ya con el manual de la consigna ni la épica de un relato ametrallado de verdades incómodas.

Milei no es responsable de la espiral de precios que enrosca el 140 por ciento de inflación en el cuello de los que apenas sobreviven; la que destruye el poder de compra y la expectativa de mañana. El libertario, apenas una expresión marginal dos años atrás, solo encontró su chance y acertó con un puñado de frases de ocasión.

La derrota es total para el andamiaje político-ideológico-social y económico del progresismo argentino. Es la derecha extrema la que ahora interpreta la demanda de los descalzos, la que traduce su angustia en propuestas, que aunque ácidas como el rencor, parecen significar mejores aires que los hasta aquí respirados; Milei empuja la pesada carga de frustración y ataja con habilidad cualquier fuga de sus electores hacia la moderación, con argumentos que le prestara el horrible desempeño de partidos y alianzas populares.

Ahora se levanta la reacción sindical. Recién, en este agrio momento, alguien levanta su voz y dice “con los derechos del pueblo, no, no lo permitiremos”; como si hasta aquí los derechos de trabajadores, monotributistas, desempleados, viejos y desharrapados, no hubieran sido avasallados por la inacción del gobierno saliente. Antes, el silencio lacerante, estruendoso. Hasta ayer mismo, la obediencia a cambio de un poquito de algo. Lo que mudó dramáticamente a nada de nada.

Ahora viene la revancha de los patrones. Su hora anidada pacientemente. Afilado el cuchillo de faenar, la casta renacida ya está lista para el matadero del pueblo. Aquel ajuste que descargaría su furia sobre la dirigencia política, se vuelve afanoso sobre hombres y mujeres del abajo.

Mientras tanto, en el campo popular nadie parece querer interrogarse para encontrar los motivos de esta tragedia.

Nadie mira hacia adentro críticamente. Como si este nuevo Presidente nos hubiera sido legado por alguna extraña alquimia del destino, y no fuera la concreción letal del abatimiento político y la encerrona económica en que cayó el proyecto del peronismo; sin imaginación ni voluntad para arremeter contra los enemigos de siempre, ofreciendo al pueblo algo más que asistencia estatal y la bandera de una resistencia desmayada.

*Periodista. Secretario de Finanzas del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren-CTAA)