El adiós a una de las líderes del “Choconazo”

El Obispo De Nevares la respetó, y mucho.

NEUQUÉN (AN).- Una de las principales protagonistas del “Choconazo”, Ana Egea de Urrutia, falleció el martes 18 de agosto de 2015 en Cipolletti. Fue embaladora, chofer de camión y junto a su marido llegó a la construcción de la represa en los 60. Encabezó la huelga, se hizo cargo del comedor, estrechó lazos con Jaime de Nevares y se convirtió en una dirigente respetada y combativa de la época.

“Yo soy Ana Egea de Urrutia”, les dijo a las licenciadas en Letras Griselda Fanese y Emilse Kejner, quienes realizaron el trabajo “La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros…”. La aclaración sobrevino por que su nombre trascendió con su apellido de casada. Los obreros choconeros la recordaban como “la gorda Ana”, quien tenía un fuerte protagonismo, según recoge Juan Chaneton en su libro sobre la huelga.

El historiador Enrique Mases se preocupó por rescatar la historia de Ana tras su muerte reciente. “Fue una de esas feministas intuitivas, era una mujer muy solidaria y luchadora. Mantuvo sus convicciones, pero no tenía ningún parámetro filosófico detrás, era todo instintivo”.

Mases contó que de joven Ana vivió en Villa Regina y era embaladora en un galpón de empaque. Allí la eligieron delegada de las trabajadoras. Corrían los 60. Un día el patrón se quiso propasar con ella “y Ana le plantó un cajón de manzanas en la cabeza, fue presa, el galpón paró y sus compañeras cortaron las calles de la comisaría hasta que la liberaron a la noche”. En ese entonces estaba casada y tenía dos hijas. Después de una discusión con su marido por lo sucedido en el galpón, decidió irse.

“Agarró sus cosas, sus hijas y partió a Cinco Saltos”, detalló Mases. Allí sufrió la pérdida de una de sus niñas, al ahogarse en un canal. El tiempo le dio una nueva oportunidad y formó pareja con un camionero. Tuvieron tres hijos y se dedicó un tiempo a conducir camiones también. A fines de los 60 se fueron a vivir todos a El Chocón.

En el trabajo de Fanese y Kejner, Ana recordó que las mujeres de “El choconazo” eran diez. “Yo por ejemplo era la esposa de un chofer de los camiones, pero a la vez tenían un comedor, les daba de comer a los obreros (…) Éramos una gran familia”, dijo. Juan Quintar, en su libro “El Choconazo”, la define como el “pilar organizativo de la olla popular y máxima expresión de la participación femenina en las huelgas”.

Según los relatos de las y los investigadores, Ana no sólo fue la esposa de un camionero, la compañera de un dirigente o la mujer que lavaba los platos y cocinaba para la tropa. Fue gran compañera del obispo Jaime de Nevares, lo que le dio respeto entre hombres y mujeres durante la huelga. Esto también la vinculó con la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Río Negro y Neuquén.

Se encargó de distintas tareas “combativas” durante la huelga, como el “robo” de nafta a los patrulleros de la policía (porque tenían cortado el suministro) o incluso la realización de bombas molotov.

Nota publicada el 30 de agosto de 2015

Fuente: www.rionegro.com.ar