El cordobesito y el FMI

La historia argentina puede ser pensada como una pelea por los que patean a favor del pueblo o en contra de las grandes mayorías.

Por Carlos del Frade

Las chiquitas y los chiquitos del tercer grado de la escuela cordobesa esperaban la charla sobre historia. El conferencista saludó, les dio la espalda y se sumergió en el verde del pizarrón para dibujar una cancha de fútbol. Planteó un clásico 4-3-3 en plena década del noventa, tiempos del menemismo rubicundo. Sostuvo, entonces, que este era el seleccionado argentino de todas las épocas que peleaba por lograr el campeonato de la felicidad popular.

En el arco las Madres, cuidando los tres palos de la memoria, la verdad y la justicia. En el fondo, Yrigoyen, Moreno, Belgrano y Perón. En el medio, el Che, San Martín y Maradona. Y arriba, por la frontera de la punta, Güemes; el goleador, Artigas y en la punta izquierda, Agustín Tosco. Cuando se dio vuelta y miró los ojos de las chicas y los chicos de ocho años sintió que estaba al borde del desastre hasta que un cordobesito de flequillo cortado a la taza levantó la mano y preguntó: “Señor. ¿Quién es el árbitro?”. Fue un momento de felicidad. El mensaje se había entendido.

La historia argentina puede ser pensada como una pelea por los que patean a favor del pueblo o en contra de las grandes mayorías. Pero, al mismo tiempo, no tenía la más pálida idea de la respuesta. “¿Y para vos quién es el árbitro?”, devolvió el atribulado orador. El pibe del flequillo, con ojos vivaces y muy serio y muy seguro respondió: “El árbitro es el Fondo Monetario Internacional”.

Tres décadas después, las idas y las vueltas del Gobierno Nacional hacia los Estados Unidos, confirman la agudeza de aquel cordobesito maravilloso. El que imparte las reglas para el pueblo argentino, una vez más, es el Fondo Monetario Internacional.

Quizás ganemos el campeonato mundial de la felicidad del pueblo argentino no solamente cuando echemos a semejante juez bombero si no también, especialmente, cuando las mayorías dejemos de ser espectadores del otro lado de la línea de cal de la cancha grande de la historia y cambiemos las reglas de juego. Cuando recuperemos el protagonismo y la decisión de construir soberanía económica y ambiental para democratizar la felicidad.

Fuente: www.elargantinodiario.com.ar