La desmemoria de la prosperidad nos pone al borde del colapso

Por Jorge Falcone

Cargando sobre sus espaldas con 150% de inflación, una década sin crecimiento del Producto Bruto, y más del 40% de pobreza, el Ministro de Economía de uno de los peores gobiernos del ciclo democrático sucumbió en su pretensión presidencial ante el hartazgo de una mayoría de compatriotas que desde hace años no ve concretarse ni el más modesto de sus anhelos. Luis “Toto” Caputo – “el Messi de las finanzas”, en palabras del ex presidente Macri, pese a haber sido denostado por funcionarios del FMI como Secretario de Finanzas de su gobierno -, el hombre que oportunamente nos endeudó con un bono a 100 años, y responde al fondo de inversión trasnacional BlackRock (verdadero supra estado global), acaba de ser designado Ministro de Economía del nuevo gobierno, y de presentar credenciales junto al presidente electo ante funcionarios del Gran País del Norte, potencia ávida por expoliar nuestros bienes comunes. En su reciente intercambio con la entidad financiera global, esta ofreció una línea de crédito de 1.300 millones atada a admitir el cambio climático que niega Milei. Los anuncios de apertura al mercado internacional ya condicionan al empresariado local a suspender a sus trabajadores y optar por la importación. Se registran los primeros despidos en el sector automotriz, a partir de la perspectiva de estanflación anunciada por el flamante primer mandatario. En tanto, su colega ultra liberal José Luis Espert asegura que “hay 650 mil ñoquis” en el Estado a los que hay que echar. Así comienza el mes más conflictivo del año, y con él la cuenta regresiva que determinará hasta cuándo ha de estirarse el crédito de quienes apostaron por el experimento en ciernes, cuando el mega ajuste que se prepara los deje sin aliento. 

No pocxs exponentes del pensamiento crítico argentino, incluso muchxs hasta ahora alineados con el oficialismo saliente, han terminado aceptando que el velo interpuesto por el discurso progresista ante la realidad contante y sonante que padecemos distrajo de advertir en toda su dimensión cómo se gestaba el huevo de la serpiente que acaba de asomar ante a la sociedad.

En efecto, desde las sombras, con el 27% de sus votos, Mauricio Macri garantizó la derrota de Sergio Massa, el político más hábil que fue capaz de promover la coalición Unidos por la Patria.

De ese modo, una plataforma considerada con bastante ligereza como fascista por algunxs analistas, se impuso por un porcentaje de votos (56%) superior al que obtuvieran en 2011 lxs exponentes de una década supuestamente ganada (54%), aunque el presidente electo – abocado, en medio de marchas y contramarchas, a armar su variopinto gabinete – sabe que su electorado duro está más cerca del 30% de la primera vuelta y que no cuenta con un apoyo incondicional de lxs numerosxs votantes que se pronunciaron contra el pasado en vez de a favor suyo, dado lo cual ha puesto en caja al personaje del león que lo trajo hasta aquí y procede más bien como “gatito mimoso”, a fin de ampliar consensos.

Como se ha dicho, se trató de un voto socialmente muy transversal, que no buscó plebiscitar a la dictadura ni a la dolarización, sino castigar a una gestión que, invocando la identidad política que hizo de la Justicia Social su nave insignia, abandonó a su suerte a los sectores más postergados.

En términos generales, podría considerarse que el electorado produjo una suerte de Nunca Más contra la soberbia autista de una clase política capaz de celebrar el cumpleaños de la Primera Dama en pleno confinamiento pandémico o flirtear con una modelo en lujoso yate, de espaldas a una hambruna atroz.

Así, una fuerza marginal con dos años de vida orgánica – pero acaso con 40 de incubación – se impuso encabezada por un ex futbolista, ex rockero y ex panelista de TV, devenido a primer presidente liberal – libertario del mundo, acompañado por la primera Vice negacionista de la historia argentina, dupla que en la noche del 19 de noviembre pasado cerró su festejo en el bunker de La Libertad Avanza con el tema de la Bersuit “¡Se viene el estallido!”. Si eso no marca un punto de inflexión en la realidad nacional qué lo hará…

No faltan quienes opinan que el ciclo largo que ese resultado cierra es el ciclo social inaugurado en 1943, otros consideran que lo que culmina es el ciclo democrático iniciado en 1983, y otros tantos entienden que lo que llega a su fin  es la crisis de representación que eclosionó en 2001, aquella que trató de institucionalizar el kirchnerismo a partir de 2003, agravó el macrismo (como fenómeno nacido al calor de las protestas de  las patronales agrarias en 2008), y ahora – sacando de escena a ambas coaliciones protagonistas de “La Grieta” – Javier Milei, intenta conjurar desde una versión de derecha extrema, capitalizando cierto malestar generado durante la cuarentena.

A propósito del clima de desazón generalizado que aún impera entre los simpatizantes de la fórmula derrotada, en los últimos días un mediático divulgador de la Historia manifestó a sus íntimos que se impone “un Juicio de Núremberg contra la dirigencia justicialista”.

Pero, más allá de la templanza que exhibe este renovado Milei, cabe advertir que la lista de ministerios que promete dar de baja anuncia una clara orientación hacia la guerra social. Sin ir más lejos, en esos términos se manifestó Carlos Rodríguez, ex jefe del Consejo de Asesores Económicos de La Libertad Avanza: “Habrá que sufrir. En las guerras se sufre”.

Ante el escenario que se viene configurando, vale la pena recordar que, en su best seller de 2007, la periodista canadiense Naomi Klein acuñó el término “doctrina del shock” para referirse a la estrategia que usan gobiernos de derecha en tiempos de crisis, a los efectos de recuperar una hegemonía social favorable a sus intereses. Desde Chile hasta Rusia, desde Sudáfrica hasta Canadá, la implantación del libre mercado responde a un programa de ingeniería social y económica que la autora identifica como “capitalismo del desastre”. Tras una investigación de cuatro años, Klein exploró en ese ensayo el mito según el cual el mercado libre y global triunfó democráticamente, y que el capitalismo sin restricciones va de la mano de la democracia. Por el contrario, sostiene que ese capitalismo utiliza constantemente la violencia, la confrontación, y pone al descubierto los hilos que mueven las marionetas tras los acontecimientos más críticos de las últimas cuatro décadas. Lejos de ser el camino hacia la libertad, se aprovecha de las crisis para introducir impopulares medidas de ajuste económico, a menudo acompañadas de otras formas de shock no tan metafóricas: los garrotazos de la policía, la reducción de insumisxs con pistolas Taser, o la picana eléctrica en la celda de las comisarías.

Su libro repasa la historia mundial reciente (de la dictadura de Pinochet a la reconstrucción de Beirut; del Katrina al tsunami; del 11-S al 11-M), para dar la palabra a un único protagonista: las diezmadas poblaciones civiles sometidas a la voracidad despiadada de los nuevos dueños del mundo, el conglomerado industrial, comercial y gubernamental para quien los desastres, las guerras y la inseguridad del pueblo son el siniestro combustible de la economía del shock,  denunciando a la vez la estafa de las políticas económicas de la Escuela de Chicago y su conexión con el caos y el derramamiento de sangre por todo el mundo.

En ese marco general, una de las preocupaciones que viene generalizándose en la militancia soberanista es la posible utilización de patrimonio nacional como garantía de futuros pagos de la deuda. Por lo pronto, aunque la jueza de Nueva York Loretta Preska eximió a la Argentina de pagar 16.000 millones de dólares por el juicio referido a la nacionalización de YPF, el país tendrá que dejar activos de la petrolera en caución para evitar embargos.

Otro tema digno de atención es el que involucra recientes declaraciones del ingeniero Macri, en las que aventuró que a partir de ahora no serán necesariamente las fuerzas de seguridad las encargadas de poner freno a lxs revoltosxs – a quienes calificó de “orcos”, personajes literarios bestiales y desaforados creados por JRR Tolkien para su saga El Señor de los Anillos -, sino las propias huestes juveniles que adhieren al presidente anarco – capitalista electo, procedimiento semejante al empleado por las guarimbas (grupos de choque de la derecha venezolana) De hecho, hace poco, un tal Marco Antonio Chediek, oriundo de Villa Ballester, hizo circular un Tik Tok en el que amenazaba a cara descubierta, y en sintonía con lo anterior, al dirigente social Juan Grabois.

Pero los aprestos para garantizar un mega ajuste blindado con represión también cuentan con correlatos menos informales. Por ejemplo, la designación en el área de Inteligencia de personajes como el Coronel (R) Jorge Vives, Licenciado en Estrategia y Organización e integrante de la Fundación Oíd Mortales, presidida por la Dra. Villarruel.

Para más dato, no se debería pasar por alto que, alentados por la presencia en el ballotage de la candidata a vicepresidenta de Javier Milei, decenas de represores que cumplen prisión domiciliaria por delitos de lesa humanidad pidieron acudir a las urnas y así lo hicieron. Una treintena de ex militares y policías pudieron ir a votar autorizados por diversos jueces.

Con el hecho consumado de esa victoria, convengamos que la avanzada revisionista en ciernes no se propone tan solo legitimar a los verdugos entreguistas de 1976, más bien apunta a poner patas para arriba TODO el sentido de la historia abonada por nuestro pueblo, yendo desde la reivindicación del 12 de Octubre como Día de la Hispanidad (tal como lo conmemoró en esa fecha Victoria Villarruel), pasando por instaurar la idea de que “la Argentina entró en decadencia hace 100 años” (declaración de Milei impugnando a Hipólito Irigoyen, el primer presidente democrático de nuestro país), hasta dictaminar que “se terminó la Era Maradona” (dicho por Mauricio Macri al periodista Luis Novaresio) ¡Cartón lleno!

Por ahora, el presidente electo carece de blindaje parlamentario, aunque – ya que quien más quien menos “tiene un muerto en el placard” – lo más probable es que el arco político tradicional, al menos en primera instancia, brinde gobernabilidad al nuevo oficialismo.

Mientras el kirchnerismo asume la tesitura de “desensillar hasta que aclare”, apostando a que los libertarianos caigan por su propio peso, inesperada pero afortunadamente, ante rumores de no pagar el aguinaldo, la CGT manifestó que no dará “ni un paso atrás” en la defensa de los derechos vigentes. De más está decir – además – que ya se advierte un promisorio estado asambleario en la mayor parte de los gremios potencialmente afectados por las futuras medidas privatizadoras.

En tanto, el peronismo, sumamente golpeado, exhibe una polarización entre su versión liberal cordobesa y la otra más progresista, ahora confinada al conurbano bonaerense.

Por su parte, ratificando una metodología de lucha que no ha venido dando los resultados esperados, el Frente de Lucha Piquetero anunció su primera movilización contra el gobierno de Milei para el 19 y 20 de diciembre, en homenaje a las jornadas del 2001 y con un paquete de reclamos como el pago del aguinaldo social y un aumento en el monto del Potenciar Trabajo. Los movimientos ratificaron que seguirán haciendo marchas y acampes como modo de reclamo, a pesar de las advertencias sobre la represión esbozadas por el presidente electo en varios reportajes.

En conclusión, a estas horas Argentina enfrenta una circunstancia en la que los herederos de aquel patriciado que durante la segunda mitad del Siglo XIX escribió nuestra Carta Magna con la sangre del gaucho alzado y el indio del malón, cuatro décadas después del rediseño de este país a cargo de una dictadura genocida, buscan coronar semejantes ideales amenazando con entregar el territorio nacional a los dueños del mundo.

Dada la inoperancia de la dirigencia política durante ese prolongado ciclo constitucional próximo a cumplir su cuadragésimo aniversario ni más ni menos que en el Día Internacional de los Derechos Humanos – circunstancia a la que arribamos con un índice de 7 de 10 argentinxs insatisfechxs con la democracia -, aunque a los sectores bien pensantes les suene pasado de moda, más que nunca parecería que solo un proyecto verdaderamente revolucionario de nuevo cuño estaría en condiciones de reencauzar al país en la senda que a su modo  soñaron Moreno, Castelli, Monteagudo, Belgrano, San Martín, Güemes, Juana Azurduy, Rosas, Irigoyen, Ugarte, Evita, el Che, Santucho, los Montoneros, y los nuevos movimientos sociales surgidos al calor del Argentinazo de 2001: Esa es la “nueva” canción que nos toca componer. Cualquier otra será cover de algún tema trillado hasta saturar.

Hay 46.884.895 argentinxs en el país y el mundo. 32.330.335 de ellxs no votaron por Milei. Ánimo entonces: Es un dato alentador a la hora de hacerle frente.

Fuente: La Gomera de David