La Ministra de la Mujer, cuestionada por sus propias mujeres empleadas

Hija política de Alejandra Vigo, Claudia Martínez pasó por todo tipo de cargos para llegar a una cartera desde donde no defiende las cuestiones de Género.

Por Mercedes Grimaldi

Su currículum oficial la presenta como periodista y locutora nacional, egresada del Colegio Universitario de Periodismo (CUP), la institución de raigambre religiosa que instruyó a los comunicadores que en algún momento formaron el principal “semillero” de los medios tradicionales de Córdoba.

Antes, ella pasó por la anárquica Escuela de Ciencias de la Información (UNC), de donde eligió irse en medio de los convulsionados años 80, una década en la que, junto a sus compañeros, tuvo su primera aproximación a la fiebre política.

De esos años, aún conserva su predilección por el vestuario: de coloridas camisas holgadas y pantalones anchos, la rebeldía juvenil por la ropa siempre la caracterizó. Sus bucles morochos, a los que a veces plancha con ahínco, y una mirada siempre perfecta marcan los rasgos de su personalidad. La “izquierda” que le proponía la Universidad Nacional de Córdoba nunca la convenció. Eligió militar en filas del Partido Justicialista, pese a que, en aquellos años, en Córdoba parecía que el radicalismo iba a ser eterno. Tal cual sucede ahora, pero a la inversa. En ese momento, Claudia Martínez jugó a la resistencia. Hoy es una abanderada del oficialismo, de la permanencia sin tiempo.

Referente de la seccional 1ª, casi no hay cargo interno por el que no haya pasado. Su militancia a prueba de todo le trajo réditos: asesora en el Tribunal de Cuentas Municipal en 1996, diputada provincial en 1999, concejala municipal en 2003 y 2007, dos veces candidata fallida a diputada nacional, de nuevo concejala entre 2011 y 2012, y secretaria de Transporte en 2012.

En el medio, jamás tuvo problema de desempleo: Paicor, Programas Especiales de la subsecretaría de la Mujer, fundadora de la organización “Mujeres por la no violencia en el fútbol”, “Lazos Solidarios” y la “Murga Mujeres con Derechos”, Martínez se asomó a su última cruzada en los albores de la década pasada, cuando comenzó a hacer unos cursos sobre sensibilización en cuestiones de género.

Y su gran hora le llegó en diciembre de 2019, cuando Juan Schiaretti juró por última vez como gobernador electo: creó el Ministerio de la Mujer, y la ungió a ella como ministra.

Claudia Martínez es una hija política directa de Alejandra Vigo, la primera dama provincial, representante de las amas de casa y diputada nacional, cuya influencia sobre su marido no tiene comparación con ningún otro político en Córdoba. Vigo, que levanta las banderas del feminismo (pero a media asta, ya que reniega del aborto y los pañuelos verdes), critica en la intimidad que las militantes de #NiUnaMenos quieran marcarle la cancha política, y puso a Martínez en ese puesto clave.

El Polo de la Mujer, con un presupuesto millonario, pasó a ser una referencia de la propaganda oficial cada vez que los femicidios y la burocracia estatal ganaban las noticias. Martínez, cuya militancia en el área de género sólo comenzó hace unos años, enarboló las mismas banderas que su matriarca política: sensibilidad, pero hasta cierto punto. Nada de aborto, nada de repensar el techo de cristal, nada de poner en debate en serio cómo se distribuyen los puestos de poder machista dentro del Panal.

Mostrarse proactivos en cuestiones de género, pero tampoco comprar las reivindicaciones de las jóvenes que han generado con sus marchas multitudinarias en las calles de Córdoba un hito en materia de convocatoria para reclamar. Cuando, a fines del año pasado, se debatió la ley nacional de interrupción del embarazo, Vigo mandó y Martínez ejecutó: silencio absoluto.

Las políticas de género en Córdoba se hacen con un oído cerca de las organizaciones, y el otro atento a las demandas de las iglesias católica y evangélicas.

Derechos y antiderechos en el Polo de la Mujer

Por las dudas, Martínez siempre tiene dos cartas: alguna cita a la referente feminista Rita Segato, y una crítica a los medios de comunicación. De su formación periodística sólo tiene algunos contactos con una vieja guardia de los medios tradicionales, y el ojo para atraer hacia ella a las organizaciones feministas más radicalizadas.

A la Red Par, un conjunto de periodistas filo kirchneristas que enarbolan las banderas del feminismo, Martínez se la llevó a trabajar dentro del Polo de la Mujer. Mientras los femicidios aumentaban y las marchas se reproducían, logró salir del ojo de la crítica mediática.

De esta manera, consiguió que, en los últimos dos años, prácticamente sea silenciada en los medios tradicionales la ola de protestas de las y los trabajadores del Polo de la Mujer, que denuncian maltratos, precarizaciones y todo lo que el ideal de una perspectiva de género propone.

No sólo se quejan las y los empleados. También las víctimas, que cada vez más seguido critican una generosa falta de empatía en la atención pública que allí reciben, pero que no logran que los (y las) periodistas abocados a las temáticas de la agenda feminista se hagan eco de estos reclamos. “Porque sabemos que mientras nosotras estemos en condiciones de precariedad, agotamiento y temor no podremos garantizar los derechos de las mujeres. Porque sabemos que, sin presupuesto, no hay ni una menos. A las trabajadoras del Polo de la Mujer nos duelen los femicidios y estamos cansadas de que el ministerio de la Mujer sea una herramienta de la gestión provincial que no ofrece soluciones suficientes para quienes atraviesan situaciones de violencia”, leyeron las trabajadoras del Polo en un comunicado el pasado 8 de marzo.

Y así, dejaron todas las contradicciones oficiales expuestas en aquellas palabras que todavía hacen ruido. Se lo contamos aquí porque va a ser difícil que lo lea en otro lado.

Fuente: www.hoydia.com.ar