Límites y fronteras: Preguntas sobre el (sin)sentido

Por Martina Kaniuka

Hace un año, durante el Gobierno de Alberto Fernández, la Generala Laura Richardson, Jefa del Comando de Coordinación Sur de Estados Unidos, sentada al lado del Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas Argentinas, General Juan Martín Paleo, insistió en la “reconceptualización” de fronteras que llevarán a cabo en nuestro país y en las ocho zonas que defenderán militarmente por ser de su particular interés en el continente. Zonas de litio, hidrógeno verde, petróleo, minerales raros, agua dulce. Zonas de recursos naturales escasos. Zonas de sacrificio y sufrimiento para los pueblos que las habitan.

Tras la asunción de Javier Milei, la configuración de los bordes para delinear los límites de nuestro país se empezó a ejecutar en continuidad con el gobierno anterior, con el arribo de nuevos proyectos extractivistas (litio) de capital israelí, el traslado en medio del genocidio de la Embajada argentina a Jerusalén, el desembarco de brigadas internacionales de patrullaje enviados por el ejército norteamericano a la costa argentina y, en la cordillera, a un lado y al otro de la Patagonia, incendios intencionales de los bosques ocasionados, aparentemene, por los mismos que los habitan.

Se suman al panorama, derrames de petróleo en Bahía Blanca, alianzas con Paraguay, conflictos por el pacto entre Irán y Bolivia, un canal estratégico para el comercio regalado a Uuguay, conflictos con Brasil por un asesor de Milei colaborador de Bolsonaro y dos ciudadanos jujeños presos por escribir un tweet.

Y, aunque parezcan hechos inconexos, hilvanados con la misma cordura de un gobierno de cosplayers e influencers palanqueados por los grandes capitales; la redefinición de frontera está en curso. Por si acaso, desde el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich, encontraron la amenaza a controlar y desempolvaron a un viejo conocido: el enemigo mapuche, los piqueteros y todo aquel que ose levantar la voz.

El sinsentido de este presente

En continuidad con la orientación de la matriz productiva extractivista, Javier Milei se alineó con Estados Unidos e Israel. Visitó -mientras reprimían en el Congreso a quienes protestaban contra la Ley Ómnibus- el Muro de los Lamentos y, en medio del genocidio que llevan a cabo en Palestina, nos alió con el primer proveedor armamentístico y la primer potencia bélica del mundo.

Para sellar el pacto con los yanquis, la Generala Laura Richardson, que ya se reunió con funcionarios de Uruguay y Ecuador (dos de las zonas de su interés), viajará en abril para dar continuidad a sus planes en abril.

Para septiembre del 2023, la OTAN ya había llamado, a través de Gunther Fehlinger –presidente del Comité Europeo para la ampliación de la OTAN– a “desmembrar a los países del BRICS”.

Milei resultó un alumno ejemplar y no sólo se abrió de las negociaciones con Rusia y China, habilitando las preocupaciones de una expansión “agresiva” de la influencia china en Sudamérica y el Caribe, sino que también acordó junto con Paraguay anular el comercio con la Unión Europea a través del Mercosur y cedió la concesión del canal de Magdalena al Uruguay de Lacalle Pou, afín a los planes yanquis.

Mientras espera al ministro británico David Cameron para visitar las Malvinas, firmó acuerdos con XtraLit, empresa israelí que, tras haber realizado dos pruebas piloto en Salta y Catamarca, va a aterrizar para extraer litio de todas las salinas de nuestro territorio, según puede leerse en la web de la corporación. Todo el desastre previsto por Mekorot, empresa también israelí, encargada del racionamiento del agua en Palestina, que firmó con el Gobierno anterior, para proveer planes de gestión de agua, en un país donde agua es lo que solía sobrar.

Y mientras tanto, aprovechando el (sin)sentido común de los funcionarios -que dividen su gestión entre basurear dirigentes sociales, criminalizar pueblos originarios y opositores- Milei respondió a los capitales nativos que lo financian, aplicando por decreto las medidas económicas menos populares de la historia, todavía resistidas con una rabia que se parece un poco a la resignación.

Aumento en las tarifas de transporte y servicios, aumento en los alimentos, aumento en los planes de salud, aumento en el combustible, aumento en los alquileres, aumento en los peajes, aumento en los útiles escolares en época de clase. Aumento de la vida concreta material cotidiana del trabajador, aumento de los pibes que llenan las filas en los comedores, incremento de todo, menos del salario mínimo, que se niegan siquiera a discutir.

Con un 57.4% de pobreza -27 millones de personas en la Argentina son pobres y 7 millones ya están en situación de calle- y las medidas económicas que aún no pudo tomar, con las nuevas cuartillas borroneadas sobre nuestro mapa y el intento de recordar el significado de valores como soberanía y patria, ante tanta avanzada imperialista sobre nuestros recursos: ¿faltará mucho para poder dibujarle límites a esta injusticia?

Con Livent, Syngenta, Bayer, Monsanto, Mekorot, Arauco, Chevron, Barrick Gold, Posco, Vanguard, Black Rock, Aluar, Porta, Cargill, Total, Yamana Gold, Bioceres y tantas corporaciones trasnacionales devastando nuestros suelos y envenenando nuestros cuerpos; con los Joe Lewis, los Bennetton, los qataríes, los capitales sionistas: ¿es estratégico correr al Congreso a protestar detrás de cada derecho que quieran hacer peligrar mientras tanto? ¿Será que habrá también que reconceptualizar (como los yanquis reconceptualizaron nuestras fronteras) la lucha y pensarla en torno a los territorios?

Será el tiempo de repensarnos y entender que, como la matriz productiva, las lógicas y dinámicas de las disputas de este sistema que reproduce tanta injusticia también cambian. Quizás habrá que analizar en la organización que viene creciendo desde el pie y por abajo, germinando en asambleas y organizaciones colectivas de la lucha, cómo impedir que nos impongan sus planes de límites y fronteras; cómo cuidarnos y repensar también la clase de existencia que queremos habitar en los territorios.

Tenemos la memoria suficiente para desempolvar el legado de una generación que ha sabido enseñarnos a lo largo y a lo ancho del continente, que tenemos la obligación de volver a proteger los territorios como un sueño colectivo, para desandar las fronteras que nos dibujen, caminando juntos con la sensatez y la fortaleza de nuestros pies y nuestros brazos.

Foto de apertura: Subcoop

Fuente: www.pelotadetrapo.org.ar