Mateo Fossa: “Nada me gustaría que no fuese para beneficiar a mi clase, a mi país”

Mateo Fossa nace en Buenos Aires, en 1896, en una familia de ideas socialistas. Concurre solamente a la escuela primaria: “Hice bastante –recuerda-. Hasta sexto grado y allí me paré. Ya estaba completamente destruido, ‘la instrucción’ era completa. Entonces me fui a laburar. Primero, como aprendiz de escultor, aprendí modelación para los ornatos de frentes e interiores… Después, empecé a trabajar de tallista. Era allá por 1914 y enseguida, me afilié al Sindicato de Tallistas y Escultores en Madera”. Trabajar la madera será su medio de vida por siempre, así como la militancia sindical y la lucha política en la izquierda, hasta el final, cuando a los 77 años todavía presidía la comisión de Jubilados del Sindicato Único de la Madera, en el codo de la calle Díaz Vélez, frente al tren.

A los veinte años, integra las Juventudes Socialistas, declaradas a favor de la neutralidad frente a la Primera Guerra Mundial y enfrentadas, por tanto, a los dirigentes tradicionales –Justo, Repetto y otros- que están a favor de los aliados. “Nosotros le ganamos a la mayoría por la neutralidad en un Congreso. Después, ellos nos dieron ‘el raje’, nos espantaron a todos. Se reunió el Comité Ejecutivo y la soberanía del Congreso, junto con la neutralidad, se fueron a ‘la miércoles’”.

Poco tiempo después, integra las filas del Partido Socialista Internacional, luego transformado en Partido Comunista. Al mismo tiempo, siendo muy joven, se desempeña como secretario de la Federación de la Madera. “En aquel entonces predominaban los sindicatos por oficio. Allí estaban los barraqueros, toneleros, escaleristas, galponistas, carpinteros, carpinteros de a bordo, ebanistas, doradores, tallistas, escultores… Había una barra de sindicatos pequeños, pero todos muy activos y combativos. Había una característica: los compañeros que los formaban eran compañeros que venían del exterior. Aquí no había todavía una industria con obreros argentinos. La lucha era entre las ideas de Bakunin y las de Marx, era una lucha ideológica… Después, vino la Revolución Rusa y más tarde, hubo una división en el Partido Comunista.

“Nosotros formamos el Partido Comunista Obrero, en el año 1926 o 1927”.

La militancia política y gremial lo conduce más de una vez a la cárcel. “Desde el exterior, nos mandaban barras de jabón y adentro, venía alguna carta, alguna declaración, un documento político. Estuve en la cárcel muchas veces, pero poco tiempo. Nunca tuve proceso… Mi hermana me venía a buscar el día que me liberaban. Yo le decía: -Fijate si no nos sigue nadie-. No –me dice ella-. No nos sigue nadie… Entonces, me iba directamente al sindicato de carpinteros”.

Así transcurre su vida de lucha permanente, sin ningún interés personal, pasando duras hambrunas, siempre fiel al ideal trazado. “Soy activista, no tengo mayormente capacidad intelectual pero tengo ese afán de trabajar. Salgo, trabajo, pego carteles, voy a un lado a ‘parar carneros’, hago todo ese trabajo y así se forma la Liga Antiimperialista y me nombran secretario de Relaciones Exteriores…, y también formamos, el grupo de los ‘chispitas’. El Partido Comunista estaba aparte… Era menos combativo y nosotros, con nuestra posición combativa, ‘les barrimos la vereda’, como se dice… Se hacía todo con desinterés, con abnegación, a pulmón. Nadie cobraba nada: daba la libertad, daba la vida, daba el dinero, daba la salud. Todo era poco. Del trabajo íbamos allí, de allí íbamos a dormir y a laburar. Estábamos hechos una calamidad. Yo creía que estaba tuberculoso. Estaba muy flaco. Pero sentía que lo que hacíamos era lo mejor que se podía hacer… Puede ser que a veces hayamos hecho macanas,  pero macanas hemos hecho todos y bastantes… No éramos como esos burócratas que tienen el auto, secretaria y los presos se quedan allí  y ellos ni se acuerdan. Nosotros todos los domingos estábamos en la cárcel, en Caseros, en Las Heras, en todos lados, atendiendo a los presos”.

Su hermano –Manuel Fossa, diputado peronista en los años cincuenta- recuerda que Mateo “estaba en todas”: “Participó de la Semana Trágica, de la Huelga de la Construcción del ’36, de la otra, durísima, del ’38… Estaba siempre”. “Su actuación –escribe J. Solano, en 1941- es una escuela viviente de cómo se lucha, minuto a minuto, día a día, año tras año, sin desmayos, sin entregas, sin renuncias, por la revolución proletaria mundial”.

Desde su inquebrantable posición socialista, antiimperialista y antistalisnista, milita durante un período en el Partido Socialista Obrero, a mediado de los años treinta, pero se separa cuando éste se coloca al servicio del Partido Comunista pro soviético. Varias veces secretario general del Sindicato de la Madera, le son confiadas importantes representaciones en el exterior. En una de esas oportunidades, en 1938, viaja a Méjico donde se va a constituir la Confederación Latinoamericana de Trabajadores, no pudiendo participar de la misma dado la obstrucción del stalinismo que lo tiene por adversario implacable. Sin embargo, el viaje le resulta provechoso pues logra entrevistar a León Trotsky, por entonces, desterrado en Coyoacán. A partir de ese momento, para sus compañeros de lucha de la Argentina, Mateo se convierte en “el argentino que conversó con Trotsky”. De esa entrevista queda un testimonio: el folleto “Conversando con León Trotsky”, de Ediciones “Acción Obrera”, publicado en 1941 por un pequeño grupo trotskista liderado por Liborio Justo.

En dicho folleto, Mateo recoge importantes enseñanzas del viejo líder bolchevique, especialmente referidas a la guerra mundial, como lucha interimperialista por mercados y colonias y no como enfrentamiento entre “democracia y fascismo”. Asimismo, sobre la necesidad de una clara posición antiimperialista que Trotsky enlaza, para nosotros, con la necesidad de la unión de los países latinoamericanos. Mateo le relata que él y sus compañeros defienden a Trotsky frente a los ataques de los partidarios de Stalin, en la Argentina, a lo cual el desterrado le contesta: “Mire, compañero, no es el caso de que ustedes están peleando por Trotsky. Están en la Argentina, tienen una serie de problemas revolucionarios, hay que tratar esos problemas y tratar de resolverlos lo mejor que sea posible. Y no hablar de Trotsky. Resolver los problemas del país, los problemas revolucionarios”. Y le insiste “…En los antagonismos mundiales y los conflictos militares…, bajo cualquier máscara (democracia o fascismo) hay que distinguir a los explotadores, dueños de esclavos y ladrones”. Y agrega: “En los sindicatos, una completa y honesta democracia es la condición más importante”. “Salí convencido –relata Mateo- de que yo debía adherir a la Cuarta Internacional. Le pedí entonces mi adhesión, directamente. A mí me daba una impresión de sinceridad y de limpieza ese hombre”.

Años después, al surgir el peronismo, “lo fueron a buscar a Mateo para que se plegara al movimiento –recuerda su hermano- pero él dijo que no, que había pactado con Trotsky…, y me sugirió a mí que fuera yo, que trabajaba entonces en el sindicato de la construcción”. “Yo no me hago peronista –comenta Mateo- ¿sabe por qué? Yo estaba en esa situación, estaba cumpliendo mi compromiso… Me vino a buscar Cipriano Reyes… Pero no quise entrar. Me mantuve fiel, pero no dejo de reconocer que el peronismo trae aquí, si se quiere, cosas que son positivas… Creo que hay que retomar las partes positivas del peronismo… No dejarlo, no entregarlo en manos de la burocracia. La burocracia es entreguista, es freno paralizante, no es revolucionaria, son un montón de vivillos y sinvergüenzas”.

En sus últimos años, mantiene cordiales relaciones con la Izquierda Nacional por estimar que sostiene sus posiciones, en tanto crítica al stalinismo y reconoce la importancia del peronismo, sin subordinársele ni pactar con la burocracia traidora. “Yo sigo en el movimiento obrero –sostiene, a los 73 años- y no quiero puestos rentados, ni acomodos. Vivo con mi jubilación, tengo una casita y no pago alquiler, que eso es lo que me salva. No fumo, no tomo. Soy algo vegetariano –no como carne- y hago lo que puedo… Ahora presido la comisión de Jubilados en el Sindicato de Trabajadores de la Madera… Nada me gustaría que no fuese para beneficiar a mi clase, a mi país…”

Fallece en los primero días de julio de 1973. No lo recuerdan los gremialistas conciliadores, ni tampoco los burócratas de la izquierda y apenas escasamente alguna de las agrupaciones trotskistas, aunque Mateo les resulta molesto por su comprensión de la cuestión nacional, integrando así la galería de luchadores obreros silenciados pero que seguramente serán reivindicados en el futuro.

(N. Galasso, Los Malditos, Vol. I, Pág. 90, Ed. Madres de Plaza de Mayo)

Fuente: www.pensamientodiscepoleano.com.ar