Mujeres, madres, amas de casa, trabajadoras y científicas

Por María Julia Paz para La tinta

En nuestro país, el número de mujeres en ciencia es mayor al número de varones, sin embargo, nosotras accedemos en menor medida a las categorías más altas de la carrera de investigación y a los puestos directivos de los Organismos de Ciencia y Tecnología, generando una estructura piramidal en la distribución por géneros dentro de la carrera científica. Lo mismo se ve reflejado en el ámbito universitario.

Las mujeres y disidencias en el ámbito científico se encuentran bajo fenómenos como el techo de cristal, que actúan limitando su ascenso a puestos de tomas de decisiones y cargos jerárquicos. Las limitaciones enfrentadas muchas veces no son visibilizadas, son el resultado de ambientes de trabajo hostiles, falta de visibilidad de logros, sumado a situaciones de orden personal como enfermedades y tratamientos que necesitan licencias, tareas de cuidado ya sea de hijxs, mayores a cargo y ni hablar si son cuidados en contexto de discapacidad.

Soy Julia: mamá, mujer, educadora, ingeniera, científica, extensionista, poeta y bruja, entre otras cosas. Me formé en la universidad pública como ingeniera química, siendo una de las primeras mujeres de mi familia en lograr un título de grado; pero no fue tempranamente que pude iniciar mi doctorado, el cual me abrió la cabeza y el alma. Fue recién a mis 35 años, con dos criaturas pequeñas, en esas vueltas de la vida en que una tiene que reconstruirse. Retomar la vida profesional con dos crianzas pequeñas —con una de ellas en proceso de diagnóstico de una condición como es el autismo— es algo que no es visible. ¿Cómo se hace en estos tiempos para poder ver lo singular de cada persona? Caras vemos, corazones no sabemos. Sólo yo sé lo que implicó ese desafío para mí de poder seguir contra todo pronóstico. Y sólo yo sabía lo que necesitaba esa oportunidad de poder crecer en el ámbito profesional para el cual me había formado.

Cuando empecé, se me abrió el mundo: la universidad es el ámbito de mayor crecimiento para nuestra mente. Por lo menos, así lo vivo yo. Me fui enamorando de lo que hago, ganando confianza y seguridad a medida que iba haciendo el proceso de aprendizaje acompañada de mis directores y compañerxs. Tengo el privilegio de contar con dos formadores de recursos humanos que me han acompañado estos casi tres años de doctorado no sólo desde lo académico, sino desde lo personal. Estudio sobre contaminantes atmosféricos en fase gaseosa (no en fase condensada, como se ve en la mayoría de los laboratorios con tubos de ensayo y matrices). Soy educadora y extensionista, porque creo en acercar la universidad a las personas, para que quienes quieran llegar no lo vean como ese monstruo enorme que parece infranqueable.

En el contexto actual, la ciencia está siendo vapuleada y menospreciada: en Argentina, representa el 0.1 % del PBI, siendo la ciencia primordial para que un país se desarrolle y tenga, sobre todo, soberanía.

Hacer ciencia es hablar de un proyecto de país, es hablar de valores e ideales. Más allá del tecnicismo, cada área es sumamente importante porque somos seres holísticos. El doctorado me permitió conocer todo lo que es posible de hacer en este país en contextos adversos, cómo y por qué somos tan requeridos afuera. Sabemos hacer cosas en situaciones de crisis, sabemos hacer con poco…. En el primer mundo, con equipos e insumos a disposición, somos Messi. Tenemos una educación de calidad que necesita mejoras, seguro, pero nadie puede negar hasta ahora lo invaluable de la educación que recibimos en lo público. Mi sueño siempre fue investigar, tengo curiosidad y capacidad de búsqueda que no sabía que tenía o no valoré hasta que empecé mi doctorado. Siempre hay formas de encontrar soluciones y eso es lo que hacemos.

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Mi beca fue otorgada por la Agencia I+D+I (Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación), un organismo nacional descentralizado con autarquía administrativa y funcional, actuante en la órbita del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de Nación, cuyos fondos provienen del BID y de otras entidades. Este organismo, fundado en 1996, permanece acéfalo desde que el nuevo gobierno de Milei asumió, traduciéndose en que nuestros estipendios se encuentren congelados y no recibamos los aumentos correspondientes. La respuesta es: «No hay nadie para firmar». No sólo que estamos invisibles, sino que encima ahora estamos más precarizados que antes.

Somos 1.200 becarios en todo el país. Muchos tenemos becas para iniciar nuestros doctorados y otros, becas superiores. Las becas son nuestra fuente de ingreso; con la inflación actual, no sólo estamos empobreciéndonos, sino que, en este contexto, producir y trabajar, sumado al odio social hacia los que producimos ciencia, aumenta la angustia y el desasosiego.

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En estos tipos de contextos sociales, las mujeres madres y disidencias somos las más vulnerables, con riesgos de ser expulsadas por el sistema. Yo no puedo trabajar si no tengo cómo pagar quien cuide a mis niñas, sobre todo teniendo una niña con autismo, y por momentos eso se vuelve desolador. Muchas veces sentí miedo de contar mi historia por el qué dirán: «Seguro se victimiza». Después comprendí que es mi singularidad y que eso no sólo es mi experiencia de vida, sino que le suma un aporte valioso en cada ámbito que participo.

En los 90, Domingo Cavallo mandó a los científicos de la época a lavar los platos. Hoy podríamos contestarle y transpolarlo a la actualidad. Señor presidente, deje de mandarnos a lavar platos que con mucha honra lo hemos hecho —y hacemos— por años. He visto las manos de mi madre haciéndolo, que sostuvo mis estudios lavando y limpiando casas ajenas, con una cabeza privilegiada y ágil, mucho más que la mía para matemáticas, química o lo que ella quisiera. Ella me alentó a estudiar lo que no pudo porque antes no se podía, por ser mujer, por el miedo a que les pase algo o por el miedo de que su honra quedara manchada porque era un mundo lleno de varones. A mi madre que quiso y que no pudo, y a mis hijas que tendrán muchas más posibilidades que yo. Por mis compañeras que aún no tienen oportunidades, por las que vi llorar, por querer y no poder, y sentir que había algo mal en ellas, por ser madres, por ser mayores.

Sepa que nosotras somos científicas, creamos infinidades posibles en nuestra cabeza y, además, lavamos platos. Y con mucha honra.

Imagen de portada: El Periódico

Fuente: www.latinta.com.ar