Publican un dossier con material poco conocido de Rodolfo Walsh

Los escritos recuperados nunca fueron reeditados y forman parte de un cuerpo de obra mayor, que los investigadores esperan publicar como libro.

La cantera de textos de Rodolfo Walsh no es infinita. Como toda obra humana, es acotada, y además es posible que no se complete. Sin embargo, la tarea investigativa de Roberto Baschetti y Fabián Domínguez revela ahora unos escritos casi desconocidos, prácticamente inéditos, del mayor periodista argentino del siglo XX, desaparecido por las fuerzas represivas de la última dictadura cívico-militar de la Argentina.

Baschetti y Domínguez compilaron el material, le pusieron como título Un hombre que se anima y lo convirtieron en un dossier que publicaron en pdf, a través de la editorial independiente Jirones de Vida, de la artista plástica Nora Patrich y el mismo Baschetti.

Entre lo que estos exploradores de los archivos Walsh han encontrado hay material de Prensa Latina, un reportaje sobre uno de sus libros, una conversación sobre teatro con otros dramaturgos, una crítica de libros, una polémica en el correo de lectores de una revista, un texto sobre un general industrialista argentino, otro sobre el principal cerebro científico de la Unión Soviética, análisis sobre la cuestión argelina, algo sobre el ataque permanente a Cuba y el prólogo a un libro con los discursos de Raimundo Ongaro, el principal dirigente sindical que resistió a la dictadura de Onganía.

“Como frutilla del postre, recuperamos un cuento desconocido, publicado en 1950, el mismo año en que la revistaVea y Lea lo premió por “Las tres noches de Isaías Bloom”, y además se casó con Elina Tejerina, la mamá de Victoria y Patricia”, cuentan Baschetti y Domínguez. Se trata de escritos que estaban perdidos y los encontraron “barriendo antiguas revistas, periódicos de escasa tirada o diarios que dejaron de circular”.

-Ambos estaban trabajando por separado. ¿Cómo fue qué decidieron unirse en la tarea?

Fabián Domínguez: – Un mediodía de invierno de 2023, en la casa de Roberto, compartíamos la sopa de cebolla que hizo Nora Patrich, su compañera. Entre anécdotas, comentarios y un buen vino le dije que tenía un texto de Walsh, del correo de lectores en la revista Panorama de 1970, que nunca había visto reeditado y que quería darle para su archivo. Me contestó que lo iba a sumar a un cuento y un artículo que había encontrado. Ahí se nos ocurrió sacar un folletín con esos textos el 25 de marzo siguiente, como homenaje a Rodolfo.

-¿Conocieron personalmente a Walsh?

F.D.: -Nací en Corrientes en el mismo momento que Walsh recorría los esteros del Iberá, subía al tren más lento del mundo que iba a Mburucuyá, a la vez que observaba el carnaval correntino en una de las peores inundaciones que sufrió la provincia. Cuando una década más tarde lo secuestraron en San Juan y Entre Ríos, yo tenía 10 años, así que no lo conocí. Al cumplirse veinte años de su desaparición, publiqué su biografía, Bitácora de un clandestino, editada por el diario La Hoja de San Miguel, donde trabajaba y que hoy no existe más. Un día antes de la presentación, lo conocí a Roberto Baschetti, en el café de la estación Bella Vista, donde él desayunaba antes de ir a trabajar y donde le llevé un ejemplar por recomendación de un amigo en común.

Roberto Baschetti: –No lo conocí personalmente. Pero a veces –como en este caso- no es necesario un encuentro físico para afirmar que uno conoció personalmente a alguien. Cuando con 16 años leí su libro Operación Masacre sobre los fusilamientos de junio de 1956, me di cuenta de que Rodolfo entraba de tal forma en mi vida que no se iba a ir nunca más. El tiempo confirmó esa presunción.

Domínguez y Baschetti unieron sus archivos. Foto: Sandra Cartasso

-¿Cómo fue que encontraron estos textos?

F.D.: -Después del almuerzo volví a casa, revisé mis archivos y no encontré el texto que le prometí, pero si otro artículo nunca vuelto a publicar. Roberto me dijo que él también había encontrado textos firmados por Daniel Hernández, seudónimo que a veces usaba Walsh, que estaban sin recopilar. Con el paso de las semanas se sumaron más y más textos, y ese folletín tomó el tamaño de libro.

R.B.: -En mi caso, los encontré sumando intuición y metodología de trabajo. Cuando publiqué  Rodolfo Walsh, vivo en 1994, a partir de los textos recuperados sobre él, armé un archivo con diferentes temáticas sobre su vida y su obra (sus textos militantes, la política nacional, sobre ANCLA y Cadena Informativa, Tercer Mundo, Teatro, Literatura, su familia, videos y películas relacionadas con su persona, comentarios de otras figuras relevantes que hablaban sobre él, etc.). Tenía la firme convicción que con el tiempo iban a ir apareciendo nuevos escritos para sumar a los ya existentes. Y fue eso lo que ocurrió. En este punto es necesario señalar algo muy importante: vuelta la democracia a la Argentina en 1983, al poco tiempo se volvió a hablar de Walsh en los círculos literarios porque era imposible ignorarlo como escritor, pero al mismo tiempo se ocultaba su opción política por el peronismo revolucionario. Y yo consideraba y considero que hay un solo Walsh indivisible –el escritor, el militante- que lo conformaba a pleno, en su totalidad. En esa dirección apuntó mi libro antes citado.

-¿Dónde y cuándo encontraron el material?

F.D. y R.B.: – Consultamos a otros compiladores, como Daniel Link, Víctor Pesce, Ricardo Piglia, Osvaldo Aguirre, Roberto Ferro y Horacio Verbitsky, para asegurarnos de que los textos nunca hubieran sido reeditados. Ayudó mucho un trabajo de nuestro querido amigo Jorge Lafforgue (ya fallecido), quien tenía un índice con los textos que Walsh escribió y los medios donde los publicó. Revisamos esas revistas y diarios en nuestros archivos, y también fuimos a la Biblioteca Nacional y encontramos una buena cantidad de artículos nunca reeditados. Ya para octubre de 2023 sabíamos que teníamos en nuestras manos un posible libro con textos muy pocos conocidos de Walsh.

-¿Qué les sorprendió de estos textos?

F.D. y R.B.: -La calidad literaria no debería sorprendernos, pero sigue siendo agradable leer a un periodista que trata sus textos con tanta delicadeza. Sin duda, lo que más sorprende es la vigencia de sus escritos: es como si los hubiera escrito ayer para los argentinos de hoy. El perfil sobre el general Enrique Mosconi, impulsor de YPF y la soberanía energética; la ponderación de los discursos y el accionar del dirigente sindical Raimundo Ongaro; o el artículo sobre Piotr Kapitza de 1957, quien comandó el equipo de la bomba atómica soviética (la bomba H), y estuvo en el corazón del proyecto espacial que colocó al Sputnik en el espacio, nos marcan la vigencia del material. Además, están sus artículos con un exquisito estilo walshiano, para denunciar a los imperios que buscan someter a países tercermundistas como Argelia, Cuba, Brasil o la Argentina. Exactamente lo mismo que ocurre hoy.

-¿Pensaron en la posibilidad de ofrecérselo a una editorial grande?

 R.B.: -Las grandes editoriales tienen sus tiempos, atados a lo que ellos entienden como necesidad del mercado. Para evitar esas demoras, con Nora creamos nuestra propia editorial, Jirones de mi Vida.

F.D.: –Por mi parte, decidí armar la editorial Sol y Tinta, que publica mis libros, porque me muevo por un impulso militante y no por lo que el mercado reclama. Así que no fuimos a ninguna editorial grande, aunque la crisis económica provocada por este gobierno actual, nos está frenando la posibilidad de publicar en papel. Por eso publicamos un adelanto en PDF, de circulación gratuita.

-¿Cómo es el tema del copyrigth de la obra de Walsh?

R.B.: -Estamos en contacto y diálogo con Patricia, la hija de Rodolfo, para analizar esa cuestión.

-Gran parte del material es estrictamente político, pero hay también ficción, textos literarios. ¿Qué valor le dan hoy?

F.D: -Los textos de Walsh tienen una vigencia permanente porque fue un escritor que siempre cuidó cada renglón, cada oración, cada párrafo. Lo que lo hace interesante a este nuevo material, o mejor dicho, a este material disperso y ahora reunido, es su vigencia y la posibilidad de observar la evolución de Walsh en su manera de escribir y en los temas que le interesaban.

-¿Encontraron rasgos comunes en la hechura de estos textos?

R.B.: -La inteligencia a la hora de escribir es un rasgo característico, y me refiero al guiño, al humor, a la ironía,el sarcasmo. A ello se debe sumar el amor por sus patrias, la Argentina y Latinoamérica, ya sea cuando denunciaba a un coronel asesino, ponderaba a un sindicalista que no se dejaba corromper o señalaba el avasallamiento a países empobrecidos del Tercer Mundo.

-¿Queda más material por recuperar?

R.B.: -Para satisfacción y alegría de todos nosotros, la respuesta es sí. Un hombre que se anima, el pdf que sacamos a la luz el 25 de marzo pasado, es la selección de diez textos de por lo menos cincuenta artículos que hallamos. Es decir que de nuestra parte hay más textos por publicar; a los que hay que sumar los que deberían estar en los archivos de Prensa Latina, en Cuba; y aquellos que la Armada robó de su casa de San Vicente, el mismo día que lo secuestraron a él. (Estos últimos, por el momento, inhallables) También hay un trabajo de compilación de noticias que hizo él mismo y se publicó durante cierto periodo en una revista cultural, y que ya figura en nuestros archivos. A ello nos queda por develar Crimen Satanowsky, que se publicó de manera anónima a 15 años de Caso Satanowsky, el tercer libro de la trilogía que completan Operación Masacre y ¿Quién mató a Rosendo?

-¿Y del epistolario Walsh?

F.D. y R.B.: -El paso del tiempo revela algunas cartas personales. Las que intercambiaba con Roberto Fernández Retamar, o las que envió a Enriqueta Muñiz, o el paquete que se publicó con las cartas a Donald Yates, su amigo estadounidense, nos permiten descubrir nuevas facetas de Walsh. Antes del surgimiento del mail, o las redes sociales, era común escribir textos largos, y Walsh llegaba a escribir varias hojas en los intercambios epistolares. Seguro que muchas personas amigas de él atesoran esas cartas, por lo que hay que pensar que es hora que algunas de ellas merecen ser conocidas por el gran público. Los papeles recuperados no son material histórico sino que nos hablan hoy, nos recuerdan que corremos el peligro de ser una colonia, nos dicen que en otros países se corre el mismo peligro, y que la salida es siempre caminar con los compañeros, con el pueblo al que pertenecemos. Defender causas justas no es una utopía sino una necesidad urgente en tiempos difíciles. En sus palabras siempre hay manejo del lenguaje, una cultura amplia, ironías, guiños, humor e inteligencia. Vale aclarar que Walsh no siempre firmaba con su verdadero nombre, sino que a veces usaba seudónimos como el de Daniel Hernández, Francisco Freire o N. Klimm. De hecho, algunos de los textos que contiene este dossier tiene alguna de esas firmas. En nuestra búsqueda llegamos a un paquete importante, que esperamos poner a disposición del público en el corto plazo, en edición impresa. Esos trabajos son del mismo tenor de los que traemos aquí, no son ni frívolos ni pasatistas, sino que profundizan en los intereses que Walsh siempre mostró: la Argentina, el Tercer Mundo en general, América latina en particular, y la literatura. Este aporte viene a sumarse a otras compilaciones realizadas a lo largo del tiempo por los mencionados Lafforgue, Pesce, Piglia, Aguirre, Ferro, Verbitsky y Link. Pronto habrá que inaugurar el epistolario Walsh, la correspondencia que tuvo con amigos, escritores e intelectuales, los que no serán textos menores pues las pocas cartas personales que se conocen, las de Yeats, por ejemplo, se llegan a leer como pequeños ensayos, además de revelar aspectos poco conocidos de su vida.

El cuento encontrado

Los jugadores de dados

Cuando se hizo de día, nadie se acordó de apagar la luz. Ni siquiera advirtieron que era de día. La lamparilla siguió encendida, amarillenta de insomnio. En el cuarto no había un mueble, un cuadro, una tela de araña, una salivadera, nada. Su grisura desnuda oprimía como una muerte lenta. Por una lucerna abierta en lo alto, el cielo arriesgaba, apenas, un goterón de luz reciente.

Los cuatro jugadores estaban sentados en el piso, apoyados contra cada una de las paredes. ¿Por qué tan lejos unos de otros?, es difícil de explicar, pero se me ocurre una teoría: todos estaban armados de filosos cuchillos, cada uno sabía que los demás estaban armados, de producirse una disputa, estando pegados los unos a los otros, ganaba el más traicionero. Cada uno sabía que los otros eran más traicioneros que él. La distancia igualaba las probabilidades.

Arrojaban los dados con cierta violencia automática que los rostros inmóviles no acogían. Cantaban los puntos, decían “gano” o “pierdo”. Al perder -o al fingir que lo hacían, por tanto ganar como perder eran fingimiento-, hacían rodar los dados y el dinero por el suelo. Los demás no alcanzaban a ver, por la distancia, los puntos que echaba el jugador.

De vez en cuando alguien decía: – Es mentira – bostezaba, hundía la mano en el bolsillo y pagaba a pesar de todo. Rebelarse era una estupidez.

En una oportunidad, sin embargo, alguien confesó espontáneamente: “pierdo”.

Esta sinceridad conmovió a todos pero no lo imitaron. El tampoco volvió a imitarse.

En un momento determinado, alguien pensó en marcharse. Hizo el recuento de su dinero, advirtió que iba en ganancia. Vio recién entonces la puerta, inexorablemente cerrada, los torvos ademanes reclamando los puñales, la prefiguración del castigo en la cara de súbito animadas.

Dar el desquite era la ley. Lo embargó una sombría desesperación y siguió jugando.

Rato después -años después, quizás-, otro de los jugadores también pensó en irse. Pero había perdido, debía desquitarse. La rebelión vino de adentro esta vez. Una desesperación más negra que la de su compañero se apoderó de él, y siguió jugando.

Tal vez alguno llegó a preguntarse, con el tiempo, para qué jugaban, puesto que de un modo u otro estábales prohibido escapar, ya que si ganaban no podrían irse nunca, y si perdían tampoco podrían irse nunca. Cuánto había durado aquello, si era así desde siempre y si siempre seguiría siendo así, y, en último término, si valdría la pena escapar, ya que lo más probable era que en cualquier otro sitio del mundo, o fuera de él, todos estuvieran haciendo, hubieran hecho y tornaran a hacer lo que ellos hacían.

Y prosiguiendo sus meditaciones, no es improbable que al pasear la vista por las cuatro paredes del cuarto hayan llegado a la conclusión de que así debía ser un dado por dentro, de que aquel cuarto era un dado y alguien estaba jugando también con ellos.

Fuente: www.pagina12.com.ar