Marcha por “Pan, Paz y Trabajo”: El día que los trabajadores desafiaron el terror

Este 30 de marzo se cumple un nuevo aniversario de unos de los hitos más importantes del movimiento obrero organizado. Con Saúl Ubaldini y un grupo de gremios combativos, 40 mil trabajadores perdieron el miedo y “coparon” Plaza de Mayo para repudiar la situación económica del país. Hubo represión y detenidos, pero no pudieron callar el grito de hastío. Un golpe duro a la dictadura que la invasión a Malvinas ocultó por años.

Por Diego Lanese

“Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar”. Desafiando el Estado de terror que vivía la Argentina, 40 mil trabajadores coparon la Plaza de Mayo aquel mítico 30 de marzo de 1982. Eran tiempos de despidos y crisis económica, y la dictadura militar, luego de seis años en el poder, era repudiada por gran parte de la sociedad. Por eso, ese día, cuando Saúl Ubaldini y su CGT Brasil decidieron el paro y la movilización, se rompió el silencio imperante, se perdió el miedo y se salió a la calle bajo una consigna que hoy sigue interpelando: “Pan, Paz y Trabajo”.

La jornada había comenzado temprano, en una Buenos Aires militarizada -más de lo habitual- y con columnas que llegaron de todos los puntos. La marcha, programada para horas del mediodía, tuvo su correlato en el interior con movilizaciones en Mendoza, Rosario, Neuquén y Mar del Plata. La tensión se adueñó del escenario desde las primeras horas. El Gobierno intentó prohibir la jornada por considerarla “ilegal”, ya que la CGT no había pedido la autorización correspondiente. Ni las presiones oficiales ni las amenazas de represión pudieron evitar la llegada de los gremios, intervenidos y devastados por el genocidio que ese día dijeron basta.

Fueron más de seis horas de enfrentamiento. La cantidad de gente presente desbordó el operativo de seguridad. Los manifestantes llegaron a las puertas de la Casa Rosada con la intención de entregar un petitorio. Pero la gente quería más. Quería libertad, democracia, un nuevo país.

El saldo de aquel paro histórico fue dos obreros muertos, cerca de tres mil heridos, miles de detenidos y, como dato mayor, el fin del miedo. El impacto en la recuperación de la democracia se sigue discutiendo, ya que en apenas 48 horas el escenario cambió radicalmente. La dictadura decidió la invasión de Malvinas, un acto irracional e irresponsable que nos llevó a una guerra inútil y sangrienta, pero que, a dos días de este paro, llenó una plaza al grito de “Argentina, Argentina”.

Antecedentes y contexto

En marzo de 1982, el general Leopoldo Fortunato Galtieri estaba al frente de la Junta Militar y el país, junto al almirante Jorge Isaac Anaya y el brigadier Basilio LamiDozo. Habían pasado los tiempos de Videla-Massera-Agosti, iniciadores del horror, y de Roberto Viola, desplazado en diciembre de 1981. La falta de resultados económicos y la cada vez más comprobada política del terror, que generaba denuncias en todo el mundo contra la Argentina, minaban el humor social. Los despidos, gracias a la apertura indiscriminada de productos importados, movilizaban a los trabajadores sin representación formal.

Cuando irrumpieron en el país, uno de los primeros decretos que pusieron en vigencia los militares fue el que prohibía la actividad sindical. Con los gremios intervenidos y la CGT desarticulada, lasprotestas se fueron organizando en los lugares de trabajo, donde la desaparición de delegados y activistas era brutal.

Para el ‘82, la dirigencia formal de los gremios se estaba reacomodando. Existían dos grupos: uno con sede en Azopardo, donde convivían los dirigentes dialoguistas con los militares, y otro en la calle Brasil, donde se juntaban los más combativos. El primero tenía de líder a Jorge Triaca padre, junto a Armando Cavallieri, mientras que el segundo era el espacio liderado por Saúl Ubaldini.

Ya en 1979, en plena represión ilegal, se habían producido algunas protestas sindicales. El epicentro fueron las automotrices del Gran Buenos Aires y numerosas metalúrgicas. El historiados Leónidas Ceruti recuerda que la primera huelga general se realizó días previos a la conmemoración del 1º de mayo de 1979. “Una vez anunciado el paro, fueron detenidos varios dirigentes, pero los sindicalistas de ‘los 25’ ratificaban la decisión de parar, y en el comunicado emitido aludían a ‘los vínculos de amistad que unen a las FFAA de la Nación con el pueblo, y lamenta que la política económica los lleva a tomar esta decisión’. Por su parte, el gobierno explicitó que estaba garantizada la libertad de trabajo, a la vez que calificó a la medida como paro ilegal”.

Ése fue uno de los primeros pasos de la llamada “Comisión de los 25”, un nucleamiento de sindicatos que enfrentaron la dictadura militar y que estaba conformada por taxistas, obreros navales, camioneros, mineros, cerveceros, entre otros. Fue el bastión de Ubaldini y convocó al primer paro general contra la dictadura, el 27 de abril de 1979.

En noviembre de 1981, Ubaldiniconvocó a una manifestación por las calles de Liniersque congregó a más de diez milpersonas frente a la Iglesia San Cayetano. Jorge Triacca no adhirió. A esa movida se sumó la denominada “multipartidaria”, una instancia de partidos políticos encabezados por el PJ y la UCRnacida ese año para reclamar a los militares una apertura política y la vuelta de la democracia.Un año después, todo ese trabajo sindical, todo ese malestar, explotaría en una jornada cargada de tensión, de violencia y de libertad.

Un día de furia

“El peronismo está volviendo a la calle, está mostrando democracia, conducta”, había dicho en una entrevista previa Ubaldini, que lideraba un grupo que no quería dialogar ni convivir con los militares. Si bien conducía un gremio chico como el cervecero, tenía un carisma que generaba mucha adhesión entre los trabajadores y las clases populares. Con el respaldo de Lorenzo Miguel, de la UOM, comenzó a crecer en la comisión de los 25 hasta llegar a organizar la marcha del 30 de marzo.

Las columnas llegaron desde todos lados. Algunos gremios organizaron a sus trabajadores. Los organismos de derechos humanos, con Madres de Plaza de Mayo a la cabeza, estuvieron presentes. Se veía, dicen muchos testigos, mucha gente sin organización, ciudadanos cansados de la dictadura, de la opresión política y de la ineficiencia económica. En barrios del Conurbano, en especial Lomas de Zamora y Avellanedaa, había “vecinazos”, manifestaciones espontáneas con una sola consigna: “que se vayan los militares”.

En su libro “Sindicalismo y dictadura: una historia poco contada”, Alfredo Mason cuenta cómo fue el momento previo a la llegada de las columnas. “Plaza de Mayo fue cercada por un dispositivo más fuerte que cualquiera conocido hasta entonces; se cortó el puente Pueyrredón con carros de asalto y un fuerte cordón policial. Se reprimió duramente las concentraciones que se efectuaron en los alrededores de Tribunales y en el puerto; por primera vez, empleados y funcionarios de la zona céntrica de Buenos Aires (“cuellos blancos”) arrojaban desde balcones y ventanas todo tipo de proyectiles contra los elementos de la represión. En esos días se calculó que hubo cerca de 3 mil detenidos, aunque nunca se informaron las cifras oficiales”, relata el historiador.

Según las estimaciones de los manifestantes, unas 15 mil personas lograron pasar los cercos e instalarse en Plaza de Mayo, a la vez que unos mil policías apalearon, embistieron con autos y caballos, hubo disparos de Itaka y gases. La represión fue total. Se intentó llegar a la Casa Rosada para leer un documento y entregar un petitorio. Por seis horas, el centro de la ciudad fue escenario de una verdadera batalla. Los detenidos fueron en su mayoría llevados a la cárcel de Devoto, incluido el propio Ubaldini y el hijo del Premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel. El mensaje era claro: se había perdido el miedo.

Recuerdos del pasado

“El 30 de marzo fue un vendaval. Miles y miles de trabajadores en ese día de 1982 expresamos el repudio a la dictadura militar por las calles de la ciudad de Buenos Aires”, recuerda Víctor de Gennaro. “Fue impresionante y, como siempre, las imágenes que desde el poder tratan de recordarnos ese día están asociadas a la represión bestial. Siempre tienen que mostrar lo que nos debilita, lo que oculta el poder popular. Como con las fotos, las palabras y las imágenes de ese 30 de marzo: sólo quieren que veamos la represión, como en la única foto que quedó en todos los archivos, pero, como en aquel día, hay otra realidad que descubrir y amar hasta enorgullecernos”, agregó el actual diputado nacional, que en esos días militaba en el gremio estatal.

De Gennaro recuerda la unidad entre los manifestantes, que no sólo eran trabajadores. “Otra cosa fue lo que yo vi y viví, ese día fue la solidaridad de la gente, que nos abría la puerta de los edificios, para ‘guardar’ a los que queríacazar la cana, la solidaridad y acción en cada comisaría entre los presos, o la de los abogados o los de derechos humanos. Como siempre, recuerda Nora Cortiñas, de Madres, que a pesar de todos los prejuicios con los que habían querido dividir a los organismos y los trabajadores, fue recibida con el fervor y el apoyo de todos, cuando reclamaba libertad”, destacó el dirigente sindical.

Para muchos, aquella multitudinaria marcha fue una muestra de hastío de una parte de la sociedad. Fue un grito de desahogo que nació del movimiento obrero organizado. Elena Luz González Bazán es autora de “Una gesta olvidada”, un libro que recupera todo lo sucedido en esa jornada histórica. Para la autora, la marcha de “Pan, Paz y Trabajo” fue el momento final de todo “un proceso de resistencia” que los gremios hicieron contra la dictadura, que quedó olvidada por lo que sucedió unos días después con la recuperación de Malvinas.

“El 30 de marzo de 1982 es el corolario de toda una resistencia.Es producto del primer paro nacional, el del 27 de abril de 1979, con el 60 por ciento de acatamiento en las zonas industriales, el 30 por ciento a nivel nacional, cifras ofrecidas por los dictadores.La represión fue encarnizada, no tuvo miramientos”, expresó la autora.

Para González Bazán, “Pan, Paz y Trabajo” fue “la forma de resumir lo que sucedía. En un año se habían perdido más de 1.500.000 de puestos de trabajo, la pobreza había crecido en todas las barriadas obreras y los cordones industriales, la indigencia y la falta de objetivos estaba enseñoreada en aquel país dictatorial”.

Aquella jornada deja en claro que el foco de la resistencia a la dictadura estuvo entre los trabajadores, porque fueron ellos los más golpeados por la represión. En el informe final de la CONADEP se registra que el 30,5 por ciento de los detenidos desaparecidos fueron obreros industriales. Otro 37,5 lo conforman los trabajadores, empleados y asalariados, gama en la que están los profesionales, periodistas, docentes, trabajadores de la salud, empleados públicos y otros. Una de las grandes respuestas más lúcidas de esa clase obrera perseguida y golpeada fue esa hazaña del 30 de marzo.

A medida que terminaba el día, la ciudad se fue silenciando. Las comisarías colmadas de detenidos eran un hervidero de familiares y amigos que buscaban a su gente. Las redadas siguieron hasta la noche, y muchos pasaron varios días sin volver a sus casas. La brutal represión no evitó que el grito contenido se escuchara en todo el país.

En Mendoza, el ataque de las fuerzas de seguridad dejó un muerto: José Benedicto Ortiz. Por primera vez, en mucho tiempo, las calles fueron terreno de disputa, y los trabajadores mostraron que habían perdido el miedo. Dos días después, muchos de ellos se encontraron en la misma plaza, pero esta vez escuchando al presidente Galtieri cuando anunciaba la invasión de Malvinas. Bajo la misma bandera, en una extraña muestra de psicosis social, represores y reprimidos decidieron dar vuelta la página y comenzar a escribir, juntos, otra historia. Y así, la gesta del 30 de marzo quedó en el olvido, pero no para los trabajadores, que en el interior siempre supieron que ese día aportaron para el final de la peor dictadura argentina. Aunque no lo recuerden. Se sabe que la memoria es un instrumento de las clases dominantes.

Fuente: www.politicadelsur.com