Coronavirus y crisis: Enfrentar la coyuntura construyendo mayor igualdad

Reproducimos un Informe del Instituto de Estudio sobre Estado y Participación (IDEP-ATE) elaborado por Claudio Lozano y Horacio Fernández. La crisis antes de la crisis. Condiciones previas a la pandemia y propuestas para salir.

Presentación: La aparición de la pandemia debido al corona virus ha desencadenado una profundización de escenarios de crisis tanto a nivel mundial, regional y en nuestro país indudablemente. Ahora bien, desde el material que se presenta a continuación, se procura puntualizar condiciones recesivas que ya se vivían en los distintos escenarios, y que incrementa las posibilidades de asistir a una depresión generalizada. Por lo que resulta importante tratar de describir, sucintamente las condiciones previas a la pandemia.

Así mismo y dado que en los procesos de crisis en el orden capitalista se agudizan las condiciones de desigualdad, y los sectores del poder económico intentan descargar el peso de las mismas sobre el resto de la sociedad, se plantean para nuestro país una serie de propuestas que hagan que sea ese poder económico (grandes fortunas, cúpula empresarial concentrada y la gran banca privada), el que hoy aporte los recursos necesarios.

Llevar adelante estas iniciativas, impone la rediscusión del papel del Estado, orientado a garantizar formas de regulación que permitan garantizar las condiciones de reproducción social con mayor equidad, para enfrentar la pandemia y encarar luego un proceso de recuperación conjugado en condiciones de mayor igualdad.

Crisis antes de la crisis

Es preciso dejar en claro que esta crisis tiene componentes que ya existían en el ordenamiento del funcionamiento actual del sistema capitalista mundializado, antes de la aparición de la pandemia. Tiene muchos puntos de continuidad con la crisis del 2008 y tiene puntos de diferencia, a los que es necesario referirse. Como punto en común podemos caracterizar que estamos frente a una crisis que no se resuelve, y que tiene como marco las contradicciones entre las relaciones capitalistas y los impactos que introduce el cambio tecnológico: Generación de excedentes extraordinarios por vía del incremento de la productividad y la reducción del consumo de la fuerza de trabajo por unidad de producto y apropiación privada y concentrada de los mismos, produciendo fenómenos simultáneos de depresión del consumo de masas, sobreinversión y sobreacumulación de capitales.

Este escenario nos pone frente a enormes masas de plusvalor que no encuentran donde valorizarse y que terminan generando burbujas especulativas, montañas de capital ficticio sin contrapartida en la economía real. Este proceso, que no encontró resolución luego de la crisis del 2008, se refleja en un bajo crecimiento de la economía, baja tasa de inversión productiva y bajo crecimiento del comercio mundial. Fenómeno acompañado por un crecimiento exponencial del endeudamiento a escala global, endeudamiento tanto de los Estados, corporativo (de las empresas) y de las familias.

En su informe 3 sobre el Comercio y el desarrollo del 2018, la UNCTAD (organismo de las Naciones Unidas para el Desarrollo), señala que a comienzos de ese año a escala global, ese endeudamiento había llegado a los 250 billones de dólares, el triple del Producto mundial, contra los 142 billones de una década atrás. Cabe así mismo mencionar, que una parte sustancial del endeudamiento corporativo, fue a alimentar inversiones financieras especulativas y recompra de acciones de esas mismas empresas que generaron una exuberante valoración bursátil sin creación de valor.

Nuevos elementos

O sea, que lo que estábamos analizando, era que se habían gestado las condiciones para el estallido de una nueva crisis. La incertidumbre era acerca de cuándo venía, y cuándo iba hacer su aparición el cisne negro que la desatara. Como aspectos nuevos y que no estaban presentes en la crisis del 2008, por lo menos con la importancia que lo están hoy, hay dos nuevos componentes.

En primer lugar las disputas proteccionistas entre Estados centrales afectados en término de desigualdad social por los resultados del redespliegue productivo global, y que tiene por objeto capturar los mayores beneficios en el reparto de la globalización. Aparece Estados Unidos como un actor central pretendiendo recuperar espacios y en ese marco la virulencia del enfrentamiento comercial con China ocupa un rol fundamental.

Por otra parte, otro factor que no estaba presente en 2008 son los enfrentamientos alrededor del cambio en la matriz energética que se expresan en dos aspectos. Por un lado, en la guerra de precios de los productores de hidrocarburos convencionales, es decir la disputa de Rusia y Arabia Saudita, y que junto a la caída de demanda mundial, ha llevado el precio del petróleo a apenas por sobre los 20 dólares el barril. Así mismo, el establecimiento de precios tan bajos busca forzar un parate de la producción del shale de un Estados Unidos transformado en un jugador central en la discusión petrolera mundial y puesto en conflicto, original por cierto, con uno de sus aliados principales en Medio Oriente, que es Arabia Saudita.

También aparecen actores en la disputa por el camino a energías más limpias, versus los dependientes de combustibles fósiles. En ese sentido, China parece estar recorriendo el camino hacia las energías más limpias y en esa dirección está incorporando alrededor de un millón de vehículos eléctricos por año. Es decir, sobre este trípode: crisis no resuelta en la acumulación de capital, disputas por el proteccionismo, y disputas por el cambio de la matriz energética, elementos que ya permitían avizorar que la economía mundial transitaba hacia una nueva fase recesiva, hace su aparición la pandemia, desestabilizando aún más un cuadro ya inestable como el descripto. Generando un escenario de mucha mayor incertidumbre y de mucha mayor complejidad, y abriendo la puerta no ya un proceso recesivo, sino a la posibilidad de que se desencadene una depresión generalizada de la economía mundial Este escenario, que nos coloca en un círculo de caída de la producción, caída del consumo, mayor caída de la producción, pérdida de los ingresos, pérdida para los Estados, para las empresas y para las personas, y que impone una ruptura de la cadena de pagos y de imposibilidad de afrontar los compromisos de deuda, hecho este que retorna en términos de ruptura del crédito y mayor profundización caída de la producción.

Es decir, estamos ingresando en una espiral descendente que tiene difíciles pronósticos, y que se expresa en los procesos de destrucción de capital y desvalorización, que evidencian los mercados bursátiles. En ese contexto aparecen paquetes de financiamiento promovidos por los países centrales (Estados Unidos, Alemania, Banco Central Europeo). Y el intento de ponerle un piso a la caída.

En síntesis, la pandemia cataliza, acelera y profundiza una crisis que ya estaba en ciernes. En igual sentido, sostener este planteo pone en duda aquellos pronósticos que, suponiendo el final de la pandemia en los próximos dos meses, prevén una rápida recuperación de la economía y el comercio mundial. ¿Cómo esta crisis va a impactar en la Región? Obviamente el impacto en el canal comercial es fundamental. Las exportaciones de materia prima de nuestra región tienen por destino los países que hoy están atacados por esta crisis en el hemisferio norte. El turismo y los servicios van a golpear muy fuertemente en América Central, en América Latina y en Argentina también. El parate productivo que ya traía la guerra comercial, sumado al que profundiza la aparición de la pandemia, golpea fuertemente sobre la interrupción generalizada de las cadenas globales de valor, con especial intensidad tanto en Brasil como en México.

Esto tiene un aditamento, que es el deterioro de los precios de los commodities. Una gran diferencia para la región en comparación con la crisis del 2008, es que justamente en aquel momento, la región venía de una situación de elevados precios internacionales, que le había permitido acumular un importante volumen de reservas, que permitieron que los gobiernos de la región pudieran surfear en ese momento la crisis. Vale resaltar que China que hace una década actúo como un dinamizador para arrastrar favorablemente a la economía mundial, hoy ha recortado sus proyecciones de crecimiento para este año a sólo un 3.5%. Lo cual obviamente afecta la situación de los precios de los commodities.

En este marco, ¿Cómo nos golpea la crisis en Argentina? Lo que hay que aclarar y particularizar es que este marco encuentra a la Argentina, y es un rasgo común en los países de la región, con márgenes de informalidad, precariedad, pobreza y de indigencia muy altos. Después de la trágica experiencia del neoliberalismo macrista, nosotros tenemos casi un 40% de pobreza, y 10% de indigencia. Cabe puntualizar que desde el 2010 hasta los años de la recesión macrista se venían alternando períodos de crecimiento y de caída de la actividad. Con lo cual, podemos decir que Argentina afronta la pandemia en el marco de diez años de estancamiento. Que se agravaron en los últimos dos años con caídas importantes del PBI estancamiento e informalidad, donde prácticamente el 50% de la fuerza de trabajo ocupada presenta algún grado de precariedad, lo cual dificulta aún más la situación.

 Es decir, este cuadro hace que la pandemia agrave el cuadro social. Pero dicho cuadro, donde la pobreza y la indigencia tienen por correlato situaciones de hacinamiento, de falta de vivienda, de limitaciones al acceso al agua potable y de falta de higiene y salubridad, le plantea restricciones al mantenimiento de una cuarentena generalizada. Ya que la misma potencia, si no se actúa con celeridad y eficacia, la desigualdad y el deterioro social. Lo planteado impone una drástica alteración de las prioridades con las que se conducía el paradigma gubernamental en materia económica. Hasta este momento el gobierno intentaba modificar la estructura de precios relativos de la economía resultante del macrismo, mientras negociaba una solución al endeudamiento externo.

En este marco la prioridad asignada a la resolución de la deuda impactó en términos de una fuerte austeridad fiscal, que limitó la posibilidad de utilizar al Estado como un potente redistribuidor de ingresos e inductor del consumo y la demanda global. En la nueva situación, ningún acreedor puede demandarle a la Argentina un plan económico consistente. Y la situación de crisis mundial, permite una solución acordada que postergue los pagos por varios años o en su defecto la inmediata suspensión de los pagos. Pero además, el debate sobre cómo reactivar la economía se ha transformado en una discusión respecto a cómo evitar o contener una mayor caída de la actividad y una mayor desigualdad. Sobre todo por lo que se planteaba antes, esta retroalimentación negativa entre condiciones sociales que hacen más vulnerable a la pandemia, y una pandemia que agrava la situación de las condiciones sociales. Cuadro este que puede generar una situación de colapso de inimaginables consecuencias. Entonces, parece ser necesario discutir que lo más importante, lo que está a la orden del día, son las medidas de contención de esta situación.

El gobierno ha lanzado una cantidad de medidas: transferencia de ingresos a los sectores más postergados, a través de bonos para dependientes de planes, beneficiarios de la asignación por hijo y jubilados que gana la mínima. Y en los últimos días ha incorporado a monotributistas, que son aquellos que en muchos casos encubren relaciones laborales, monotributos sociales, trabajadores y trabajadoras autónomas y trabajadoras de casa de familia, más el resto de la informalidad (con las limitaciones previstas: no percibir otros planes excepto AUH y Asignación por Embarazo o que no haya otro miembro del hogar con ingresos). Transferencia de ingresos acompañada por una recuperación de la inversión pública, que se encuentra limitada porque obviamente, frente al aislamiento que nos propone la cuarentena, el shock de inversión, no tiene muchas posibilidades de llevarse a cabo. Puntualmente, hoy sólo se ejecutan las que son destinadas a ampliar la capacidad del sistema sanitario.

Otra medida importante, que alcanza a un punto del producto bruto interno, es abrir una línea de financiamiento para dotar de capital de trabajo a bajas tasa de interés a pequeñas y medianas empresas, fondeadas a través de la liberación de encajes y rescate de Leliq por el BCRA. Con respecto a las medidas que se han planteado desde el gobierno, podemos caracterizarla como en tres rubros: la transferencia directa de ingresos hacia a la población más vulnerable, un shock 6 de inversión pública, y el financiamiento para la PyMES. En términos generales podemos decir que hay un desbalance en el paquete gubernamental que privilegia la política monetaria y la asistencia financiera, por vía el sistema bancario.

Hoy no parece ser este el camino. Los bancos no sirven para canalizar financiamiento y el tercio de las empresas que están bancarizadas incorpora a muchas que tienen espaldas para afrontar la situación, y deja afuera a toda la informalidad empresarial. El camino es la política fiscal que incluye la discusión respecto a cómo generar un piso mínimo de ingresos equivalente, por lo menos a la canasta alimentaria y de alcance universal para el conjunto de los hogares. Política fiscal que debe fondearse aprovechando la amplia liquidez disponible en la gran banca privada y que debe servir para asistir de manera directa a la nómina salarial PyME. Frente a lo agudo de la pandemia, hay que garantizar ningún hogar con hambre, ningún hogar bajo la línea de indigencia. Y finalizada la misma, para apuntalar la recuperación, hay que elevar el piso de ingresos de alcance universal para alcanzar el criterio de ningún hogar bajo la línea de la pobreza.

¿Qué herramientas creemos nosotros y que hemos planteado desde nuestra Central?: Transformar y universalizar el hoy vigente Salario Social Complementario en un Salario Social de Empleo y Formación para las Jefas y jefes de hogar desocupados o con ocupaciones de subsistencia. También universalizar efectivamente la asignación por hijo e hija. Hemos demostrado que fácilmente pueden incluirse en el sistema, tres millones de pibes y pibas que hoy están por fuera. Promover una asignación para todas aquellas adultas y adultos mayores que no cumplen con los requisitos de la seguridad social. Son tres herramientas de carácter universal, o propuestas de Renta Básica, que obligan a destacar un concepto. Y es que, frente a las formas precarias de relación laboral hoy vigentes, la seguridad social no puede estar más atada, como en el Estado de Bienestar, al modelo del pleno empleo del fordismo.

Y por ello, hay que animarse a pensar otras alternativas. Lo que transitemos hoy, conteniendo los efectos de la pandemia, tiene que tener un vínculo con lo que pensamos como recuperación posterior del proceso económico. En ese sentido pensamos que junto al establecimiento del piso de ingresos que estamos planteando hay que impulsar un plan de financiamiento compulsivo. Con esto queremos decir que los bancos tienen que garantizar que se reprogramarán todas las deudas que no puedan pagarse. Pero además, que se van activar las líneas de crédito para garantizar el pago de salarios y el crédito para el capital de trabajo.

Como decíamos, la propuesta de volcar casi un punto del PBI a baja tasa es importante. Pero choca con el obstáculo de la gran banca privada que no quiere habilitar líneas de créditos. Se requiere una acción agresiva del Banco Central. Y si es necesario, declarar de interés y de utilidad pública al sector. Para poder intervenir y obligar, mientras dure la emergencia, con regulaciones más fuertes, a cumplir con las instrucciones de la autoridad pública. Suspensión de pagos, renta universal, financiamiento de la nómina salarial y el capital de trabajo de las PyMES, son las claves de una estrategia que debe completarse con una clara vocación estatal de comprometer a las principales fortunas y a la cúpula empresarial en el aporte concreto frente a la crisis.

Resulta intolerable que, en contextos como el vigente, los dueños del poder económico boicoteen la situación aumentando precios, limitando el abastecimiento o agravando el desempleo y la caída de los ingresos. Es indispensable, en este sentido, declarar de interés y utilidad pública aquellos aspectos de la economía que resultan centrales para afrontar la emergencia: Alimentos, Salud, Medicamentos, Equipamiento Médico, Transporte, Finanzas, Energía, Higiene y Limpieza. Esto debería dotar al gobierno de instrumentos para intervenir sobre las firmas y los bancos, a efecto de obligarlos a cumplir con las definiciones de la Autoridad Pública. Esto permitiría colocar un bono a los grandes bancos para dispones de la liquidez existente y no prestada por las propias entidades. Permitiría exigir que las empresas importantes sean capitalizadas por sus dueños para afrontar la nómina salarial y el pago de impuestos.

Garantizar que las empresas que han hecho fortunas en base a los tarifazos afronten el no pago de las facturas con sus propios recursos. Que los laboratorios se subordinen a la política de medicamentos que imponga el ministerio de Salud, así como también el abastecimiento a precios razonables de los alimentos. Estas definiciones sumadas a la posibilidad de requerir un aporte de las grandes fortunas, considerando inclusos el dinero fugado al exterior, son algunas de las posibilidades que hay que barajar en el presente contexto.

Por otro lado, no podemos pensar que, superada la crisis de la pandemia, la economía mundial vuelva a funcionar como hasta ahora. Entonces, la salida que se pensaba para nuestro país, basada en poder generar un shock de exportaciones, no tiene mucha posibilidad. Primero, porque el mercado externo está deprimido. Segundo, porque la apuesta a grandes exportaciones a través del shale gas para que generara dólares, tampoco tiene perspectivas por lo ya explicado. Por lo tanto, no hay recuperación si no es pensando seriamente en el mercado interno como actor fundamental, impulsando un fuerte proceso de sustitución de importaciones. Ahí tiene un rol imprescindible como inductor de la demanda agregada el piso de ingresos de alcance universal equivalente al valor de una canasta de bienes y servicios, que permiten a un hogar superar la situación de pobreza.

Así mismo, en el marco del derrumbe del valor patrimonial de las acciones empresarias, se abre la oportunidad para que el Estado vuelva a ocupar un papel central en actividades neurálgicas, sobre todo del complejo energético. Existen condiciones para retomar por poco valor el control sobre el sector energético (luego del proceso de destrucción de valor, hoy YPF tiene una valuación de 1000 millones de dólares).

Recuperar el control sobre YPF, y el proceso de distribución energética podría permitir volver a tener un sistema centralizado, fundamental para pensar en un sistema productivo distinto como el que planteamos. Entonces, si se suspenden los pagos, si hay un estricto control de las divisas, no se paga un peso más de las reservas, y lo que entra por comercio exterior se utiliza para incentivar el aparato económico, el financiamiento compulsivo y la recuperación y el control del mercado de alimentos y el de la energía por parte del Estado, estamos en condiciones de pensar en unir una estrategia productiva distinta a partir del enfrentamiento de la pandemia. Poder desarrollar estas estrategias impone primero la revalorización del rol del Estado. Pero resulta indispensable dejar en claro qué significado damos a esta afirmación.

Estamos acostumbrados a ver que los más connotados gurúes neoliberales, hablando en nombre del poder económico, hoy salen a pedir que el Estado sea el garante del orden económico que a ellos los beneficia. Que emita, si eso es necesario para ese objetivo!! Son los que suelen reclamar en contextos de crisis la socialización de las pérdidas, así como en las recuperaciones proponen privatizar las ganancias. Son también los que ya comienza a decir que el sector privado ya hizo un gran esfuerzo y que ahora le toca al Estado y vuelven con las viejas recetas de achicar el gasto público (salarios jubilaciones, etc.). Vale la pena afirmarlo una vez más, que por décadas de aplicar estas políticas de desfinanciamiento y achicamiento del sector público, hoy los Estados se encuentran inermes, tanto en argentina como en gran parte del mundo para enfrentar sanitaria y socialmente las consecuencias de esta pandemia. Desde los trabajadores y los sectores populares el debate sobre el papel del Estado debe orientarse a garantizar formas de intervención y regulación que permitan la construcción de un nuevo acuerdo social, capaz de garantizar las condiciones de reproducción social sobre bases de mayor justicia y equidad.

A su vez, y aunque es posible que deban ser tratados con mayor profundidad, es importante destacar algunos comportamientos y reconfiguraciones sociales que como organización social, como organización sindical debemos mirar con detenimiento. Tenemos que estar atentos para que como sociedad, no permitamos cruzar una línea bastante delgada que está entre el control de la pandemia y el autoritarismo. Porque realmente también alarma ver los pedidos de extremo punitivismo cuando salen en boca de aquellos que, hasta hace poco tiempo negaban que en nuestro país hubiera habido 30.000 detenidos desaparecidos, o aquellos que son los adalides de las políticas de mano dura.

Al mismo tiempo como organización de trabajadores nos vemos desafiados. Cómo nos defendemos en estos momentos, si no podemos defender y ejercer la organización y la acción colectiva de los trabajadores. Cómo afrontamos el aislamiento social, el miedo al contacto, el miedo a la circulación, cuando la organización en los lugares de trabajo y la acción colectiva y directa para defender nuestras condiciones de trabajo y conquistar nuevas son eminentemente colectivas?

La salida de la crisis va a reconfigurar nuestros comportamientos sociales. Frente a grandes crisis los sectores que concentran el poder, procuran aplicar la doctrina del shock denunciada por Naomi Klein, intentando que las soluciones a las mismas a gran escala se vertebren profundizando las desigualdades. Estamos desafiados a descubrir nuevas capacidades de construcción y organización social para enfrentar esta encrucijada. Las enormes muestras de solidaridad que se ponen de manifiesto frente a la crisis son la base sobre la que vamos a construir colectivamente esas condiciones.

Además resulta evidente que se acelera la incorporación de nuevas formas de trabajo. El teletrabajo, la educación a distancia o virtual, el comercio on-line. Todas estas transformaciones, todas estas modificaciones que formaban parte de los objetivos para limitar el colectivo de los trabajadores, ganan un espacio en la emergencia, que difícilmente no se intente hacerlas permanecer a posteriori como un ordenamiento social general. Como trabajadores y trabajadoras, nuestros modelos de organización siempre adoptaron la mejor forma para enfrentar la explotación de la fuerza de trabajo en cada época histórica.

En esta oportunidad no será distinto. Aceptamos los desafíos que nos propone. Enfrentamos una situación de crisis. Pero estamos convencidos que revalorizando el rol del Estado, y dando una disputa sobre los términos en que se debe dar esa revalorización, podemos afrontar la pandemia primero, para luego encarar un proceso de recuperación bajo contenidos de mayor igualdad.

Fuente: www.ate.org.ar