El “Choconazo”: La clase obrera se organiza

El «Choconazo” es el nombre con que se conoció popularmente la huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados, desarrollada entre el 23 de febrero y el 14 de marzo de 1970, en plena dictadura militar.

El conflicto había comenzado a fines de 1969, cuando los trabajadores de Imperelio-Solazo S.A. exigiendo fundamentalmente seguridad laboral -ya habían muerto 8 obreros por desprendimiento de rocas- decidieron elegir tres delegados para que los represente ante la patronal. Lo destacable del Choconazo fue la autoorganización de los trabajadores, las asambleas masivas y la decisión de combatir contra el poder armado de la burguesía.

Por Leónidas “Noni” Ceruti*

Sumario

1.-Origen del conflicto

2.-La lucha continúo

3.-Autodefensa obrera

4.-Nota del periódico de la CGT de los Argentinos

5.-Ocupación por la Gendarmería

6.-Mujeres en las barricadas

7.-Lo que dejó el conflicto

8.-Citas

9.-Bibliografía utilizada

1.- Origen del conflicto

La construcción del Complejo Hidroeléctrico Chocón-Cerro Colorados fue anunciada como la «Obra del Siglo”. Llegaron obreros de todo el país y de los países limítrofes, quienes trabajaban 12 horas por día, con sueldos miserables.

En una entrevista realizada a uno de los dirigentes del Choconazo, Antonio Alac, ante la pregunta ¿Cómo se trabajaba en el Chocón?, respondió: «Las condiciones de trabajo eran pésimas y las de vivienda peor. En ese momento no nos pagaban el 40% del plus salarial por zona alejada, por zona inhóspita. Vos tenías la obligación de trabajar 12 horas por día. La gente vivía en galpones que se estaban construyendo para vivienda. Y había galpones ya construidos donde vivían 80 ó 100 personas. Una cama al lado de la otra, sin tener donde lavarse o bañarse. Los baños estaban haciéndose. No te olvides que nosotros trabajábamos con temperaturas de hasta 15 ó 20 grados bajo cero. No podías tomar vino. Las mujeres no podían venir a visitarte. ¡Una cantidad de prohibiciones que parecían de un campo de concentración!” (1)

En agosto de 1969, producto de los continuos accidentes de trabajo, que produjeron varios muertos, se realizó un reclamo, pero recién a fines de noviembre el Secretario General de la UOCRA de Neuquén, Adolfo Schvindt, prometió soluciones. Doce días después, los trabajadores se autoconvocaron en una asamblea donde eligieron como delegados a Antonio Alac, Armando Olivares y Edgardo Torres. Posteriormente, el 13 de diciembre, insistieron ante la empresa con un petitorio que incluía: 40% de aumento salarial; medidas de seguridad para evitar o enfrentar derrumbes; medidas de seguridad durante las voladuras; liquidaciones de sueldos quincenales con recibos legibles; adicionales por trabajos en que arriesgaran la vida; autorización para hacer asambleas de trabajadores, reconocimiento del sábado ingles. Asimismo, denunciaron maltratos de obreros por parte de capataces; negligencia en el tratamiento de accidentados y venta de herramientas a los obreros por parte de las empresas que los contrataban.

La empresa Impreglio-Sollazo contestó desconociendo y despidiendo a los delegados, pidiendo su detención, lo que se intentó de inmediato, pero la reacción de los trabajadores lo impidió. Se declaró la huelga hasta el reconocimiento de la comisión interna.

Luego fueron arrestados por la Policía Federal Olivares, Torres y el cura Pascual Rodríguez, y se intentó detener a Alac, pero los obreros se opusieron. El clima en la zona era hostil hacia la empresa y las fuerzas policiales. El 20 de diciembre volvieron a ser elegidos como delegados Alac, Torres y Olivares. La burocracia del gremio decidió expulsarlos.

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2.- La lucha continuó

Las protestas se reanudaron en enero, y una asamblea realizada el 23 de febrero de 1970 decidió un paro, pidiéndose la restitución de los delegados y los reclamos iniciales.

La huelga y ocupación obrera de la central hidroeléctrica Chocón-Cerros Colorados se prolongó desde ese día hasta el 14 de marzo de 1970.

Participaron entre 3.000 y 4.000 obreros de la gran industria, de los cuales la mayoría pertenecían a la compañía constructora del Chocón y los restantes a las empresas constructoras de viviendas, hospitales y la villa permanente en la que vivían los trabajadores.

La huelga fue declarada ilegal. La situación empeoró cuando las fuerzas policiales y de gendarmería realizaron un cerco represivo. Los obreros levantaron barricadas, se organizaron con guardias obreras, disciplina interna, participando las familias de los trabajadores. La preocupación de las fuerzas de seguridad fue que los explosivos que se utilizaban en los trabajos cotidianos quedaron en poder de los trabajadores.

Dos caravanas desde la ciudad de Neuquén llevaron víveres a los trabajadores. A pesar de estar bajo una dictadura. que prohibía cualquier manifestación política, hubo un acto de 2.000 personas que manifestaron por las calles en su defensa.

Hubo mediaciones del gobernador y del obispo Jaime de Nevares y, a principios de marzo, se insistió con el petitorio de cinco puntos, en el que reiteraban el pedido de aumento y que se les permitiera elegir delegados. A pesar de que el gobernador Sapag declaró que los puntos eran «bastante prudentes”, la Secretaria de Trabajo los rechazó de plano.

3.- Autodefensa obrera

Consultado sobre cómo organizaban la seguridad de la huelga, Antonio Alac comentó: «Nosotros teníamos piquetes y guardias obreras que recorrían todo permanentemente. El perímetro tenía unos 700 u 800 metros. Estábamos cercados. Había patrullas de la policía, de la brigada de choque contra las manifestaciones, etc. Teníamos que cuidar cada parte del perímetro. Las guardias nuestras tenían rifle, revólveres, pistolas, bombas molotov, etc. Una de las cosas más serias que nosotros manejábamos era la cuestión de los explosivos. Había gente con mucha experiencia. Porque esa obra también se caracterizó por contar con trabajadores de distintas nacionalidades. Había brigadas de trabajadores chilenos, contratados en carpintería, que habían sido contratados poco antes de la huelga. La gente de Chile venía ya organizada con delegados. Eran como 200. Cuando llegaron, nosotros los entrevistamos. Nosotros no les pedíamos que actuaran pero les pedíamos que no trabajaran. Así lo hicieron. Después teníamos gente muy interesante, muy definida alrededor de las luchas, de origen uruguayo. También participaron trabajadores bolivianos y paraguayos. Los hermanos bolivianos era gente que tenía una gran experiencia en el tema explosivos, por ejemplo en la mina Siglo XX. Eran quienes estaban responsabilizados en este tema en algunos preparativos”.

P: ¿Ellos tenían experiencia en formas de autodefensa?

Alac: Â¡Por supuesto! Ellos manejaban la dinamita… habían peleado contra el Ejército en Bolivia. Sus huelgas son famosas por el grado de resistencia que han tenido.

P: ¿Cuánta gente participaba de estas guardias obreras?

Alac: Nosotros calculábamos que por cada turno nunca bajaban de 100 trabajadores. Dependía de las horas. De noche eran grupos más chicos y más distribuidos. De día había más gente en movimiento. Te imaginas… Había más de 500 tipos caminando por allí, se caminaba, se recorría… Nadie se quedaba quieto. (2)

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4.- Nota del periódico de la CGT de los Argentinos

En febrero de 1970, en el diario CGT de la CGT de los Argentinos, en esos momentos en la clandestinidad, bajo el título «El Chocón: Ahora con dinamita”, comentaba sobre la huelga: «Dicen que están dispuestos a parlamentar sin recurrir a la violencia”, susurró el alcahuete en las orejas de Rogelio Coria. Recién entonces, «˜el hombre de la cara pintada’ decidió descender del lujoso automóvil que lo había trasladado hasta las puertas de la villa Chocón-Cerros Clorados; al final de la calle, sobre una loma, tres mil obreros clavaron sus ojos en la figura bien trajeada del «˜dirigente’ Coria. Alguien no vaciló en gritar: «˜Miren la pinta de ese hijo de puta, mientras a nosotros nos corre la policía’; Coria sacó patente de sordo: «˜Muchachos, veamos cómo se puede arreglar esto’, suplicó.

«De esta manera, el pobre Rogelio se asomó al conflicto que los obreros de la construcción, afectados a las obras de la villa Chocón-Cerros Colorados, mantuvieron con la patronal Imprelio-Sollozo S.A., a mediados de diciembre. Temiendo que la lucha de las bases de su gremio perjudicara su idilio con el gobierno de los monopolios, subió al primer avión que volara hacia Neuquén, en donde lo aguardaba una comitiva policial para prestarle protección. La misma policía, precisamente, que trató de ahogar en gases lacrimógenos los reclamos de los compañeros del Chocón, produciendo heridas de consideración a los obreros Ventura Achata, Luís Amallo, Luís Arregui, Sergio Saravia Ramos y Flavio Burgos. La misma policía que no dudó en encarcelar a los delegados Edgardo Torres y Armando Olivares y al cura Pascual Rodríguez, y, que en un esmero de su profesión, se dedicara, en una sesión de tortura, a seccionarle parcialmente una oreja al delegado Torres. Así, acompañado por sus amigos de uniforme y garrote, Coria decidió jugarse el pellejo y tomar contacto con «˜sus’ bases en lucha.

«Todo había empezado cuando los obreros de Imperelio-Solazo S.A., exigiendo fundamentalmente seguridad en el trabajo (ya han muerto 8 compañeros por desprendimiento de rocas), decidieron elegir tres delegados para que los represente ante la patronal. Informada de esas inquietudes, la empresa dispuso su artillería, lista para disparar; cuando se supo que habían sido electos Antonio Alac, Edgardo Torres y Armando Olivares, en carácter de delegados, la empresa los dejó en la calle. Los obreros, indignados, decidieron ir a la huelga exigiendo la reincorporación de los despedidos. Y mientras la patronal acudía a la policía federal y provincial para reprimir las asambleas, se dejó escuchar la voz de la seccional Neuquén de la Unión Obrera de la Construcción, sucursal patagónica de la es-Coria: «˜La huelga decretada por quienes carecen de toda representación -protestaba el botón de los patrones Adolfo Schvindt, secretario general de la UOC neuquina-, no tiene toda la amplitud que, no sabemos por qué motivos, se le quiere dar. Los responsables de la situación no están ni contra la empresa, ni contra el sindicato, sino fundamentalmente contra el país’. Este participacionista patagónico, empleado de Coria en los negocios del sur, hasta le ha copiado el estilo de oratoria al mismísimo Onganía.

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«A pesar de la prédica de Schvindt, los obreros prosiguieron con la huelga y, aprendiendo que la violencia policial hay que responder con la violencia del pueblo, se apoderaron de cartuchos de dinamita, piedras y palos, argumentos que resultaron suficientes para que los uniformados metieran lanzagases en bolsa y se tomaran las de Villadiego. En tanto, Coria le prendía velas a los santos cuando planeaba «˜soluciones’ junto al obispo de Neuquén, Jaime F. de Navares, o hacía la venía cuando se entrevistaba con otro medidor, el teniente coronel Carlos Bellosi, jefe del servicio de inteligencia del Ejército con asiento en Neuquén; o tomaba un refinado whisky escocés a la hora de las sobremesas junto a los patrones de Imprelio-Sollozo S. A.

«En fin, todo fue inútil, con hombres que tienen dinamita en las manos no se juega; la patronal y las «˜fuerzas vivas’ que lo acompañaban tuvieron que aceptar: Alac, Olivares y Torres fueron reincorporados al trabajo, el padre Rodríguez también, luego de ser liberado. Rogelio Coria quiso capitalizar el éxito de los obreros del Chocón, pero nadie mejor que los tres mil compañeros que enfrentaron a la patronal y a la policía para atestiguar lo contrario. Es posible, sin embargo, que Rogelio (el hombre de la cara pintada) reciba de «˜sus’ bases un obsequio en agradecimiento por su denodada lucha a favor de los intereses del gremio, y como de construcción se trata, quizás le regalen un paredón. (3)

5.- Ocupación por la Gendarmería

La empresa hidroeléctrica fue retomada por las fuerzas de represión. Eso sucedió el 14 de marzo, cuando la Gendarmería tomó la Villa Chica, deteniendo a varios dirigentes. «La dictadura tuvo que acudir a 800 hombres armados hasta los dientes para poder recuperar la central ocupada por los trabajadores. Los dirigentes -Antonio a la cabeza- fueron apresados, esposados y enviados en un avión militar a Buenos Aires, la capital, y soltados ante la presión popular. Según el testimonio de uno de los compañeros de Antonio, cuando se lo llevaban esposado, el jefe de la gendarmería le dijo a Alac: «˜Te saliste con la tuya. Te tuvimos que sacar esposado’. A pesar de todo, Antonio no había bajado las banderas ni había huido. Lo tuvieron que apresar por la fuerza”. (4)

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6.- Mujeres» en las barricadas

Griselda Fanese y Emilse Kejner, en una excelente investigación, analizaron a través de entrevistas y de lo registrado por el diario Río Negro, el papel de las mujeres durante los meses de lucha.

Señalan las autoras que las mujeres tuvieron un rol que motivó su atención. Al examinar una nota del diario, comentan que en «un recuadro que refiere al acuerdo logrado alude a la distensión y al festejo tras la tensión vivida”, y señalan que «se sucedieron varios oradores, entre ellos varias mujeres de destacada actuación en los sucesos. Los nombres de esas mujeres no se consignan y sus palabras, tampoco”. Una foto que ilustra la nota central del diario, muestra a «varias mujeres, esposas de los obreros, que se dirigen hacia el lugar de la concentración llevando bolsos con alimentos para los trabajadores que en esos momentos estaban en huelga. Esas mujeres, erguidas, jóvenes, visten pantalones, pañuelos y anteojos para el sol según la moda del momento. Los hombres -policías y obreros- las miran caminar. Ellas constituyen una nota de color en el desierto choconense y contribuyen con su imagen a lograr la empatía del lector con los obreros, objetivo del diario, inserto en una política de oposición al gobierno de Juan Carlos Onganía”.

«El diario Río Negro se posiciona ante las mujeres de El Chocón, a las que no da la palabra, sino que habla de ellas como un objeto más en el escenario de la huelga. En una entrevista realiza a Ana Egea, 37 años después de la huelga, señala que las mujeres de El Choconazo son diez, y se organizan en una jerarquía de mayor a menor relevancia en el escenario discursivo: la misma Ana, las dos Mansilla, dos mujeres de obreros, la Gringa y la boliviana.

«¿Ustedes eran todas mujeres de trabajadores?

«Claro. Yo, por ejemplo, era la esposa de un chofer de los camiones, de los camiones grandes, de Terex. Pero, a la vez, tenía comedor, yo les daba de comer a obreros. Tenía dos turnos.

«¿Ustedes vivían en las casas?

«Claro, mi marido y todos los obreros que venían a comer a mi casa era como si fuéramos todos hermanos. Éramos una gran familia. A veces algunos no iban a trabajar en ese turno y venían junto con los otros. Eso lo acomodaban ellos. A mí no me interesaba porque la comida era toda igual, viste. Yo no tenía preferencias ni para uno ni para otro. Pero sí, cuando ellos llegaban a casa, ellos me ayudaban a cuidar a los chicos, a servir la comida. Yo era la cocinera, pero después lo demás era todo en conjunto. Nos ayudábamos en todo. Entonces éramos una gran familia, viste, como yo digo siempre, una gran familia.

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«En el relato, Ana Egea asume diversos roles: cocinera, guerrillera, prófuga, archivista, enfermera, detectora de infiltrados, oradora ante la comunidad, madre. Establece distinciones jerárquicas: están las mujeres y las pibas (las primeras defienden a las segundas cuando la policía las insulta); la boliviana es servicial; la gringa y las otras están en la vanguardia, cercanas a Ana pero detrás de ella. Otra más, Ema Mansilla, también está siempre cerca, acompañando a Ana.

«Ana se instaura como una mujer de vanguardia, no sumisa. Presupone admitir que, aunque en el tiempo que rememora las mujeres fueran sumisas, ella no lo era: lavaba platos pero también afrontaba huelgas.

«En su discurso se percibe una tensión entre las actividades que el sentido común de la época consideraba «propias de mujer” (lavar platos, cuidar chicos, cocinar, ser ama de casa) o «lo femenino” (las flores, la emoción, las lágrimas) y las que considera «propias de los hombres” (pegarle a la policía, tirar piedras, escuchar música). Esas actividades que muestran dimensiones de la mujer real en tensión con los estereotipos sociales, se entrecruzan en pasajes del relato: «Ana se cae y se quiebra una uña; Ana escapa en la madrugada con un pañuelo brillante en la cabeza, lo que le dificulta escapar de la policía que las vigilaba; la persigue la policía y ella se tiñe el pelo para esconderse”.

«La epopeya de las mujeres tiene una dimensión discursiva propia, un universo en que el pequeño detalle, lo mínimo, hace la gran diferencia con la epopeya que tiene como protagonistas a hombres. Según el diario Río Negro, los hombres participaban en cargos de poder en las organizaciones obreras y tomaban decisiones. Esto es, las mujeres permanecerían en el espacio de la protesta en función de su vínculo con los hombres.

«Sin embargo, en el discurso de la entrevistada se pueden leer dos niveles de participación de las mujeres en el Choconazo.Uno, el de los intereses prácticos, estereotipados muchas veces en los discursos de mujeres -es el caso de Ana- en relación con el género y que surgen de los roles determinados por la esfera doméstica («la familia”). Responde a necesidades inmediatas vinculadas con la supervivencia cotidiana. Son intereses formulados por Ana a partir de condiciones concretas que vive como mujer en la esfera de lo doméstico. Esos intereses no cuestionan la subordinación ni la inequidad de género, pero de ellos surgen, a través de la participación en la huelga, otras dimensiones de Ana. En primer lugar, los intereses estratégicos de género surgen del reconocimiento y de la toma de conciencia de la posición de las mujeres: «˜Nos dedicábamos a robar nafta de los autos de la policía, eh, nos íbamos por los caminitos viste, donde la policía no nos iba a ver, y les afanábamos nafta para las molotov nuestras, claro. No sólo para las molotov. Por ahí salían compañeros con los autos y ya teníamos nafta para el surtido porque a nosotros no nos vendían nada en El Chocón’.

«Antonio Alac las divide en dos grupos: las que vivían en El Chocón y las que participaban de las tareas de solidaridad. Comentó que «˜apoyaron y acompañaron, como esposas, en el difícil trance de organizar la subsistencia cuando había menguado e, incluso, desaparecido por completo el ingreso mensual que posibilitaba, diariamente, el almuerzo o cena. Pero otras, además, se comprometieron en la lucha sindical y política que implicaba la huelga, y no sólo opinaron en un pie de igualdad con los hombres, sino que hasta enfrentaron la represión, organizando piquetes, explicando a los varones la necesidad de no ausentarse del obrador, proponiendo medidas de lucha y participando en las asambleas con voz propia. Yo creo que ahí es donde la mujer empieza a salir. Porque fueron muchas las esposas, hijas, novias, que participaron, si no activamente, sí en lo que concerniente al apoyo material, cotidiano y afectivo a sus maridos en lucha’. Finalmente, compara la participación de las mujeres en El Chocón con la de las huelgas en la industria empacadora de fruta en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, en las que las mujeres tuvieron un papel protagónico, dado su trabajo como asalariadas en las empresas frutícolas”. (5)

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7.- Lo que dejó el conflicto

Varios años de dictadura exacerbaron notablemente la explotación económica y la opresión política de las masas populares y fueron determinando la aparición de la lucha antidictatorial en las calles, en las fábricas, en las universidades. Todo se expresó en «los azos del 69”: Rosariazo-Cordobazo-Rosariazo. Lo acontecido en el Choconazo se enmarca en ese contexto.

Una de las primeras conclusiones a señalar es que la solidaridad a nivel nacional no llegó en la medida necesaria; el conflicto del Chocón se quedo huérfano del apoyo que estaba necesitando. Se sumó a ello que la mayoría de los obreros eran de otras provincias y el sostén de sus familias estaba demasiado lejos. La dictadura, la burocracia sindical y la empresa apostaron al desgaste y al aislamiento. En los primeros días de marzo algunos obreros habían empezado a retirarse.

A partir de entonces y poco a poco, la obra volvió a ponerse en movimiento. Pero, para sorpresa de los directivos de Impregilo-Sollazo, no todos volvieron con la cabeza gacha a sus trabajos. Alrededor de 1800 obreros no aceptaron reingresar en las condiciones que imponía la empresa.

Lo destacable fue la autoorganización de los trabajadores, resolviéndose todos los problemas en asambleas masivas, la forma de doble poder en el campamento de los obreros. Como sostuvo uno de los participantes «La organización se hizo en base a la solidaridad, siendo este un elemento muy importante para la prolongación de la huelga. Al quedar aislados en medio del desierto, el riesgo para los huelguistas era que se agotaron los víveres. Desde Neuquén partían caravanas que caminaban cientos de kilómetros para proveer a los obreros de lo necesario”.

Durante la huelga, los obreros destituyeron a los delegados digitados, eligieron a los propios y llegaron a defender ese derecho, al margen de la Ley de Asociaciones Profesionales. Enfrentados y dispuestos a combatir incluso contra el poder armado de la burguesía (asambleas democráticas permanentes en las que participó la población, englobando a las familias de los obreros), ejerciendo el control civil (por ejemplo contra la ebriedad, robos), sin necesidad de ninguna «policía especializada” y separada de la sociedad en un organismo especial; en otras palabras, organizando su propia vida social, de acuerdo a la voluntad expresada en forma directa por la mayoría.

La lucha de esos meses fue de gran impacto entre los trabajadores del país, y ayudó a que creciera el sentimiento antipatronal, antiburocrático y antidictatorial.

*Historiador

CITAS:

1.- Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, el Choconazo y las enseñanzas del clasismo. Rebelión.

2.- Néstor Kohan, op. cit.

3.- Periódico CGT, la CGT de los Argentinos, de Febrero 1970, N° 55, (en la clandestinidad) «El Chocón: ahora es con dinamita”.

4.- Néstor Kohan, op. cit.

5.- Griselda Fanese Emilse Kejner, «La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros. Representaciones de las mujeres que participaron en el Choconazo» (1969-1970) Universidad Nacional del Comahue. Butin, Rocío; El choconazo y las mujeres», choconazo.blogspot.com

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

*.-Kejner, Emilse M. (2006), ¿Problemas en un sindicato o heroica lucha
contra el Onganiato? Representaciones de las huelgas obreras de
El Chocón (1969-1970). Segundas Jornadas de Historia de la
Patagonia.

*.-Néstor Kohan, Rebelión, Entrevista inédita con el dirigente histórico de la clase obrera argentina. Antonio Alac, el Choconazo y las enseñanzas del clasismo)

*.- Griselda Fanese Emilse Kejner, «La Aneida: una epopeya de mujeres en una huelga de obreros. Representaciones de las mujeres que participaron en el Choconazo (1969-1970) Universidad Nacional del Comahue. Butin, Rocío; EL CHOCONAZO Y LAS MUJERES», choconazo.blogspot.com/2009

*.-Periódico «CGT”, de la CGT de los Argentinos.

Nota publicada el 5 de febrero de 2012

Fuente: www.anred.org