El FMI suturó la grieta entre oficialismo y oposición

Por Jorge Falcone 

Alguna vez el dramaturgo judeo-alemán Bertolt Brecht, huyendo del Tercer Reich, escribió la frase “malos tiempos para la lírica”. Su sentencia parece aún más apropiada para describir el momento  actual. Sin ir más lejos, la acción predadora del ser humano ha causado – además de una pandemia de grandes proporciones que aún dista de estar controlada – que el pasado 21 de febrero el continente alcanzase su superficie de agua más reducida desde 1979. A su vez, datos satelitales que aportó la NASA aseguran que el casquete polar de la Antártida pierde masa tres veces más rápido ahora que en la década de 1990.

En tal contexto, Argentina y Nuestra América, se hallan entre las regiones más vulnerables del planeta. Las condiciones geográficas, la inequidad y las deficiencias en la institucionalidad, figuran entre los factores que aumentan los riesgos. A ello se suman las consecuencias económicas globales que arrastrará la guerra en Europa del Este, un conflicto que viene prolongándose más de lo que a Rusia le conviene, y ocasionando al Kremlin numerosos perjuicios producto de una imparable escalada de bloqueo de fondos por parte de Occidente. Sórdido panorama cuya única novedad auspiciosa por el momento acaso consista en que Washington se ha visto obligado a negociar por petróleo con la hasta ahora denostada Venezuela Bolivariana.

En lo que al destino de nuestro pueblo refiere, debe agregarse que la mayor parte de la clase política venal y rentista que rige nuestros destinos ha cerrado filas con escasa oposición para brindarle media sanción favorable en Diputados a un canallesco Acuerdo con los acreedores internacionales que equivale a amnistiar una deuda fraudulenta e impagable. Todo ello es tan cierto como que en estas horas sobran argentinxs de a pie dando batalla para que tal contubernio no se rubrique en su nombre.

“Todo el acuerdo es un despropósito. Se obliga a un ajuste fiscal y comercial de proporciones, jamás logrado; se castiga a la mayoría de los jubilados y pensionados hasta al menos 2034 a percibir magros ingresos, por debajo de la línea de pobreza; se ofrece explotar nuestros recursos naturales como lo han hecho siempre, sin contemplar el impacto ambiental y dejando monedas en el país (y ni siquiera oficialmente) mientras detraen nuestra riqueza; se condena a la población a una permanente inflación que carcome su poder adquisitivo; y solo se garantizan mejoras en el ingreso a una minoría que no supera el 1% de la población que son los que fugaron la mayor parte de la deuda y que se abroquelan en el sistema extractivo, agropecuario, automotor, comercial y financiero. 

Todo ello en lugar de levantar el secreto bancario declarando la Emergencia Cambiaria y que la AFIP y demás organismos de fiscalización exijan a los grandes compradores de monedas extranjeras (se puede empezar con los primeros 100 compradores que lo hicieron por 24.769 millones de dólares en la gestión de Cambiemos) que expliquen como hicieron para comprarlas. Castigar con multa y recuperar parte de esas compras, que se pagarían en pesos, pero que ayudarían a financiar el gasto público y de esa manera y naturalmente reducir el déficit fiscal y obtener un superávit que le permitiría al Estado nacional comprar las divisas para ir amortizando la deuda con el FMI”.

Horacio RovelliLicenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires. Profesor a cargo de la asignatura Política Económica de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), y de Instituciones Monetarias e Integración Financiera Regional en la Facultad de Ciencias Económicas (UBA) Miembro de la Comisión de Economía de la Fundación Estado, Trabajo y Producción (FETyP) Vocal de la revista Realidad Económica. Fue Director Nacional de Programación Macroeconómica en el Ministerio de Economía y Finanzas de la Nación. Autor de numerosos trabajos publicados sobre los temas económicos y financieros.

No mucha gente está al tanto de que – como lo consigna el didáctico documental “Fondo”, del periodista Alejandro Bercovich – el norteamericano Harry Dexter White, un oscuro burócrata comunista escamoteado por la Historia Oficial, creó los estatutos básicos del FMI poco antes de que culminara la Segunda Guerra Mundial.

A partir de entonces, un ingrediente fundamental para la instalación de deudas eternas es imponer un sentido común posibilista en cada sociedad – víctima, basado en la falaz disyuntiva de pagar o caer al vacío.

En Sociedades del Control como la nuestra, la deuda no es solo un yugo financiero, sino político, dado que condiciona severamente cualquier perspectiva de autodeterminación, ya que los acreedores internacionales no procuran cobrar el capital empeñado, sino más bien que los países pobres nos disolvamos gradualmente como un antiácido pagándoles los intereses.

Durante los últimos días, y en medio de tensiones dentro de la coalición gobernante, un par de diputados K fueron  relevados de la Comisión de Presupuesto para asegurar un dictamen favorable al acuerdo con el FMI. Se trató del camporista Marcos Cleri y el economista Itaí Hagman, pertenecientes a los pocos sectores contrarios al arreglo en ciernes.

Valga el Mes de la Memoria para sumar al inventario de nuestro pueblo que, conservadores o progresistas, lxs firmantes de este Acuerdo quedarán indeleblemente registradxs en la Antología de la Infamia, adonde ya revistan los golpistas de 1976, que cometieron un genocidio cerrando filas tras la consigna “Achicar el Estado es agrandar la Nación”.

Y ello es así porque, entre otras cosas, de aquí en más futuras políticas institucionales capaces de apuntar a contrarrestar esta verdadera traición a la Patria chocarán con el obstáculo legal de que la deuda centenaria con que cargamos haya sido legitimada por los dos bloques mayoritarios de esta democracia de la derrota. A lo cual se suma el estigma de que se haya tratado de convencer a nuestro pueblo – ni más ni menos que en nombre del peronismo – acerca de que el actual era un Fondo Monetario más humanista y solidario que el que durante la gestión anterior, violando sus propios estatutos, facilitó una suma inédita en su historia, y casi enteramente destinada a la fuga de capitales.

Cabe destacar que dicha estafa se consuma en el marco de un divorcio entre El Palacio y La Calle que, riesgosamente, parecería estar abismándose todavía más que durante el período 2001/2002.

Acaso las escenas registradas ante el Congreso de la Nación, que signaron la fragorosa jornada en que se debatió el tema en la Cámara Baja, den cuenta de una previsible escalada de indignación popular ante tamaña defección de quienes deberían velar consecuentemente por los intereses de la Nación.

Para quien cuenta con algún kilometraje en estas lides, queda palmariamente de manifiesto que ahí no hubo infiltradxs – concepto de triste memoria que la prensa hegemónica siempre desempolva para bajarle el precio a la genuina bronca de la militancia más conciente -,  sino décadas de frustración puesta en acto, lo que muy probablemente augure el tenor de los años por venir.

De ahí que empobrezca tanto a la izquierda parlamentaria el rol patrullero que viene jugando en procura de un rayito de sol que entibie su destino al calor de la democracia burguesa.

Poniendo blanco sobre negro, la idea – fuerza de “crecer para pagar”, acuñada por este gobierno colonial, significará Teoría del Derrame para el pueblo trabajador, y para la Madre Tierra más siembra directa con agrotóxicos, más minería a cielo abierto, más fracking, más deforestación, más explotación off shore en el Atlántico, etc. Por eso hoy deuda y extractivismo son sinónimos. De modo que, en adelante, no bastará con poner mucha más gente en las calles: Hará falta poner – además – mucha más rabia.

Pero ¡ánimo, compatriotas!: Dice una voz popular que “nunca estuvo más oscuro como antes de aclarar”. Y nuestra Historia es pródiga en demostrar que la dignidad del pueblo argentino siempre aflora en la dificultad.

A lxs hijxs del desencanto, que han resuelto decir basta.

Fuente: La Gomera de David